Menos, más viejos, más solos. En un salto en el tiempo de quince años, la radiografía de la Asturias menguante empeora. Las proyecciones demográficas del Instituto Nacional de Estadística (INE) pintan una versión corregida y aumentada, una visión más descarnada de los males que afligen ya, ahora y hace tiempo, a la cada vez más declinante demografía del Principado. De acuerdo con las conclusiones de los modelos matemáticos del INE, divulgadas ayer, la región rebajaría el millón de habitantes en torno a 2022, habría perdido en 2030 uno de cada diez de sus cada vez más escasos moradores actuales e iniciaría la cuarta década del siglo con 925.000 residentes en 2031, más de un once por ciento menos que en el dato de 2016 para configurar la caída más voluminosa de todas las comunidades autónomas.

Por dentro, escarbando tras los números, la estructura demográfica dibuja una pirámide de población económicamente insostenible, que se estrecha todavía más en las edades jóvenes, que se sigue disparando entre los mayores y enreda hasta el infinito el mecanismo solidario de financiación de las pensiones. Aunque se desplome la cifra absoluta de habitantes, más por la caída prevista de la natalidad que por el comportamiento de las migraciones, continúa creciendo sin pausa el sector de las edades maduras y así asoma el escenario apocalíptico de 2031, donde las proyecciones del INE vaticinan que uno de cada tres asturianos tendrá 65 o más años. Eso eleva la proporción preocupante actual de aproximadamente uno de cada cuatro y envejece todavía más la población de un lugar donde cada vez se nace menos y se muere más tarde: a 1 de enero de este año había en Asturias 468 centenarios; la previsión para 2031 los triplica hasta ponerlos en 1.348. El índice de envejecimiento actual ya es alarmante y ronda los dos mayores de 65 por cada joven menor de quince, pero se aproximará a los cuatro en decenio y medio. El Principado ya alcanzará dentro de quince años la proporción de mayores que el mismo modelo del INE vaticina para el conjunto de España dentro de cincuenta?

Todas estas predicciones apocalípticas asoman por detrás del cálculo genérico que dice que Asturias tendría en tres lustros 115.000 habitantes menos que ahora. Es la cuarta mayor caída prevista de España incluso en términos absolutos -sólo por detrás de comunidades mucho mayores como Castilla y León, Galicia y La Mancha-, también el equivalente aproximado a la población actual de toda la comarca de Avilés. Caerá la población total, pero se incrementarán en más de 55.000, sostiene el INE, los residentes en edad de estar jubilados. El resultado dispara el índice de envejecimiento y configura un panorama desolador en el que Asturias también es la comunidad española en la que más decrecerá el número de hogares, un 4,3 por ciento en el ciclo de decenio y medio considerado por el INE. De sus modelos de análisis se deduce además un significativo incremento de la soledad, medida por el número de viviendas en las que solamente vive y vivirá una persona. El porcentaje asignado a la Asturias de 2016, tres de cada diez, un 29,6 por ciento del total, ya es el más alto de España. Lo seguirá siendo, pero incrementado al 34,2, en 2031.

El estudio no cuantifica la dispersión, el otro gran drama demográfico que lleva varios decenios esperando la respuesta de las administraciones y que suma sus efectos a los mencionados, pero otros exámenes ya han tratado de cuantificar las dificultades a las que se enfrenta una población de las características de las que se le avecina a esta región. Una investigación efectuada este año por el Laboratorio de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Oviedo (Regiolab) ha calculado muy someramente en un catorce por ciento el incremento del gasto hospitalario que habrá de afrontar la sociedad cada vez más dispersa, más envejecida y necesitada de atenciones que predicen todos los modelos disponibles.

El INE, mientras tanto, fundamenta la intensa pérdida de población que asigna a Asturias más en el efecto combinado de los nacimientos y las defunciones que en el comportamiento de las migraciones. Predice sobre todo, de hecho, un devastador descenso de los nacimientos que en 2030 reduciría a poco más de la mitad los escasos 6.000 cuantificados para este 2016. El modelo matemático, planteado mediante la proyección hacia el futuro de las tendencias demográficas actuales, prevé que la cifra de alumbramientos no deje de descender y que dentro de quince años no nazcan en el Principado muchos más de 3.800 niños, a una media que apenas supera los diez nacidos al día y que consolidaría a Asturias en el lugar que ocupa desde los ochenta, el de la región con la tasa de natalidad más baja de España.

El sistema estadístico del INE mantiene, sin embargo, las defunciones en un nivel similar al vigente, prevé menos fallecimientos en 2030 (12.684) que en 2016 (13.061), como señal de incremento progresivo de esperanza y condiciones de vida, y pronostica que la cifra seguirá subiendo hasta 2020 y que caiga de ahí en adelante. El modelo sólo ofrece un mínimo resquicio de luz en lo tocante a los intercambios migratorios, cuyo efecto sobre las variaciones de la población asturiana ha sido hasta ahora muy reducido. Lo seguirá siendo, pero al menos no empeorará demasiado el balance si se cumple el pronóstico del INE. La proyección adelanta para Asturias en el acumulado del periodo un saldo vegetativo muy negativo, otra vez el más negativo de España, y un resultado migratorio que por necesidad, por la progresiva carencia de recursos humanos autóctonos, incluso mejoraría hasta ser positivo en los intercambios con el extranjero y se mantendría en cifras levemente negativas con el resto de España.