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Memorias y 2

"De Gaulle me envió una felicitación a una galería y no se creían que fuera para mí"

La pintora Rosario Areces, en su estudio de Gijón, delante de cuadros de sus primeros tiempos, durante la conversación con LA NUEVA ESPAÑA. JUAN PLAZA

La pintora Rosario Areces -cuyo apellido la emparenta con el senador y expresidente del Principado Álvarez Areces- culmina sus "Memorias" para LA NUEVA ESPAÑA.

Acercarse a la patria. "Después de aquella primera exposición de 1965 en París seguí trabajando, al cuidado de una niña, y pintando por la noche. Una de las primeras pinturas que me compraron fue precisamente donde cuidaba a esa niña. La suegra de la familia era también pintora, de cerca de Montecarlo. Yo había ganado un dinero, pero las cosas tenían que seguir así, trabajando, por si caía enferma o me sucedía algo inesperado. Más tarde, cuando siguieron las exposiciones y empecé a tener encargos a través de las galerías, ya me dediqué plenamente a la pintura. Vi que era un oficio seguro cuando no daba abasto con los encargos antes de exponer. Aparte de las galerías francesas, en Madrid trabajé años y años con Durán; en Gijón, con Altamira y Tioda y en Oviedo, con Carmen Benedet y Guillermina Caicoya. Después de la exposición de 1965 también quisieron darme la nacionalidad francesa y me dijeron que el Ministerio lo tendría resuelto en 48 horas. Pero no quise. No por ser francesa iba a dejar de ser española, ni por ser española iba a dejar de ser francesa. Nunca he tenido nacionalidad extranjera porque me parecía como vender a tu madre o a tu padre. Qué va. Y precisamente había empezado a pintar por mi cuenta para acercarme más a mi patria, a Asturias".

Cafés y fiestas. "Al principio de todo yo no sabía que lo que pintaba era estilo naíf, o estilo ingenuo, y si lo supe después fue porque me lo explicaba algún crítico como Jakovsky. Supe que había una confusión con este estilo, porque el verdadero no tiene que llevar dibujo debajo, es decir, la pintura sale siempre de la imaginación, pasa directamente a la paleta, donde se preparan y trabajan los colores, y a continuación se va al lienzo. Tuve relación con artistas y con pintores de París, pero, bueno, siempre con cada uno en su sitio. Conocí a Picasso y expuse con él en una colectiva. También con Orlando Pelayo. Conocí a Dalí, nuevamente en otra colectiva, pero si se lo hacía o realmente estaba loco nunca lo pude saber. Todos los años había alguna cena o comida de artistas de todas partes y yo solía asistir. Y con quien tuve relación también fue con la reina Farida de Egipto, esposa del rey Faruq, que era pintora abstracta. Iba a los cafés, pero no mucho, y a algunas fiestas, que me gustaban porque soy persona alegre. Y siempre estuve invitada a la Embajada de España, por ejemplo, cuando iban los Reyes".

Falsos naíf. "A mí me llamaban los críticos la 'Rousseau en femenino', por Henri Rousseau, iniciador de este estilo. Evidentemente, había muchos pintores y pintoras naíf, pero yo veía que los críticos hablaban de 'falsos naíf', los que dibujaban. Aquí, en España, el psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nájera publicó algunos libros sobre este estilo, 'Naífs españoles contemporáneos' y 'El ingenuismo en España'. Él pintaba y compró obra mía, y tuvo una colección de pintura naíf que posteriormente vendió en setenta millones de pesetas. La galería Durán llevó a exponer a París a pintores naíf españoles y con ese motivo cada uno de ellos me regaló un cuadro. Los conservo todos aquí, en mi casa. Venía todos los años a visitar a mi familia, que para entonces vivía en Fabarín, aunque yo siempre me he considerado de Peña Nora, como mi abuela María Candelaria. Expuse por primera vez aquí, en Gijón, en 1966, con Altamira, y también en la Casa de Cultura de Avilés, y al año siguiente con Benedet en Oviedo. Luego llegaron las exposiciones fuera de París, en varios países a los que algunas veces viajaba".

Pinceles finos. "Los cuadros los comienzo por el cielo y sus azules los aplico con los dedos, porque no utilizo pinceles grandes. Sólo uso pinceles muy finos. He pintado muy poca naturaleza muerta y retratos. No son lo mío. Mi motivo principal es el paisaje, sobre todo el del otoño, que tiene cielos mucho más variados, con muchos matices de color, que llevan mucho trabajo. El otoño también está lleno de hojas de todos los colores. La nieve también me gusta, y es dura de trabajar, pero sobre todo me gustan los verdes, que tienen muchísimos matices que se van mezclando. Así, un verde te lleva a otro y a otro y a otro".

Paisajes asturianos. "El desafío es desarrollar colores. La figura la pinto como algo desnudo y luego la voy vistiendo con los colores que me parezcan. A partir de un cuadro mío hicieron una serigrafía en una galería y tuvieron que quedarse en el límite de los setenta colores, pero en la pintura había muchos más. En un cuadro grande puede haber hasta dos mil colores. He pintado paisajes asturianos, pero siempre imaginados. Nunca he pintado saliendo a exteriores. Está prohibido totalmente en el estilo naíf. Los críticos dicen que lo naíf no puede inspirarse directamente en la realidad sino que tiene que salir de la imaginación. Conservo en el estudio algunos de mis primeros cuadros, que no los puse a la venta y ahora me traen recuerdos. Entre los primeros que pinté hay uno de piratas junto a una costa, otro de gatos y otro de unos doctores en un quirófano. Este último tiene su miga, porque lo pinté estando enferma. Me encontraba mal, pero no quería que viniese el médico a verme. Me puse a trabajar como una negra en ese cuadro y cuando lo terminé dije: 'Ahora, que venga'. Se lo enseñé y se moría de risa".

Una obrera. "No me he casado y fue una decisión deliberada. Entre la pintura y casarme, tiré por la pintura. La verdad es que conocí algunos matrimonios de artistas, de pintores, que terminaron separándose, porque el uno quería pasar por delante del otro. O sea, uno ser pintor a tiempo completo y que ella se encargara de la casa, o al revés. Nunca recibí formación académica y nunca noté prejuicios por ello en Francia. Pero creo que aquí, siendo mujer y en España, me hubieran mirado de otro modo. Y concretamente no fueron los hombres los que me hicieron alguna guerra, sino mujeres, porque, claro, muchas de las que fueron pintoras entonces eran, como yo decía, hijas de papá. Yo también tenía padre y madre, pero entonces no comprendían que yo, siendo una obrera, llegara a donde había llegado. Cómo sería que en una ocasión el general De Gaulle me envió una felicitación, que conservo, a una galería de aquí y resulta que la abrieron porque no concebían que fuera para mí".

Segundo nacimiento. "Viví en París hasta hace ocho años, cuando decidí volver a mi tierra y estar con mi familia. De toda la carrera como pintora, recuerdo todas las etapas con cariño. Soy una persona optimista y bastante positiva. Sigo trabajando, pero a menor ritmo, porque dispongo de menos tiempo. No puedo pintar todo lo que quisiera, pero si hago la cuenta de cuántos cuadros he pintado aproximadamente deben de ser unos 4.000. Aquí nací, pero siempre digo que todo ese trabajo empezó cuando volví a nacer en París en 1965".

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