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Quema más la imprudencia

El perfil del incendiario forestal apunta al descuido en dos de cada tres fuegos frente a un 10% que busca el beneficio y a un 5% de pirómanos, según un estudio

Quema más la imprudencia

Es un hombre, está casado y trabaja en tareas de poca cualificación, sobre todo en el campo. No tiene antecedentes policiales y vive en entornos rurales, frecuentemente en la misma localidad del incendio. Enciende y el fuego se le va de las manos por imprudencia, mucho más por accidente que con intención, más por descuido que persiguiendo un beneficio o por venganza y sólo en una mínima proporción por placer, enfermedad mental o impulso difícilmente etiquetable. Apenas dos de cada diez son incendiarios catalogados como "sin sentido", o carentes de motivación aparente, y sólo una pequeñísima parte, ni siquiera un cinco por ciento del total, serían pirómanos de manual, psicópatas fascinados irracionalmente por las llamas. El perfil criminológico del incendiario forestal aparece trazado de este modo, a grandes rasgos, en las conclusiones de un estudio estadístico que la Guardia Civil mantiene abierto, que continúa recogiendo datos en todo el país para relacionar las circunstancias de los incendios ya resueltos con las características psicológicas y sociales de sus responsables. Todo a la búsqueda de una sistematización del tipo de autor de cada tipo de incendio y de pistas anticipadas que ante un fuego nuevo puedan ayudar a identificar al culpable.

Andrés Sotoca, capitán de la Guardia Civil adscrito a la Sección de Análisis del Comportamiento Delictivo de la Policía Judicial y responsable de la investigación, se ha doctorado en Psicología con una tesis que analizando las referencias recogidas en cerca de 2.000 siniestros declarados y esclarecidos en toda España entre 2007 y 2014 bucea en la pulsión incendiaria sobre la base del análisis de casos reales resueltos. El trabajo deriva del proyecto que sigue en marcha en su departamento, que contó con la colaboración de la Fiscalía de Sala de Medio Ambiente y Urbanismo y entre otras de la Fiscalía del Principado y que continúa recibiendo de los investigadores información detallada para seguir enriqueciendo una base de datos que se hace necesaria, al decir de sus promotores, para mejorar la tasa todavía baja de esclarecimiento policial de estos delitos.

De sus investigaciones se sigue la preeminencia del incendio forestal imprudente frente al cometido para obtener un beneficio o al simplemente catalogado como "impulsivo". Predomina ésta entre las tres tipologías identificadas en el trabajo de Sotoca. Las imprudencias, sumando las leves, entendidas como aquellas en las que el autor ha cometido el delito por accidente y asume las consecuencias de su error, con las graves, donde el incendiario escapa y trata de ocultar su relación con los hechos, concurren en dos de cada tres casos analizados. Los fuegos por beneficio o venganza no llegan en la muestra al trece por ciento, menos de un diez los primeros y apenas un cinco los segundos, y solamente se ha identificado en dos de cada diez casos la tipología de incendio "sin sentido", catalogada por el investigador como aquella en la que "no se aprecia ninguna motivación instrumental para su comisión". Suelen ser éstas, subraya Sotoca, quemas que inician "personas con trastornos mentales o bajo consumo de tóxicos", pero el psicólogo aclara que "no a todos ellos se les podría diagnosticar de piromanía como trastorno psicopatológico, ni siquiera de tener tendencias piromaniacas, puesto que no presentan fascinación por el fuego ni tensión o activación previa seguida de bienestar o liberación cuando el incendio ha comenzado". Su conclusión dice que únicamente "entre un tres y un cinco por ciento habrían sido cometidos por pirómanos en sentido estricto".

Es pronto y hay pocos fuegos en la base, unos 2.000, como para establecer una caracterización zonificada de incendiarios, pero la lógica, asume Andrés Sotoca, "dice que sí tiene que haber diferencia entre los autores, porque los incendios se cometen de manera distinta" según las zonas. "En el Noroeste, por ejemplo, aumenta la intencionalidad y aparecen peculiaridades que no se comparten en otras zonas, como la sociología de la venganza, características propias asociadas a la diseminación de la población o a la orografía, sobre todo por la proximidad entre la zona de pasto y la forestal..." El trabajo orienta sus propósitos más hacia el esclarecimiento de los incendios ya cometidos que hacia la prevención, tarea que quedaría pendiente, según su autor, de la sistematización de "las actitudes que conducen a la comisión del delito". Actitudes son aquí "creencias, emociones y comportamientos" y "es obvio", subraya, "que existen creencias que favorecen muchísimos incendios y que están más extendidas en el Noroeste porque tienen que ver con los usos tradicionales del fuego: quemas imprudentes de rastrojos, de pasto para la ganadería, con finalidad cinegética, etcétera. Pero habría que profundizar más en ellas para programar una adecuada estrategia de prevención".

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