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Una piloñesa en los mares de Corea

Cristina García, de 24 años, es la única mujer en un enorme buque petroquímico: "Es un mundo muy masculino, aunque cada día somos más"

Cristina Garcia, junto a Pedro Niembro, Alejandro Mediero y Bartosz Karasiuk, en la cubierta del "Markos I". REPRODUCCIÓN DE M. M.

La piloñesa Cristina García González iba para periodista, pero en el instituto empezó a descubrir la navegación y se quedó atrapada en ella. "No me arrepiento ni un poco de la opción escogida. Es un mundo que me ha llenado por completo", destaca esta marino mercante que estudió Náutica y Transporte Marítimo, en la Escuela de Marina Civil de Gijón. Es la única mujer en el "Markos I", el barco petroquímico con el que surcan los mares de Corea del Sur.

Tiene 24 años y tras finalizar sus estudios y obtener el título de alumno de puente, necesita navegar durante doce meses para realizar las prácticas que le permitan obtener el título profesional de piloto de segunda. "Durante este tiempo haces las guardias y las mismas labores que el oficial, pero bajo su cargo y aprendiendo cómo se lleva a cabo el día a día de un barco", explica Cristina García, a través del whatsapp, a miles de kilómetros de su Piloña natal. Se encuentra a bordo de un barco que transporta derivados del petróleo y otros productos químicos.

Ella es la única mujer de la tripulación e, incluso, en la compañía sólo hay otra, que es primer oficial. "Es un mundo bastante masculino aunque cada día hay más mujeres", destaca. A pesar de que quiere huir de convencionalismos y prejuicios sexistas, razona que "es una profesión que implica alejarte de tu familia bastantes meses al año y aunque va cambiando, aún vivimos en una sociedad en la que la mujer es la que se encarga de los niños y esto no resulta muy compatible con la navegación". Argumenta: "Si la maternidad a veces es difícil en tierra, imagínate dejar a tus hijos y no verlos igual en tres meses?".

Pero esta joven piloñesa tiene clara su vocación. Reconoce que por su condición femenina algunos momentos "quizá pueden resultar un poco más duros, pues aún hay gente a la que le choca encontrar una mujer a bordo". Aunque cada vez va siendo más habitual, sigue habiendo casos excepcionales en los que al enviar el currículo a una empresa responden que prefieren a un hombre, como le ha ocurrido a ella. Así y todo, no ha tenido grandes problemas, comenta, pero "es cierto que hay muchas empresas que aún se niegan a contratar mujeres y muchos compañeros a los que no les hace gracia navegar con una mujer".

Cristina García señala que lo más duro de su profesión no depende del sexo, pues a veces se hace cuesta arriba pasar tantas horas en el barco y lejos de los suyos. "En tierra, tu trabajo se queda en la oficina, aquí ésta es tu casa también", resalta. Por lo que después de pasar tantas horas juntos, "al final de campaña tus compañeros son también tu familia y los que te han apoyado en cada mal día para seguir adelante". En principio, tiene por delante seis meses de navegación. Con ella van tres antiguos compañeros de la escuela de Marina Civil de Gijón: Alejandro Mediero, Pedro Niembro y Bartos Karasiuk. Cuenta que con ellos ha creado "un pequeño reducto asturiano".

"En alta mar se echan de menos, sobre todo, las cosas más pequeñas, como sentarte a tomar una cerveza en una terraza o comer un paquete de pipas con amigos", confiesa Cristina. Por eso no es de extrañar que allí "todo el mundo se viene con la maleta cargada de chocolate y el disco duro lleno de series". Reconoce que lo que más echa de menos es su casa, a su familia y amigos. "Bueno y la comida?", matiza. La razón es sencilla: "El cocinero es filipino, como la mayor parte de la tripulación, así que la comida es típica de su país y es bastante diferente de la nuestra". Pone como ejemplo que la semana pasada les preparó un postre típico llamado "Halo Halo", que es una mezcla de flan, helado, piña, plátano, habas y una masa de patata y azúcar. "Todo flotando en leche de coco", explica.

La nostalgia y la morriña se tratan de aliviar con pequeños detalles, como con el reloj que justo antes de su primer embarque le regaló su novio, que también está navegando. "Lo llevo siempre conmigo" por lo mucho que significa para ella y porque a bordo "es un instrumento importante pues cada vez que tomamos una situación o realizamos un cálculo es importante que la hora sea bastante precisa". La bufanda del Real Oviedo también le da fuerzas en los momentos de bajón, "porque los colores se sienten aunque haya muchas millas por el medio".

No viajan con una ruta fija, pues este petroquímico trabaja con el sistema conocido como "buque tramp". Es decir, el barco carga y descarga "según le vayan indicando sin ninguna ruta fijada de antemano". Cristina García embarcó en Ulsan (Corea del Sur) y de ahí se dirigieron a Río Amarillo, en China, donde atracaron en varios puertos de ese país asiático. Ahora se encuentran de vuelta hacia Corea y de ahí pondrán rumbo a Sydney (Australia).

El plan profesional más inmediato para esta marino mercante piloñesa es obtener la licencia de piloto de segunda. Comenta que después su intención es seguir navegando hasta llegar a capitán. "Me gustaría hacerlo en este tipo de barcos dedicados al petróleo y sus derivados", añade.

Su familia "lleva bien" que esté navegando por medio mundo, lo que no quita que la echen de menos."Igual que yo a ellos", dice. Y añade para concluir: "Pero saben que estoy haciendo lo que me gusta y lo que hace feliz".

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