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FRANCISCO BALLESTEROS | Jurista, montañero y escritor; hijo adoptivo de Amieva

"Las restricciones de la Administración van a convertir las majadas en selvas"

"La vida de los pastores es muy dura, pero no los echa la vida dura sino las dificultades que se les están poniendo"

Francisco Ballesteros. MIKI LÓPEZ

-Defina la garganta del Dobra.

-Es algo más pequeña que la del Cares, pero incluso más impresionante, que ya es decir.

Asegura Francisco Ballesteros Villar (Oviedo, 1940), abogado, profesor de Derecho Constitucional y montañero desde siempre, que "nunca escribí nada que previamente no hubiera pateado metro a metro". Su libro "La garganta del río Dobra y las sierras de Vis y de Amieva", editado por la Fundación María Cristina Masaveu, fue el detonante para que el municipio de Amieva le haya concedido el título de hijo adoptivo. Ballesteros habla, y habla claro, de algunos de los problemas que aquejan al mundo ganadero de los Picos y al entorno del parque nacional.

-¿Hablamos del lobo, por ejemplo?

-Por supuesto. Parto de la base de que el lobo es incompatible con la ganadería, salvo que la Administración pague los daños ocasionados de una forma rápida y, además, generosamente. Si no es así, el ganadero abandona y eso es muy triste. La vida de los pastores es muy dura, pero no les echa de su actividad la vida dura, a la que no temen, sino las dificultades administrativas que se les ponen de continuo.

-¿O ganado o lobos?

-Estamos ante un problema de todos los Picos de Europa. Cuando Pedro Pidal diseñó los parques nacionales lo hizo a partir del modelo norteamericano, pero el de los Picos de Europa tiene una singularidad, y es que es terreno habitado. El concepto de parque nacional sin población y sin ganado sirve para otros sitios, pero no aquí. Y por tanto hay que acomodar el modelo, no echar a la gente. Y si queremos este modelo, que es el que tenemos, lo que debe hacer la Administración regional es asumir las consecuencias.

-¿Qué hacer?

-Agilizar las indemnizaciones y controlar la población de lobo, que, no olvidemos, no es un depredador sino un asesino. Los depredadores matan para comer, pero el lobo es diferente, si puede destruye todo el rebaño. Cumplen, por ejemplo, una función de limpieza de los rebecos viejos o enfermos, pero es que con los jóvenes no pueden.

-¿Las regulaciones administrativas no sirven?

-Las regulaciones entorpecen. Para escribir el libro de la garganta del Dobra recorrí parajes increíbles, una tierra que ha llegado hasta nosotros en un perfecto estado después de cinco mil años de uso, y eso sucedió sin necesidad de consejerías ni falsos ecologistas. A esas tierras ya no van los ganados y aquello acabará convirtiéndose en una selva intransitable.

-¿Cómo se gestó ese libro que le acabó convirtiendo en hijo adoptivo de Amieva?

-En Amieva están la Senda del Arcediano y La Jocica, que son de esas excursiones típicas y habituales de los grupos de montaña. En el año 2000 escribí "Amieva y Ponga, historia y caminos antiguos". Dos grandes conocedores de todo aquello, Enri y Manolo, me acompañaron por unos caminos tremendos, casi propios de suicidas. Y muchos años después, en 2012, me atreví con un paisaje que parece imposible de transitar.

-Pero no lo era.

-Es que por allí hubo tránsito de personas y ganado durante miles de años. Aquellas montañas me dejaron admirado por su belleza, pero también por lo que encerraban. Una historia que se remonta al Neolítico, y una actividad, la del pastoreo, que se mantuvo hasta ahora. La zona está llena de cuevas y en alguna de ellas he encontrado paredes negras del hollín fosilizado que desprendía el llar. Hacían el fuego en el lugar más angosto de la cueva, porque era allí donde se alojaba el pastor. Los mejores espacios quedaban reservados para el ganado. Es algo difícil de entender para nuestra mentalidad urbanita.

-¿Un lugar especial entre tanto paisaje?

-El valle de Angón. Se llega en coche, pero a partir de ahí comienza el estrechamiento de la garganta. Ves paredes casi verticales y lo primero que se te ocurre es que no es posible cruzar por allí. Pero claro que se puede. Es un paraíso que se pierde porque ese valle lo conocí con los campos perfectamente "segados" por el ganado. En Angón ahora hay cabañas, pero cuando no las había me imagino la zona llena de cabezas de ganado y a los pastores viviendo en cuevas. Llegué a conocer a un matrimonio, muy viejinos ellos, que se había pasado toda su vida de cueva en cueva por la garganta del Dobra.

-Venda usted el concejo de Amieva.

-Si le gusta la montaña, es un lugar ideal. Me enorgullece pensar que mi libro ha servido para dar a conocer mejor esta tierra, en la que vayas a donde vayas siempre tienes delante un paisaje asombroso. Mi orgullo es que me consta que gracias a este libro Amieva y sus gentes son mucho más conocidos.

-¿Sigue pateando la montaña?

-Cuando abordé el libro de la garganta del Dobra lo hice sabiendo que la edad me iba a ir poniendo límites y que se trataba de un proyecto que no podía aplazar. Pero sigo ejerciendo de montañero. La última excursión que hice fue subir hasta la base del Urriellu. No soy capaz de pasarme doce horas andando como hacía, pero me conservo bien.

-¿Cuántas veces subió al Picu?

-Seis, por cinco vías distintas. La última la hice con 67 años, que no está mal.

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