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Día internacional contra la violencia hacia las mujeres

Los policías que luchan contra el maltrato no llevan uniforme

La Unidad de Familia y Mujer da consuelo y seguridad a las asturianas que sufren la violencia machista y es el primer paso para poner fin a su infierno

Día Internacional Contra la Violencia hacia las Mujeres

Día Internacional Contra la Violencia hacia las Mujeres

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Día Internacional Contra la Violencia hacia las Mujeres Marián Martínez

Son el primer recurso al que acude una mujer víctima de violencia machista. Aturdidas, desesperadas, psicológicamente destrozadas y a veces con señales de los golpes recibidos, son cientos las que pasan por la Unidad de Familia y Mujer (UFAM) del Cuerpo Nacional de Policía. Muchas de ellas buscan asesoramiento, y otras además reclaman ayuda ante el temor de ser nuevamente agredidas. Las agentes les proporcionan consuelo y consejos, las derivan a servicios sociales, les tramitan el ingreso en casas de acogida... El objetivo es que se sientan protegidas, que no se sientan solas ni abandonadas.

"No pueden ser dos veces víctimas", explica el jefe de la brigada de la Policía Judicial de la Jefatura Superior de Policía de Oviedo, cuya identidad debe quedar salvaguardada, igual que la de los agentes que pertenecen a la UFAM. Tampoco visten de uniforme, ni comparten estancias con otros policías.

"A la unidad se entra por una puerta distinta a las dependencias policiales por varias razones, pero fundamentalmente para que no se encuentren con el agresor, si es que se ha producido una detención, y porque necesitan estar en un lugar en el que se sientan cómodas. Por eso se trata de crear un ambiente más acogedor". También por eso en el armario de uno de los despachos tienen juguetes y hasta una sillita portabebés de automóvil. "A veces vienen con sus niños, más o menos pequeños, y lo que intentamos es que también ellos se sientan a gusto y tranquilos mientras están aquí", relata una de las agentes de la UFAM.

La intervención policial en los casos de violencia machista se produce por dos vías. O bien porque la víctima o alguien de su entorno pide ayuda a través del 091 o del 112 porque se produce una agresión, o bien porque la mujer -y a veces también algún hombre- acude en busca de asesoramiento y ayuda.

En el primer caso, los agentes acuden al domicilio o el lugar indicado en la llamada recibida y realizan varias comprobaciones para evaluar la situación. Si ha habido agresión física, la detención es automática. Además, la policía científica acudirá al lugar para tomar muestras y fotografías del escenario. "Pero lo primordial, lo más importante, es la atención a la víctima. Por eso se la traslada a un centro sanitario para que se le haga un reconocimiento. Posteriormente se le informa de sus derechos y de las distintas opciones que tiene y los recursos a los que puede acceder", explicó el jefe de la Policía Judicial.

A partir de ahí, es la mujer la que debe decidir si presenta denuncia o no, aunque los agentes actúan de oficio y tramitan los atestados y diligencias para poner los hechos en conocimiento de la autoridad judicial.

Otro supuesto es que acuda la víctima a la UFAM, que realiza labores de asesoramiento y derivación a servicios sociales. "Es muy importante que la mujer se sienta cómoda y que haya empatía. Si viene a denunciar una agresión, se le informa de que puede ser asistida por un abogado de oficio que la asesore antes de interponer la denuncia".

La Policía somete a la víctima a un test de 39 preguntas con el que se valoran los riesgos de volver a ser agredida. "Desde ese momento cuenta con protección", que depende del grado de peligro arrojado por el test. En el caso de que sea bajo, se le da el número de teléfono de contacto con un agente al que puede llamar en cualquier momento. Si durante varios días ese policía no tiene noticias de ella, es él quién la llama para saber cuál es su situación. Además, con la máxima discreción se vigila su domicilio y el lugar en el que trabaja. "El test se actualiza cada cierto tiempo y se evalúa de manera continuada por si se producen cambios y existe más riesgo", explica el jefe de la Policía Judicial.

Si el juez decreta una orden de alejamiento, la vigilancia es tanto para la víctima como para el agresor, con independencia de que lleven medidas de alarma como una pulsera con GPS que permite a la Policía en todo momento saber dónde se encuentra el hombre, y a la víctima pedir ayuda si lo ve en las proximidades.

"Una cosa es el protocolo que seguimos y otra es la realidad, en la que se presentan múltiples variables", explica el jefe de la brigada. Por ejemplo, puede ocurrir que pese a que exista una orden de alejamiento la pareja decida verse o incluso se citen para mantener relaciones. En cuanto la Policía detecta esta situación, interviene. Si hay orden de alejamiento, a él se le detiene, pese a que a veces es la mujer la que sale en su defensa porque están juntos con su consentimiento. "Pero se actúa de oficio. Él pasa de nuevo a disposición judicial y a ella se le vuelve a explicar los riesgos que corre y los recursos que tiene a su disposición. Absolutamente todo queda registrado, los hechos y las circunstancias. Pero las relaciones humanas son complejas".

Una de las agentes de la UFAM recuerda el caso de una mujer que denunció por agresiones a su pareja, a la que se le impuso una orden de alejamiento. "La iba a buscar al trabajo y alguna vez la llegó a golpear. Nosotros interveníamos, pero ella nunca más lo quiso denunciar. Insistíamos y le explicábamos que era conveniente denunciarle cada vez que lo veía, pero no había manera. En estas condiciones, sin contar con la ayuda de la víctima, es muy difícil ayudarla. La separación física es más fácil que la psicológica".

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