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EMILIO ABLANEDO | Subdelegado del Gobierno en Barcelona y en Tarragona

"En Cataluña sobra mucha política de gestos, pero con diálogo se solucionarán las cosas"

"Tengo muchos amigos en esta tierra, algunos independentistas; hay que orillar el debate para no deteriorar la relación"

Emilio Ablanedo, ayer, en la Subdelegación de Tarragona. ALEJANDRO MARTI

-¿Amaina el desenfreno independentista?

-Lo que se percibe en Cataluña es cierto hartazgo de amplios sectores de la sociedad, incluyendo al nacionalismo moderado. No es posible mantener a la ciudadanía en una tensión permanente desde 2012, y la gente se cansa de que no se hable de otra cosa que no sea la independencia cuando hay mucho pendiente que atañe a todos.

-A lo mejor se habla de independencia para no enfrentarse a otras cosas.

-Es que es lo que pasa, y desde hace muchos años. Se están usando las banderas para encubrir responsabilidades de gestión que dejaron mucho que desear. Y se utiliza al Gobierno de España como chivo expiatorio.

Emilio Ablanedo Reyes nació en Castrillón en 1971 y desde hace cuatro años es subdelegado del Gobierno en Barcelona. Ahora le toca, hasta que se concrete el nombramiento, ejercer también temporalmente de subdelegado en Tarragona. Desde su despacho, con las banderas española y catalana al fondo, va a vivir unos años apasionantes con el pulso independentista como telón de fondo de su gestión.

-¿Habrá referéndum o simulacro en 2017?

- No cuento con él, no creo que se llegue a ese punto.

-¿Y si se llega?

-Para eso tenemos mecanismos legales de respuesta.

-¿Percibe mejor clima?

-Creo que hemos entrado en una etapa de mayor comunicación. El impasse político ha congelado algunas cuestiones pendientes que hay que resolver.

-¿Se siente trabajando en territorio hostil?

-Amo a esta tierra, vine para aquí en 2001, tengo un hijo catalán, hablo catalán y tengo grandísimos amigos aquí, algunos independentistas.

-¿Con ellos habla de política?

-Discuto en catalán, pero he llegado a la conclusión de que en esos entornos cercanos hay que orillar el debate para evitar el cansancio y porque se corre el riesgo de que las relaciones personales se deterioren. Es un pequeño drama, conozco familias que se han roto por el tema de la política.

-¿Mejor no hablar?

-Mejor dialogar dentro del marco de la legalidad, así de simple. Cataluña tiene las competencias más amplias de su Historia, y eso se logró con la Constitución y con el Estatuto de Autonomía. Si hay diálogo leal y sincero se solucionarán las cosas.

-Los ayuntamientos gobernados por la CUP ya dijeron que hoy, día de la Constitución, trabajan.

-El trabajo es una virtud aunque en este caso es una forma de desafiar la ley. Aquí sobra mucha política de gestos, se aprovecha cualquier cosa para la escenificación y se ocupan los espacios que son de todos para fines partidistas. Al final abrir los ayuntamientos en un día festivo como este no es otra cosa que un gesto en contra de la convivencia.

-¿Nota la presión independentista?

-Se nota más en las poblaciones pequeñas, en el comerciante que prefiere callar porque si habla se arriesga a que le hagan boicot a su empresa, en las familias que en un momento dado toman la iniciativa para que sus hijos tengan enseñanza bilingüe. Pero esto no es el País Vasco, aquí en general las relaciones cotidianas siguen siendo cordiales.

-¿Cómo es la colaboración entre Administraciones?

-El clima es correcto y las cosas en este aspecto funcionan muy bien, tanto con la Generalitat como con los ayuntamientos. He tenido ocasión de hablar varias veces con Oriol Junqueras y le aseguro que es un tipo encantador. Y lo mismo puedo decir de la presidenta del Parlament, Carmen Forcadell.

-Igual desde Cataluña se puede explicar mejor: ¿qué hace la antigua Convergencia con los antisistema de la CUP?

-También es muy difícil de explicar desde aquí. Convergencia i Unió llegó a tener 62 diputados en 2010 y hemos asistido a una especie de suicidio. Fue de una irresponsabilidad descomunal, y lo peor es que el pago de la factura todavía no ha concluido.

-¿Y qué hace el nacionalismo moderado en esta espiral independentista?

-Todo obedece a una cuestión sentimental en torno a la catalanidad. Se vende bien la idea de maltrato por parte del resto de España y mucha gente antepone ese sentimiento nacionalista a la ideología. El problema es que a la hora de votar muchos confían más en los radicales tradicionales.

-¿Qué funciones tiene un subdelegado del Gobierno en Barcelona?

-El trabajo es intenso. Dirijo y coordino el conjunto de la Administración del Estado en toda la provincia, incluyendo los cuerpos y fuerzas de seguridad. Son responsabilidades que en cierta forma se asemejan a las de los antiguos gobernadores civiles.

-¿De cuántos funcionarios hablamos?

-Unos veinte mil. Sólo la Agencia Tributaria tiene en Barcelona unos tres mil trabajadores. Pero hay mucho más: Dirección General de Tráfico, controles de frontera, costas y carreteras... o seguridad nuclear, porque no olvidemos que en Tarragona funcionan dos centrales.

-El 2017, ¿año decisivo?

-Ya nos estamos acostumbrando a que cada año que llega sea el "decisivo". Hemos perdido la cuenta de la cantidad de "momentos históricos" que nos venden. La gente empieza a vislumbrar que detrás de este pulso independentista hay necesidad de tapar mucho error de gestión que ha llevado, por ejemplo, a que Cataluña tenga una deuda pública de 70.000 millones. El nacionalismo utiliza símbolos, folclore, cultura y lengua, que son patrimonio de todos, para sus fines rupturistas. Se juega con el mensaje de que quien no está a favor de la independencia es anticatalán. Pero esta sociedad -y yo la conozco bien- es mucho más rica y plural de lo que nos quiere hacer ver el nacionalismo.

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