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PEDRO CIVERA | Actor | Memorias y 2

"En Nueva York el teatro era fresco y ágil; aquí, amanerado y solemne"

"Con espíritu progre rechacé a Casona, pero pensé: 'Somos injustos porque Gala está entrando a saco en la misma prosa' "

Pedro Civera, en Madrid, conversa con LA NUEVA ESPAÑA. MODEM PRESS

El actor Pedro Civera (Mieres, 1941), culmina sus "Memorias" para LA NUEVA ESPAÑA.

Virus religioso. "Por cada entrevista para 'Panorama de actualidad' pagaban en TVE 300 pesetas, que era más de lo que ganaba en el teatro en una semana. En 1968 iba a salir la Compañía de Teatro Español de gira con Narros y a la vez me ofrecieron presentar 'Panorama' durante el verano. Me hacía ilusión y dejé el Español en ese momento, aunque mantuve muy buenas relaciones con ellos. Hacia 1970 cambió un poco el panorama en TVE y entró una especie de virus religioso. De repente, las cosas no eran divertidas. Era ministro Sánchez Bella, al que llamaban 'la Bella Sánchez'. Un día fue a visitar la Televisión y preguntó dónde estaba la capilla. Como no la había, una sala de doblaje se convirtió en capilla. También cambió mi situación personal porque me presentaron a la que iba a ser mi mujer, aunque después nos separamos. Me la presentó precisamente Menchu del Valle. De los amigos del Oviedo, Menchu era muy amiga, fantástica. Menchu y Emilio Tamargo eran dos personas estupendas. Menchu tenía a su hermana, Marisol, en Madrid y había venido a hacer un cursillo y me presentó a la profesora, con la que me casé. Yo estaba muy harto de TVE y de presentar. Quería volver al teatro y, efectivamente, lo hice. Me casé en mayo y en septiembre debuté en el teatro Beatriz. Ahí comenzó mi dedicación plena al teatro. Enseguida fue cuando Ángel García Moreno se puso a producir teatro y montó una compañía, la 'Ruiz de Alarcón'. Me incorporé pitando porque Ángel y yo éramos amigos desde críos, en Mieres".

Obra blanca y mona. "Después, Pedro Velázquez Duro cogió el teatro Alfil y puso a Ángel para que programara y dirigiera. Fue la mejor época de mi vida en teatro: 'El realquilado', 'El bebe furioso', 'Los hijos de Kennedy'... Después hicimos 'Un soplo de pasión', que fue un bombazo en críticas, pero no funcionó. Me quedé un poco en el aire. Me mandaban obras, y entre ellas una función blanca, mona, que fue 'Alicia en el París de las maravillas', de Miguel Sierra, autor novel que nunca había estrenado. Le dije a Ángel: 'Esto es una caxigalina, pero estoy harto de llorar y quiero pasarlo bien'. 'Pues se hace', me dijo. Estuvo cuatro años en cartel. Lola Herrera dejó al año su papel porque le ofrecieron 'Cinco horas con Mario'. Entonces llamé a María Luisa Merlo, amiga de toda la vida. Tuvimos gira por toda España y otra por once países de América".

Humor y rareza. "Tiempo después me metí en la 'Cuarta de A. Polo', con Massiel y Varela, para televisión, que había programado 'La comedia musical española', con once revistas. También hice 'Las Leandras'. Yo cantaba porque haciendo el Bachillerato estuve en el Orfeón de Mieres. Y también nadaba en el equipo de natación de Mieres, donde entrenaba con Vitos que había sido uno de los primeros que atravesó a nado el canal de la Mancha. Así que la voz la tenía colocada y canté en el teatro, por ejemplo, en 1968, en 'Don Juan o el amor a la geometría', de Max Frisch, con música de Adolfo Waitzman, el marido de Encarnita Polo. En 1984 fui por primera vez a Nueva York y me quedé fascinado con la forma que tenían de hacer teatro, tan distinto, tan novedoso, tan fresco, tan ágil. Me di cuenta de que en España lo hacíamos con amaneramiento y solemnidad. En Nueva York vi un Chejov en el que la gente se reía mucho, algo impensable en España, por nuestra tradición alemana de densidades. Pero el teatro neoyorquino lo que me dio fue libertades, frescura, un desentumecimiento general del hecho escénico, y me fascinó. Cine hice poco, pero entonces me llamo Alvarito Forqué para hacer 'El orden cómico', una rareza, una película rarísima. Después me marché unos días a Luanco, donde tengo casa, y Ángel me llama para hacer 'El verdadero Oeste', de Sam Shepard, que habíamos visto en Nueva York. A medida que ensayábamos, yo pensaba: 'Con esto no hay nada que hacer'. Efectivamente, el día del estreno hubo mucha gente, amigos, excompañeros de TVE..., y tomando la copa del estreno en el Boccaccio alguien me dijo: '¡Qué éxito!, ¿no?'. Y le replique: 'No, mañana no entra en el teatro ni San Pedro'. Y así fue. Duramos 24 días y creo que la gente no se enteraba de lo que estaba viendo. En cambio, fuimos a Valencia, a tres funciones con público universitario, y aquella gente de veinte años entendió el humor y la rareza de aquello".

La prosa de Gala y Casona. "A los cuatro meses, estando en Luanco, me llamó Osuna para hacer 'Los árboles mueren de pie', de Casona. Como yo todavía tenía un espíritu progre, de los años sesenta, le dije: 'Pepe, ¿un Casona ahora?'. Pero lo leí y al margen de algunas cosas que podían parecer redichas me pareció que tenía una estructura teatral impecable, maravillosa. Y me dije: 'Somos injustos. ¿Por qué vamos a decir que esto es cursi si Antonio Gala está entrando ahora mismo a saco en la misma prosa?'. Funcionó bien. En el verano de 1987 marché a Luanco y tuve una racha jodida de trabajo. Nadie me llamaba. Ahora se habla de lo mal que está el trabajo discontinuo, pero el mío siempre ha sido así. Y si cuando trabajas no guardas, lo pasas fatal después. Hice 'Brigada Central' de Pedro Masó, para TVE, con un José Coronado que estaba muy guapo, pero muy verde, y lo digo por el maravilloso actor en que se ha convertido. Tenía en mente hacer en el Marquina 'La cinta dorada', que estuvo nueve meses en Madrid y siete de gira. Fue un bombazo".

Gusto anglófilo. "Con Ángel García Moreno seguía hablando todos los días por teléfono y con él fui haciendo 'Las hermanas Rosensweig', de Wendy Wasserstein (premio 'Pulitzer'); o 'Perdidos en Yonkers', de Neil Simon, también 'Pulitzer'; o 'Mi querida familia', primera obra de una trilogía de Simon. En 1995, Ángel se fue a Nueva York con Luis San Narciso, su ayudante de dirección, y se trajo 'Amor, coraje y compasión', otro 'Pulitzer'. No me enloqueció: 'Son escenas demasiado cortas y la temática es absolutamente gay', le dije. Debutamos en Bilbao y fue de locura, lo mismo que en San Sebastián, pero en Madrid no funcionó. Ángel también montó otra función de la trilogía de Simon, y 'Regreso a Broadway', y 'Momentos de mi vida'. Siempre fue de gusto anglófilo".

Centenario de Casona. "En 2003, con el centenario de Casona, Ángel preparó 'La barca sin pescador', que yo había hecho en Mieres en sexto de Bachillerato con la Academia Lastra en lectura escenificada. La estrenamos en Oviedo, en el Campoamor, y seguimos con Gijón, pero fue la única vez en los tiempos recientes en que yo actúe en las dos ciudades. Como el teatro de Oviedo era de un Ayuntamiento de derechas y el de Gijón de izquierdas, si ibas a una ciudad la otra no te quería. Antes, cuando las cosas eran naturales, te llamaban e ibas a Gijón, Oviedo, Mieres, Avilés y, de salida para Santander (lo hice muchas veces), a Llanes".

Sonó el móvil. "En febrero del año siguiente puse fin a mi carrera teatral. Estaba haciendo 'Tomar partido', de Ronald Harwood, guionista de la película 'El pianista'. Fue una locura de éxito en crítica, pero no fue ni Dios a vernos. Me dije: 'Hasta aquí ha llegado mi amor al teatro, que ya estoy muy mayor'. Entre otras cosas porque en una función yo estaba en plena entrevista con el personaje que representaba Willy Montesinos, una escena muy tensa, de un oficial americano destacado en Berlín para descubrir nazis, y a una señora entre el público le sonó el móvil y se puso a hablar tan ricamente. 'A tomar por el saco', me dije. Aquello me cogió muy hastiado y con mi madre delicada de salud.

92.600 kilómetros. "Hice algunas pijadas para televisión y en 2006 me jubilé. Pero paradójicamente se montó el gran follón porque me llaman para hacer 'El internado' y fueron cuatro años y pico en antena. Después, la Merlo me pidió que hiciera con ella 'Un adulterio casi decente'. En 19 meses recorrí 92.600 kilómetros y a la vez grababa 'El internado' y si tenía dos días libres me iba a Mieres, a cuidar a mi madre. Después de haber trabajado en el teatro Monumental de Lisboa, en el Comunale de Florencia, en el Español del Madrid, en el Cervantes de Buenos Aires, en el Solís de Montevideo..., tuve mi última función en un pueblo de Navarra, Aoiz, precioso. Pero hay que joderse; con lo que he corrido yo por este mundo...".

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