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El Gordo se vuelve átomo

Las nuevas tecnologías para la compra on-line suponen una dispersión de números y una reducción de los impactos locales de los premios

Ocho veces tocó el Gordo de la Lotería de Navidad en Asturias. Los grandes hitos, los alrededor de 360 millones de euros de 2007, en Nava, Llanes, Gijón y Avilés, y los diez mil millones de las antiguas pesetas (al cambio, 60 millones de euros) en Gijón en 1988.

El sorteo de ayer tuvo una singularidad: un Gordo íntegro en una administración y, por tanto, en una ciudad. Tocó a Madrid. Esa suerte al cien por cien se ha convertido en los últimos años en una alternativa cada vez más infrecuente, y eso por culpa de (o gracias a, según se mire) las nuevas tecnologías.

En una palabra, todo el mundo -y se dice aquí en sentido literal- tiene oportunidad de comprar el número de la lotería de Navidad que prefiera. En realidad, cuando se compra "on-line" no se trata tanto de una adquisición como de una reserva. Sirve para cobrar.

Pero ese menudeo en la compra de décimos amenaza con romper una de las tradiciones de la lotería navideña, la del barrio que levantaba cabeza al completo, la del pueblo que salía de pobre al unísono, la de la pequeña ciudad convertida en grande por la magia de un sorteo.

La prima y el camarero

Eran historias redondas, escenarios perfectos. Una lluvia de millones en ecosistemas limitados, en un área corta donde había agraciados directos e indirectos. La prima de uno que le tocó, la vecina del parado sin esperanza que se llevó un pellizco, el del comercio de al lado de la administración de loterías, que toma todos los días café con la lotera, el camarero que le guardó una participación a una que estaba en el hospital... Pero las cosas ya no funcionan así. Nos globalizamos.

El ejemplo del nuevo sistema de la suerte se concretó ayer en un número: el 59.444. Fue uno de los cuartos premios. Y tocó en todas las comunidades autónomas y en más de setenta localidades de todo el país. Hubiera sido impensable hace quince años.

De este goteo por toda la geografía nacional hay un antecedente cercano. Cuando en Asturias cayó el Gordo de 2012, tan sólo dieciocho provincias españolas se quedaron sin probar bocado de tan suculento manjar en forma de cinco dígitos. Para ser exactos, el 76058, que dejó de aquella casi seis millones de euros, principalmente en Oviedo, Gijón, Llanes y Nava. No era una cantidad para reflotar la región, pero no estuvo mal si tenemos en cuenta que media España compartía aquel número.

La Lotería de Navidad es el único sorteo del mundo cuya principal motivación es precisamente esa, la de compartir. Sirvió este año como eslogan publicitario de la campaña lotera y responde a la realidad. El premio navideño casi siempre será grupal en la medida en que se compra para otros: compañeros de trabajo, clientes varios, vecinos, socios y demás familia. Los premios auténticamente gordos suelen ser la suma de mucho premio gordito entre allegados.

"Uno acabado en cero"

La globalización tiene que ver con la necesidad de ampliar negocio. Lo explican bien los psicólogos. En un modelo de juego donde el jugador está condenado a un papel pasivo, la posibilidad de poder elegir el número a jugar es un aliciente. Antes, la cosa era acercarse por la Administración de loterías y echar una ojeada a la oferta, en la mayoría de los casos unas decenas de números. "Deme uno acabado en 0". Y punto redondo. Ahora, las máquinas expendedoras en algunos establecimientos ejercen de alicientes adicionales.

De Benidorm al mundo

Las nuevas estructuras de venta favorecen la disgregación del premio. En realidad una cosa es dónde se vende y otra dónde recalan los premiados. Es proverbial el ejemplo de localidades como Benidorm. La ciudad alicantina aparece varias veces ligada a alguno de los primeros premios de la Lotería Nacional, pero en la gran mayoría de los casos son premios que se llevaron turistas y visitantes.

El mapa interactivo de los grandes premios del sorteo de ayer podría explicar dónde está el potencial turístico del país. Desde Sanlúcar hasta Valencia, el litoral español está plagado de puntos donde tocó alguno de los premios grandes. Compran lotería los de fuera. Algo así pasa en las administraciones loteras del centro de Madrid y Barcelona.

Pero además de ese desparrame de suerte que en el caso español va por lo general de sur a norte, los sistemas de venta on-line han revolucionado en pocos años un mundo que se mantuvo en los cánones tradicionales durante más de siglo y medio.

Hay venta directa (Doña Manolita tiene su propia web, por ejemplo) y venta indirecta a través de empresas que se dedican a tal menester. El sistema es el mismo. El cliente elige número -si quiere-, valida la compra, paga con tarjeta y recibe por correo el email con el décimo electrónico. El de "verdad" queda depositado en poder del vendedor, pero no hay que apurarse. La operación con tarjeta de crédito es el mejor de los seguros.

Desde hace más de un año la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado (SELAE) se sumó a los nuevos tiempos y ya en su página oficial se pueden adquirir décimos. El porcentaje de venta de lotería on-line en España sigue siendo muy bajo, en torno a un tres por ciento del total de facturación, pero todo apunta a que esos dígitos irán en aumento.

Buscando exotismos

Hay en España algo más de diez mil puntos de venta de lotería, que llevan ya unas cuantas semanas vendiendo décimos para el sorteo de El Niño. Un recorrido por algunas de las casas que comercializan números on-line nos permitía ayer elegir algún exotismo, como el 00004. ¿Alguien lo quiere? Puede que a muchos no les guste pero tiene tantas posibilidades de salir como el número más guapo que podamos imaginar.

Cada español se juega unos 63 euros en la Lotería de Navidad. No está mal para un país con cuatro millones de parados oficiales. Compramos por tradición, porque "no queda más remedio" y, sobre todo, por lo que se conoce como "envidia preventiva", un concepto que se explica con la frase ¿y si les toca a todos menos a mí?

La envidia preventiva es un seguro de vida... para Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, organismo que se lleva el veinte por ciento de los premios Gordos y el porcentaje correspondiente en el volumen de negocio, que en esto de los impuestos nada sale gratis total.

Una pizca imprescindible de imaginación marca el camino futuro. Aumentarán las ventas on-line, pero está por ver que las nuevas generaciones se apunten al carro de la lotería, al menos con el mismo empuje que sus padres y abuelos.

Lo de llegar a una administración de lotería y comprar un número al azar perderá fuerza y ganará terreno la venta eligiendo número.

El pueblín marinero donde les toca a casi todos sirve como plató del spot navideño, pero se aparta del canon y de la tendencia. Al final lo único que no nos separará de los sorteos navideños de finales del siglo XIX son esas cinco cifras de los números en el bombo. La primera vez que tocó el Gordo de la Lotería de Navidad en Asturias fue en 1885. Se lo llevó Gijón con el número 45488. Un número bien actual.

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