Con diez años recién cumplidos, la niña Natalia Fernández, de Vegadeo, demostró más templanza y sangre fría que muchos adultos. El coche en el que viajaba con su madre se despeñó tras un volantazo la noche del miércoles en un punto de difícil acceso en las inmediaciones de Piantón. La pequeña no sólo atendió a su progenitora, que estaba muy nerviosa, sino que avisó al 112 y dirigió el rescate de ambas con inteligencia y sosiego a través del móvil. "Fue muy brava, con mucha sangre fría", reconocían los servicios de emergencia que participaron en el operativo.

"Vimos un bicho pequeño en la carretera y mi madre frenó muy fuerte y dio un volantazo", narraba ayer la pequeña en casa de su madrina, en el barrio veigueño de La Cal, donde pasó la noche. Madre e hija circulaban pasadas las ocho de la tarde por la carretera AS-11, que une Vegadeo con La Garganta. Iban en dirección al núcleo de Castromourán, donde reside la madre, Elisángela De Oliveira, de 41 años y origen brasileño, ya que la pequeña vive con su padre en el cercano pueblo de Las Cruces.

Un animal en la calzada las asustó y provocó que la conductora perdiera el control del vehículo, que acabó precipitándose por un desnivel de alrededor de siete metros. El coche quedó entre la maleza y apenas visible, junto al arroyo Gemarán y a escasos metros de las viviendas de Piantón. Sin embargo, nadie oyó el impacto. Tras el golpe, la pequeña actuó con rapidez y lo primero que hizo fue liberar a su madre, la peor parada de las dos, del asiento del conductor y pasarla a la parte de atrás del vehículo. Allí, abrazadas madre e hija, fue cuando la pequeña cogió su propio teléfono y decidió pedir ayuda al 112. Durante los angustiosos minutos en los que Natalia y su madre aguardaron el rescate, la pequeña estuvo en permanente comunicación con una misma coordinadora del 112, que ayer elogiaba el buen hacer de la niña, como el resto de personas que participaron en este operativo. Es el caso de Quicó Jordà, uno de los tres bomberos del parque de Barres desplazados al lugar del suceso: "Muy brava, un diez la niña". Apunta además este profesional que es "muy extraño" que sean los menores los que resuelvan este tipo de circunstancias y que la pequeña, que cursa cuarto de Primaria en el colegio Jovellanos, actuó "con mucha sangre fría".

Ni la patrulla de la Guardia Civil de Tráfico desplazada, ni los Bomberos de Barres que acudieron a la llamada de socorro dieron con el coche en un primer momento, pese a que la pequeña envió la localización GPS a través del móvil. Así que el personal del 112 tuvo la idea de pedir a los bomberos que hicieran sonar sus sirenas para que la niña les fuera indicando si estaban más o menos cerca. Ella debía responder a las sirenas tocando el claxon del coche y así fue cómo por fin dieron con el lugar. "Cuando llegamos estaban nerviosas pero contentas. La niña se había portado como una titán", apunta Jordà, quien añade que fue "una suerte que tuvieran teléfonos y cobertura".

No fue fácil tampoco acceder al vehículo e hizo falta la colaboración vecinal para desbrozar la zona y lograr habilitar un acceso para sacar a las heridas. Fueron trasladadas al hospital de Jarrio, donde recibieron el alta horas después. La madre con collarín y varias contusiones y la pequeña con un esguince en el pie. Natalia pasó la noche con su madrina, quien ayer señalaba que resultó una suerte que se defienda tan bien con el móvil.

El marido de Elisángela, Pedro López, acudió ayer a mediodía al lugar del siniestro. "Les pasó lo mínimo para lo que pudo ser", precisó al observar el estado del vehículo, un Renault Clío que habían comprado en abril del año pasado y que no tenía ni 3.000 kilómetros.