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La guía secreta de Asturias

La playa donde la Luna duerme

La ribera de Gueirúa, en la misma línea de costa que la del Silencio, en Cudillero, es una joya paisajística que seduce a los buscadores de rincones singulares

La playa donde la Luna duerme

Cudillero es un concejo lleno de sorpresas. Cuanto más se conoce, más engancha. Ese mar contemplado desde sus altas brañas vaqueiras en un horizonte que se queda pegado al alma es el mismo que va esculpiendo, día tras día, la tierra que le frena y lo recibe al mismo tiempo. Consecuencia del viento, los inviernos y la erosión de un mar enamorado de la tierra, se han formado playas donde la imaginación se desborda y el espíritu se relaja.

Tal es el caso de una de las riberas -como me dice un vecino que llaman a las playas en Cudillero-, menos conocidas por el turismo tal vez por sus características, las mismas que las hacen atrayentes a los pescadores, a los amantes de la fotografía y a quienes buscan esos rincones singulares que, por su esencia, se quedan para siempre en la memoria y nos hacen regresar a ellos siempre que podemos.

Eso sucede cuando, por primera vez, se descubre la playa de Gueirúa, sobremanera cuando se va en marea baja, la mejor forma tanto de fotografiarla con tranquilidad como de pasearla sin problemas. A ella se llega desde el pueblo de Santa Marina. Desde allí sale el camino que conduce hasta ella. Su acceso es por una escalera con algo más de 200 peldaños a diferentes alturas, por lo que, al ser piedra y haber musgo y verde, hay que ir con cuidadín para evitar resbalones.

No hay arena. Aquí manda la piedra. Cantos rodados de todo tipo y tamaño. Bolos que dicen algunos. Grava y mar. Impresiona aquello que nos imaginamos parte del esqueleto de una gran ballena que allí fue a morir y que, sin embargo, no son sino restos de una antigua punta fracturada de cuarzo y pizarra. Esta zona es conocida como La Forcada y la divide de la playa del Calabón. Con forma de concha y una zona donde los líquenes pintan de verde la verticalidad del espacio, Gueirúa tiene unos 120 metros de longitud y cuenta, en su extremo occidental, con un acantilado de unos 80 metros de altura.

Si bien la playa del Silencio, también llamada Gavieiru, es más conocida entre el turismo en general, esta otra está más virgen y menos pisada justamente por sus características, las mismas que la convierten en lugar de visita obligada si se es amante de la fotografía pues ofrece, siempre, instantáneas únicas y llenas de una belleza distinta y muy personal. Gueirúa es uno de esos rincones que enganchan, una playa tan especial por su aspecto y sus colores que bien pudiera pensarse que allí, cada día, duerme la Luna escondida en La Forcada.

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