¿Dónde hay que firmar para que lo condenen a cadena perpetua? Ya está tardando la petición de firmas en Change.org. Tienen mucha razón los grupos ecologistas representados en el Parque natural de las Fuentes del Narcea al exigir la dimisión del director conservador de este espacio protegido por haber aparecido en un programa de televisión ensayando el baile del twerking.

Es francamente inaceptable, además de extremadamente peligroso para la conservación de la naturaleza asturiana, que el responsable de la preservación de entornos tan privilegiados como el bosque de Muniellos se entregue a este tipo de prácticas, cuya contribución a la desestabilización de numerosos ecosistemas y, por ende, al cambio climático nos resulta más que evidente. Dios santo, qué poca cabeza ha tenido este hombre.

El baile del twerking se traduce al castellano como "perreo" porque consiste en movimientos sensuales y lascivos de las caderas adelante-atrás adelante-atrás, imitando la cópula de los canes. Aunque se puede practicar muy ricamente en soledad, lo suyo es arrimarse a una pareja que ande cerca. Gozar es el tema, imitando (sin consumar, ojito) la postura de apareamiento de los perros que vemos en las calles, aunque el ser humano también haga eso (incluso en las calles). En Cuba se llama "culipandeo" y su origen probablemente hay que ir a buscarlo a Puerto Rico en la década de los años noventa del pasado siglo. Para su práctica se recomienda a los danzantes que digan:

Él: -Dámelo rico, Mamita.

Ella: -Ay, Papito, loca me pone tu flow.

Coro: -¡A ella le gustaaaa la gasoliiina!

Cualquiera que haya visto a Jennifer López practicando twerking (recomendamos vivamente el visionado del videoclip "Booty" con Iggy Azalea) habrá sentido cuán cerca se encuentra del derrame cerebral por un exceso de bombeo sanguíneo y, por tanto, habrá descubierto que el "perreo" es una práctica muy muy peligrosa.

Advierte la Wikipedia sobre los riesgos que entregarse al twerking y, por fortuna, cómo algunos tribunales compuesto por hombres buenos ya han tomaron cartas en el asunto. Dice Wikipedia: "En el año 2000 se falló una sentencia del Tribunal Supremo en Atlanta con cierta polémica: El club juvenil «Market» fue cerrado, sus directores Cliff Levingston y Taylor Williams fueron condenados a prisión. El desencadenante fue el organizar sesiones de baile en los que menores -algunos niños de diez años- practicaban booty dancing. En diferentes escuelas se cancelaron o prohibieron sesiones de baile porque los jóvenes bailaban grinding. Y aunque el estilo de baile de connotaciones sexuales como el booty dancing en la jurisdicción estadounidense no fue ni cuestionado ni aprobado por su similitud con la cópula, «pudo sin embargo fomentar los prejuicios, particularmente concernientes a la promiscuidad» y erosionar así la credibilidad de los testigos en un juicio con jurado".

Ya ven qué crudas están las cosas.

Pues imagínense ahora andar practicando twerking en plena naturaleza asturiana. Eso sí que es una bomba ambiental ¿Acaso no despertaremos en el oso o en el urogallo un desaforado apetito por reproducirse y, a consecuencia de esta explosión demográfica, una quiebra de la cadena trófica? ¿Puede el twerking, con su meneo de colita, desorientar a las abejas, que también danzan para comunicarse, y acabar con el imprescindible proceso de polinización que mantiene en marcha nuestros ecosistemas? ¿Y qué me dicen de los líquenes? ¿Acaso no se verán seriamente dañados si a un practicante de twerking le da por acabar arrimando cebolleta a algún roble milenario? ¿Y de las masas de aire que desplaza un buen pompis (imaginen a JLo), que pueden alterar la circulación de las corrientes de aire del planeta y, por ende, trastocar el clima y acelerar la fusión de los casquetes polares?

Eso son asuntos que las autoridades ambientales del Principado tienen que tener en cuenta inmediatamente para acabar de una vez con esta plaga. Ya están tardando en enviar a la guardería, a la Guardia Civil o a la Legión para a detener a ese desaprensivo que perrea perrea en Muniellos.