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"Temo por mi vida y la de mis hijos", dice la vigilante apuñalada por su exmarido

"Vuelvo una y otra vez al momento en que me clavó el destornillador", asegura Sandra Ocampo El agresor recurre la condena de cinco años de prisión

Sandra Triana Ocampo, en el despacho de su abogada. MARCOS LEÓN

La semana pasada, Sandra Triana Ocampo caminaba por una calle de Gijón cuando de repente escuchó unos pasos rápidos a su espalda. La reacción de esta mujer, totalmente aterrada, fue buscar refugio en el portal más cercano. Comprobó entonces que solo se trataba de un chico corriendo. No era, como ella había pensado, su exmarido. Pese a la orden de alejamiento que pesa sobre él, Sandra Triana está convencida de que el hombre puede volver a atacarla, como ya hizo en agosto de 2014, cuando le propinó hasta cuatro puñaladas con un destornillador en la residencia de Perlora, donde ella trabajaba -y aún lo hace- como vigilante de seguridad. "Voy por la calle con miedo. Temo por mi vida y la de mis hijos. Esto no ha acabado", señala. Aunque el agresor lleva una pulsera, y ella un aparato que detecta su presencia, a veces falla. Y teme sufrir un ataque tan rápido que no llegue la Policía.

El maltratador ha sido condenado a cinco años por la sección tercera de la Audiencia, pero ha anunciado un recurso y está fuera, en la calle. "Vuelvo una y otra vez al momento en que me atacó, jamás olvidaré el odio con el que me clavaba el destornillador", confiesa esta mujer, nacida hace 44 años en Cartago (Colombia).

Afortunadamente, ella puede contarlo. La faja que llevaba por una operación, el cinturón del uniforme y la acción de otro vigilante de servicio impidieron que fuese asesinada. "Estoy viva gracias a Carlos, él me salvó", dice. "Si hubiese querido matarla, estaríamos hablando de otra cosa", se jactó en el juicio el agresor, José Manuel Fouces. La ponente del fallo remarcó la actitud chulesca del agresor, y sus comentarios despectivos, que también influyeron en que la fiscal incrementase su petición de pena. Y es que llegó a asegurar que a ella, a la víctima, la había conocido en un burdel, una injuria más con la que pretendía lastimarla. "Nunca ha ejercido la prostitución", asegura tajante su letrada, Mercedes Estrada Menéndez.

Y Sandra subraya: "Yo solo me he dedicado a trabajar como una negra durante doce horas diarias, para luego llegar a casa y hacerme cargo de todo... Durante catorce años no pude ir a visitar a mi familia a Colombia. Él no me dejaba, decía que ya no me querían allí". Al principio, eran una pareja normal. Tuvieron un hijo que ahora tiene nueve años. Con ellos vivía otro vástago de ella, fruto de otra relación. "Mi hijo mayor lo quería como a un padre", asegura.

Pero todo se torció. "El fue cambiando, aunque delante de su familia y sus amigos era un santo. Llevaba años insultándome y amenazándome. Me decía que era una puta y andaba con otros, que mi hijo mayor se había metido en los Latin King y tonterías así, cuando es un chico que estudia una ingeniería. Siempre tenía la frase "sudaca de mierda" en la boca. Yo creo que me despreciaba por ser latina", relata. Por el hijo pequeño tampoco parece que el agresor sienta mucho afecto, porque "se ha olvidado de él, no se preocupa si tiene para comer", añade.

"Cuando la vi al día siguiente de la agresión, era una persona hundida, parecía un perro apaleado", asegura su letrada. Y es que, según Sandra Triana, "esos insultos constantes te hunden psicológicamente, te afectan físicamente. Me denigraba tanto que terminé creyéndolo. Me decía. 'Si te dejo, ¿quién te va a querer?'. Y llegué a pensar que no valía para nada".

Un incidente en el que terminó agrediéndola, en 2013, le dio fuerzas para divorciarse. Por un tiempo las cosas se calmaron. "Primero me llamaba de noche, con el pretexto de preguntar por el niño, y me decía: 'Oye, Sandra, volvamos'. Yo le respondía que podíamos quedar como amigos, por el bien del niño. Pero después ya empezó a la mandarme mensajes del tipo: "Eres una puta, te voy a romper la cabeza' o 'Voy a coger a ese con el que andas y lo voy a matar'. Nunca pensé que podía hacerme algo, era el padre de mi hijo", rememora.

El 15 de agosto de 2014 fue el ataque, después de que el hombre le dejase un whatsapp esclarecedor: "Game over. Has abierto la caja de Pandora". Jamás olvidará el apuñalamiento. "Le dije que iba a llamar a la Guardia Civil y me contestó: 'No vas a llamar a nadie porque voy a acabar contigo'. Realmente creí que me mataba. Te ves impotente, ves su odio mientras te mete", asegura.

Por si fuera poco, dice, no la trataron bien en el Juzgado de Violencia de Gijón. "Me sentí presionada, no me sentí apoyada. Eso tiene que cambiar. En la Audiencia, sin embargo, fueron muy delicados e impidieron que viese a ese señor. A las mujeres que sufren un ataque así hay que ayudarlas. Yo me quedé siete meses de baja, con el sueldo reducido y teniendo que pagar la hipoteca y todas las facturas. Debería haber ayudas", cree. Sandra Triana Ocampo no quiere dejar pasar la ocasión para agradecer el apoyo a la Policía Nacional, a la Guardia Civil, al sindicato USIPA -que le apoyó desde el principio y cuyos miembros la arroparon el día del juicio-, a la fiscal, al tribunal, a la Policía Local de Carreño y a su policía de seguimiento. Siente que les debe la vida.

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