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Los leones se quedan en Covadonga

El arzobispo de Oviedo anuncia a su homólogo en Santiago su negativa a negociar la venta de las esculturas por formar parte del entorno del santuario

Uno de los leones de Covadonga.

Como era de esperar, el intempestivo intento del Concello de Betanzos de negociar la compra de los leones del santuario de Covadonga ha recibido un "no" rotundo del Arzobispado de Asturias. El arzobispo de Santiago, Julián Barrio, ha comunicado por carta al Ayuntamiento brigantino la negativa de sus compañeros asturianos a vender las esculturas para que adornen nuevamente la entrada al parque enciclopédico del Pasatiempo. Según explica Julián Barrio en la misiva, el Arzobispado de Asturias no está dispuesto a negociar la venta porque entiende que los leones "forman parte del entorno natural" del santuario y porque, recalca, fueron "adquiridos en su momento, no donados".

La respuesta eclesiástica deja pocos visos de que los leones vuelvan a custodiar el parque enciclopédico, del que partieron en los años setenta tras ser vendidos por sus propietarios por medio millón de pesetas. La migración de los félidos de mármol es una espinilla que Betanzos tiene clavada desde entonces. La nostalgia lleva a los betanceiros a inmortalizarse junto a las esculturas en sus excursiones a Covadonga y hace años los vecinos llegaron a recoger firmas para recuperar las esculturas. El gobierno local anunció en octubre su intención de negociar con el Arzobispado la compra, aunque sin ocultar en ningún momento sus dudas de que tal empresa pudiese llegar a buen puerto.

Bastó el anuncio de que Betanzos quería negociar su compra para que desde Asturias se impulsara una recogida de firmas en contra. Manuel Moro, el hombre que se encargó de trasladar las piezas allá por los setenta, advirtió: "Los leones deben estar por toda la eternidad descansando en el real sitio".

La historia de estos leones se remonta a 1899, cuando el indiano gallego Juan García Naviera, natural de Betanzos, realizó un viaje a Roma. Entonces, vio en el pasaje opuesto al domo de la Basílica de San Pedro del Vaticano un monumento funerario que representaba la tumba del Papa Clemente XIII. Era una obra realizada por el italiano Antonio Cánova, uno de los máximos exponentes de la escultura neoclásica de la época. Lo que llamó su atención sobre el mausoleo fueron las esculturas de los dos leones que flanqueaban la tumba como si de dos guardianes se tratara y encargó a un escultor italiano sendas réplicas.

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