Ocho de cada diez asturianos de domicilio son también asturianos de nacimiento. El promedio de habitantes autóctonos, que en España sólo superan Galicia, Extremadura, Andalucía y Castilla y León, se cocina a fuego demasiado lento en el escaso atractivo de una región que tiene en mínimos históricos la población importada y funciona mejor si se lee dándole la vuelta: sólo el veinte por ciento del millón escaso de pobladores del Principado ha nacido fuera. El porcentaje, indicio adicional de que en la demografía asturiana falla además de la natalidad el encanto migratorio, está casi ocho puntos por encima de la media nacional y mucho más lejos de Baleares (la más baja en residentes de casa, con el 55,7 por ciento) que de Galicia, que lidera la clasificación nacional con un 86,8 de moradores nacidos en la misma comunidad.

El recuento, fruto de la explotación del padrón divulgada ayer por la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei), baja los habitantes importados del resto de España a 134.791, el nivel más bajo del siglo para un trece por ciento de la población total, y el número de extranjeros a 74.019, el más escaso desde 2010, un insuficiente siete de cada cien que hace de Asturias la penúltima región española con un menor promedio de población foránea, sólo por detrás de Extremadura. Los dos datos son el resultado de un sostenido descenso, casi sin pausa en lo que va de siglo en el cómputo de los españoles nacidos fuera, constante desde 2010 una vez superada la leve hinchazón previa a la crisis en el de los extranjeros.

La certeza de que las llegadas no compensan las huidas se ve sin dificultad al contar los asturianos que viven en otras comunidades y concluir que más allá de Pajares residen 156.489 nativos asturianos y que son 20.000 menos los españoles de otras regiones que viven en el Principado. Hay lógicamente tres veces más asturianos viviendo en Madrid que madrileños en Asturias, pero también el doble de asturianos en Castilla y León que castellano-leoneses en Asturias.

También aquí, no obstante, la demografía asturiana funciona a doble velocidad si se acerca el microscopio a la escala comarcal y municipal. La mitad de los residentes del Principado, más de medio millón, ha nacido en el concejo en el que vive, y esta cifra, que no ha dejado de descender en este siglo, oscila de un extremo a otro en función del lugar del mapa hacia el que se dirija la mirada. Si el 84 por ciento de los habitantes de Villayón ha nacido dentro de los límites del municipio, y esto es así en casi todo el occidente y parte del oriente interior, en Corvera ese porcentaje baja al 12,81, y esto es más o menos así en la mayor parte del centro urbano de la región.

Ahí se concentra casi exclusivamente el movimiento. Los siete concejos con mayor promedio de población inmóvil son occidentales -por este orden Villayón, Cangas del Narcea, Ibias, Amieva, Tineo, San Martín de Oscos y Boal, todos con promedios por encima del 75 por ciento- y están lejísimos de las cifras de los que se sitúan en el otro extremo. Los que tienen menos habitantes que no se han movido del concejo están todos en el área central y en la periferia de las grandes ciudades: Corvera, Castrillón, Ribera de Arriba y Llanera tienen su nivel de nacidos y residentes en casa por debajo del 26 por ciento, aprovechando en todos los casos su condición de espacios de expansión de los nudos urbanos.

En ellos se percibe la capacidad difusora de población que tienen sobre todo Oviedo y Avilés, pero también Gijón -Villaviciosa y Carreño presentan promedios inferiores al cincuenta por ciento- y se insinúan los flujos de la movilidad demográfica, más intensa donde hay más dinamismo, pero ni siquiera aquí hay promedios de población foránea suficientes para cubrir el déficit que generan la pérdida del intercambio migratorio y la extraordinariamente endeble natalidad de la demografía del Principado.