En el año 2001 se publicó el primer borrador del genoma humano. Supimos entonces que teníamos menos genes que una cebolla. Desde entonces el genoma no ha dejado de dar sorpresas, señaló ayer el director de la Unidad de Oncología Clínica del Instituto de Medicina Oncológica y Molecular de Asturias (IMOMA), Rubén Cabanillas.

Cabanillas, junto al jefe de servicio de Otorrinolaringología del HUCA, José Luis Llorente, cerraron anoche en Oviedo el ciclo sobre el cáncer, que se desarrolló a lo largo del presente mes.

Hablaron de los cánceres de cabeza y cuello, pero también de la medicina de precisión y de las sorderas hereditarias ante un auditorio (salón de actos de Cajastur Liberbank) con aforo completo.

En 2007 se secuenció el primer genoma humano, un ejercicio que costó cuatro años de trabajo. "Hoy -explicó Cabanillas- se secuencian cientos de genomas al día y ahora vemos lo diferentes que somos" en la salud y en la enfermedad. La diabetes tipo 2, por ejemplo, es algo parecido "a un cajón de sastre", y una simple muestra analítica nos identifica casi doscientos genes asociados con sorderas.

Entre las sorpresas de las que hablábamos, Cabanillas reconoce que "sobreestimamos la importancia de los genes, que son entre el 1% y el 2% de nuestro genoma", y se subestimó todo lo demás, ese ADN intergénico que alguien dio en llamar ADN basura, pero que esconde muchos secretos. Rebuscando en esa "basura" hallaremos muchas soluciones terapéuticas.

Otra sorpresa llegó de la mano de la microbiótica. "No éramos ni remotamente conscientes de su importancia", dijo Cabanillas. "Se puede decir que el 99% del ADN del ser humano no es humano", sino que proviene de esa zona oscura intergénica en la que habitan bacterias y hongos, sin los cuales no podríamos vivir.

Vivimos una revolución médica sin precedentes. Avanzan las técnicas en ingeniería, informática y física "pero el gran avance se produce en la convergencia de estas tecnologías", el primer gran paso para adaptarse "a las necesidades únicas de cada individuo y cada enfermedad".

De la genómica, del uso de las bases de datos y de las herramientas digitales en permanente desarrollo saldrá una medicina de precisión y a la carta que apenas podemos sospechar en un radio de acción temporal de diez o quince años.

El otorrino José Luis Llorente habló de la asombrosa diversidad de los cánceres de cabeza y cuello y señaló que en un 70% u 80% de los casos se ponen en juego tratamientos basados en la cirugía. "A pesar de los grandes avances seguimos teniendo un gran desconocimiento del cáncer pero un gran porcentaje de los tumores de cabeza y cuello se pueden controlar", afirmó el catedrático de la Universidad de Oviedo.

Hay muchos cánceres ("y con muchos apellidos") en esta zona del cuerpo, relativamente pequeña. La ubicación importa: "un centímetro arriba o abajo hace que el diagnóstico cambie radicalmente". Llorente explicó la importancia que tiene el acertar con el primer tratamiento: "Si no lo hacemos es seguro que nos irá mal", predijo.

El jefe del servicio de Otorrino del HUCA centró parte de su intervención en el aspecto más humano de relación entre el médico y el paciente. "Llevo treinta años en esto y ni una sola vez estoy seguro de no pasarme o de no quedarme corto en la información sobre la enfermedad". Tenemos -añadió- una "cultura proteccionista, no saber qué hacer para gestionar la información más dura". Así que una buena medida es plantear al paciente: usted pregunte lo que quiera saber.

El paciente decide, también con el tratamiento. "Lo que se requiere del médico es una información clara y honesta".