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ANÁLISIS

Incapaces de unirse ni para coger el tren

La conexión de Asturias con las grandes infraestructuras

Resulta difícil de comprender que las fuerzas políticas asturianas no sean capaces de ponerse de acuerdo ni a la hora de elaborar un listado con las actuaciones prioritarias en materia de infraestructuras que cualquier ciudadano mínimamente informado no tendría mayor problema en definir: conclusión de la variante de Pajares, mejora de la deteriorada red de cercanías ferroviarias, ejecución de los tramos pendientes de la autovía de Oviedo a La Espina (A-63), culminación del plan de vías de Gijón y recuperación de la autopista del mar a Nantes, por citar aquellas que parecen más urgentes.

Mientras otros territorios más pujantes, como el levantino, aúnan fuerzas en defensa de sus infraestructuras pendientes, elevando cada vez más el tono de la exigencia por el Corredor Mediterráneo, Asturias permanece ensimismada en los debates estériles y de vuelo bajo político que ya le han hecho perder demasiados trenes. Ahora, el que puede pasar de largo es el que conecta con los grandes corredores europeos de transporte en los que Bruselas va a centrar sus esfuerzos inversores durante los próximos años. Lo que está en juego no es, por tanto, ninguna tontería. Tras trece largos años de obras y con los grandes tubos bajo la Cordillera excavados desde 2009, Asturias ya no puede esperar más por la apertura de la variante de Pajares, un paso hacia la modernidad ferroviaria que no solo servirá para dejarnos a poco más de tres horas en tren de Madrid. Porque la ruta bajo la Cordillera, todo un alarde de ingeniería, pese a los retrasos que ha ido acumulando, también resulta esencial para el desarrollo económico de una región y de unos puertos que siguen sacando sus mercancías por tren a través de un tendido inaugurado por Alfonso XII en 1884. Y ello mientras aspira, o eso proclama, a enlazar en la Meseta con un Corredor Atlántico que está diseñado para grandes trenes de más de 700 metros de longitud, en ancho internacional y con velocidades por encima de los 100 kilómetros a la hora que jamás pasarán por el puerto.

Los recursos económicos son limitados, pese a que la crisis parece ir quedando lentamente atrás, y los rivales que compiten por ellos son poderosos. Conviene espabilar. El tren no espera por nadie.

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