El hombre de los discursos interminables que se prolongaban durante horas, el hombre que arengaba a las masas de mineros con verbo fuerte y amenazante, se quedó ayer sin palabras, mudo, cuando trataba de abrirse paso, con andar inseguro, ayudado de un bastón, hacia la puerta del Juzgado, entre una nube de periodistas, y con un espontáneo llamándole a voz en grito "ladrón" y "sinvergüenza". Una dotación de agentes de la Policía se acercó hasta la puerta de los Juzgados, intuyendo quizá la posibilidad de un "escrache", pero la sangre no llegó al río. Lo cierto es que Villa venía aleccionado, y cada vez que sonaba una pregunta, su abogada le miraba negando con la cabeza para que no abriese la boca. No obstante, alguien creyó escuchar un "estoy jodido" al preguntarle por su salud.

La abogada de Villa llegó a sentirse ofendida ante la inusitada presencia de periodistas -más de treinta- y a amenazar primero con "liarse a maletazos" para abrir paso a su cliente, y luego con llamar a la Guardia Civil para que le despejasen el camino. Se había cumplido su escenario más temido, el "paseíllo" camino del Juzgado que suele recorrer casi todo sospechoso de corrupción en este país. Intentó evitarlo por todos los medios, a través de once recursos, todos ellos rechazados, en los que instó a declarar a Villa inimputable, a que se le tomase declaración en casa o que se le permitiese entrar por un lugar discreto en el Juzgado. La jueza rechazó estos privilegios.

Boto apelaba a la protección de la imagen de una persona que sufre una enfermedad degenerativa. Efectivamente, el José Ángel Fernández Villa que en la mañana de ayer acudió a los Juzgados dista mucho de ser el dirigente minero que exhibía su fuerza a la menor oportunidad hasta hace pocos años. Su rostro ausente sólo se adornó con una sonrisa indefinible -quizá burlona- cuando le dijeron que quienes estaban ante él eran periodistas, y por momentos parecía que le entraba el pánico ante tanto flash.

El que había amenizado la entrada de Villa al grito de "ladrón" y "sinvergüenza" resultó ser un taxista que había acudido a los Juzgados para declarar como testigo en el juicio contra un toxicómano del barrio de Pumarín que se había ido sin pagar de nueve taxis. Rascando un poco, terminó por confesar que se trataba de Pablo Alonso Celorio, quien fuera tesorero de Nuevas Generaciones del PP en Llanes, expulsado del partido junto al entonces secretario por hacerse una foto -y difundirla- con el brazo en alto junto a una bandera de Franco. "A su mujer la he llevado alguna vez en el taxi, y cuando me va a pagar le digo: 'Será por dinero, ¿eh?' ", aseguró. Posiblemente, en este asunto no pueda ser imparcial. Las personas que acudieron a los Juzgados, desde los testigos y acusados de los juicios hasta los asistentes a las bodas civiles -que se celebran todos los viernes-, hicieron tiempo a la intemperie para ver al antiguo líder minero, que salió pasadas las doce del mediodía.

La expectación por esta declaración también llegó al Parlamento asturiano. En los pasillos, el presidente asturiano, Javier Fernández, aseguró que él está "con lo que decida la justicia", y añadió que le parecía bien que se investigase. Dani Ripa, de Podemos, se mostró más irónico. "Parece que no estaba tan mal, que no tenía tanta amnesia", aseguró. Ripa se refirió a "un día histórico", porque el "padrino político de Javier Fernández ha declarado en los tribunales". El diputado de Podemos añadió que no era "un caso individual. En Asturias hay una corrupción estructural que se ve por ejemplo en la gestión de los fondos de formación para el empleo". Villa, finalizó, "lleva tres años riéndose de los asturianos".