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El imposible fichaje de un Nobel

Si una estrella académica mundial se empeñara en dar clase o investigar en la Universidad asturiana lo tendría muy difícil: el sistema de contratos lo impediría, debería opositar con un examen en castellano y aceptar un sueldo de 2.500 euros

El imposible fichaje de un Nobel

Asturias es una tierra guapa. Las asturianas y los asturianos, gente agradable y bien plantada. Cualquiera podría enamorarse de una o uno de ellos y querer aterrizar en este paraíso natural para iniciar una nueva vida. ¿Se imaginan a un premio Nobel recalando en la Universidad de Oviedo? Sería el primer Nobel en una universidad española; noticia de primera página y un acontecimiento nacional.

Seamos realistas: no es imposible, pero es altamente improbable. Los Nobel no abundan y las condiciones que podría encontrar en Asturias no se acercan ni de lejos a las que ofrecerían universidades de otras latitudes. Nada que no se sepa.

Pero, ¿y si se empeña? ¿Y si un Nobel llama al rector, le comunica su intención de investigar y hasta de dar clase en Asturias, y le pide que le busque un hueco? Santiago García Granda comprobaría primero que la llamada no era de las de cámara oculta, daría saltos de alegría después y pensaría más tarde que no iba a ser fácil el encaje del Nobel en una estructura tan "funcionariada" como la de la Universidad.

Por las mesas del vicerrector de Organización Académica, Juan José del Coz, y de la directora de área de Profesorado, María Montes Bayón, pasan por así decirlo los contratos de todos los profesores de la Academia asturiana. A saber: profesores asociados, ayudantes doctores, profesores contratados doctores, profesores titulares y catedráticos de Universidad. En estos cinco colectivos se agrupa la práctica totalidad de los docentes, con sueldos netos que van, grosso modo, desde los 600 euros mensuales para un asociado con 90 horas lectivas por curso, hasta los 2.500 (más sexenios y trienios) de un catedrático.

La Ley de Ciencia de 2011, con Cristina Garmendia como ministra, ofrece un resquicio de contratación. Esa ley, que vino a sustituir a otra de 1986, contempla como novedad la figura del investigador distinguido para científicos "de reconocido prestigio" que puedan liderar programas o proyectos "de gran relevancia".

Como investigador distinguido la Universidad asturiana tiene en nómina (es un decir) al físico Pablo Alonso. Un solo caso. Alonso llegó con un proyecto bajo el brazo y una ayuda europea de 1,5 millones de euros para abrir una línea de investigación en nanoóptica. Los fondos vienen del programa Horizonte 2020, del Consejo Europeo de Investigación. Nadie regala nada, y menos la UE: para lograr esos fondos, el proyecto de Pablo Alonso superó una criba de 2.900 ideas de investigadores de 42 países. Se podría decir que la Universidad le acoge, pero él pone todo lo demás, incluido el equipamiento y los sueldos de cuatro contratos.

El premio Nobel, venga de donde venga, pertenezca a cualquier disciplina, tendrá rango de catedrático y, por tanto, ocupará una plaza permanente en su lugar de origen. Puede que esa plaza esté en Yale y quiera venir a Oviedo (prohibido las ironías, es sólo un ejemplo). El procedimiento no admite excepciones y debería concurrir, si hay hueco de su especialidad, en las mismas condiciones que los demás. Méritos por un lado, y defensa del programa docente e investigador por otro. La defensa, en castellano. Para ponérselo un poco más difícil.

El Consejo de Gobierno de la Universidad acaba de aprobar el viernes los nuevos criterios para la convocatoria de plazas docentes. Será el área de conocimiento el que marque el camino (edad de los profesores, estructura de la plantilla, número de sexenios de los integrantes del área o dedicación docente del profesorado). El cambio es de calado porque desde ahora lo primero son los criterios y después se convocan las plazas. Justo al contrario de lo que venía sucediendo. El rector García Granda dice que quiere acabar "con la etiqueta de endogamia" que acompaña desde hace muchos años (siglos, quizá) a la Universidad. Lo tiene difícil, tanto como el que un Nobel llegue a la institución que él preside.

El primer peldaño docente de la Universidad es el profesor asociado. Es el único colectivo docente universitario que no tiene porqué ser doctor. Hay alrededor de 370 profesores asociados en la Universidad asturiana, con contratos de un curso, prorrogables atendiendo al feedback recibido de alumnos y compañeros. La mayoría de los profesores asociados pertenecen al ámbito de Ciencias de la Salud.

Son profesores que ejercen una labor profesional al margen de la Universidad de Oviedo, cada cual en su área. Imparten clase a tiempo parcial (90, 120 o 180 horas lectivas al año) pero tienen que seguir con su trabajo. Todas las plazas de profesor asociado se publican en el BOPA en una convocatoria que suele salir en primavera y que responde a las necesidades del curso siguiente.

Dando clase en la Universidad nadie se vuelve millonario. En eso nos unimos en el tiempo con los primeros docentes de Leyes y Teología que inauguraron el sueño del inquisidor Valdés Salas hace más de 400 años. El paso de los siglos tampoco ha acabado con la tradición del alumno que termina sus estudios en la Universidad, que se doctora, se convierte en profesor y se jubila como catedrático sin salir de su casa madre. En los Estados Unidos y otros países de primer orden académico, una aberración; aquí, una costumbre y, para algunos, hasta un objetivo.

El camino, sin embargo, no es de rosas. El vicerrector Juan José del Coz y la directora de área María Montes explican ese discurrir académico que se inicia con el contrato de ayudante doctor, cinco años y 240 horas lectivas. A tiempo completo. Ser ayudante doctor implica estar acreditado por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), que no regala su visto bueno. El solicitante tiene que subir su currículo, un comité de expertos lo evalúa y le da o no el sello de acreditación.

Tras esos cinco años de docencia e investigación el ayudante doctor puede acceder al estatus de profesor contratado doctor. El salto requiere otra acreditación, que no todos consiguen. "La ANECA impone sus criterios y el marco es cada vez más exigente", asegura el vicerrector de Ordenación Académica. El profesor contratado doctor es ya una figura de contratación indefinida y se nutre, entre otras fuentes, de los becarios "Ramón y Cajal". De hecho el Ministerio obliga a un porcentaje de estos investigadores en el programa estrella nacional de ayuda al talento.

Buena parte de los profesores contratados doctores optarán con el paso de los años a convertirse en profesores titulares de Universidad. De nuevo la ANECA marcará el destino, y esta vez primará y mucho el mérito en investigación. Que la ANECA acredite no significa que el candidato "ascienda". De hecho la Universidad asturiana sufrió un atasco de más de cien acreditados sin plaza. Fuentes del vicerrectorado afirman que "en tres o cuatro años podremos acreditar a todos".

Cada caso es un mundo pero no es descabellado calcular que un profesor titular de Universidad cobra al mes unos 2.000 euros más quinquenios y sexenios (es decir, antigüedad e investigación). El sueldo neto del profesor contratado anda por los 1.500 euros, y el del ayudante doctor baja hasta los 1.200.

Al final, muchos perfiles docentes pero solo dos marcos jurídicos: el de los profesores funcionarios y el de los laborales y contratados. Un profesor a tiempo completo da 240 horas de clase por curso, y aquí no entran ni los exámenes ni las tutorías ni mucho menos la preparación de materiales y la atención a los alumnos. Hay quien se pasa su vida académica rascándose la barriga, pero sigue siendo la excepción deshonrosa de un colectivo que se lo curra. Aunque eso sí, un premio Nobel tendría que sudar para ganarse un hueco.

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