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Asturama

Un ovetense con alma mochilera

Javier Eguren lleva 21 años recorriendo el mundo con Médicos Sin Fronteras: su último destino fue el norte de México, donde miles de emigrantes luchan cada año por llegar a EE UU

Un grupo de inmigrantes entre los vagones del tren de mercancías conocido como "La Bestia".

Al ovetense Javier Eguren le gusta "vivir los sitios, no pasearlos". Y eso es justamente lo que hace desde hace 21 años con Médicos Sin Fronteras, una ONG que despertó su alma mochilera. Empezó como logista en Ruanda y acabó como jefe de misión en Mauritania, Colombia, El Congo, Kosovo, Siria, República Centroafricana... Su último destino, de año y medio, fue la frontera de México, donde miles de emigrantes -entre 150.000 y 180.000, según datos oficiales, y 300.000, según otras estadísticas- luchan por llegar a Estados Unidos. Una parte lo hace en busca de una vida mejor, pero la mayoría, por escapar de la violencia. "Allí, las maras, que son bandas criminales, reclutan a jóvenes de Guatemala, Honduras y El Salvador y si se niegan, les matan o les amenazan de muerte. Por ello muchos huyen", explica Eguren, de 59 años. Pero huyen sin la garantía de llegar sanos y salvos a EE UU. Y más ahora el presidente Trump pretende levantar un muro que separe las dos Américas.

La experiencia del asturiano en México pone los pelos de punta. Mujeres que toman anticonceptivos porque saben que durante el viaje es fácil quedar embarazadas, ladrones que roban a los emigrantes lo poco que les queda y mafias que venden el pase de la frontera a cambio de días de caminata por el desierto con kilos de marihuana cargados a las espaldas. Y todo, para muchas veces acabar siendo deportados. Un infierno. Pero no diferente al que hay en otros rincones del mundo. Los ojos de Javier Eguren han visto mucho dolor, aunque prefieren quedarse con una sonrisa. "A mí me gusta ver cómo aliviamos el dolor de esa gente, que al final es lo que nos proponemos en cada misión". Nunca solucionar un conflicto, sino aliviar sus consecuencias negativas. Médicos Sin Fronteras aporta apoyo médico, pero también psicológico y sobre todo formación para que cuando ellos no estén, estén otros.

Pese haber vivido guerras tan feroces como la de Siria, el ovetense nunca pasó miedo. "He vivido situaciones tensas, pero acabas saliendo de ellas. Para los sitios en los que hemos estado, tuvimos pocos problemas. También es verdad que en general no van a por nosotros", asegura el ovetense. En todos los países que ha pisado desde hace dos décadas, ha sido buen recibido: "La gente en la calle siempre está encantada con nuestra presencia. En las autoridades en cambio hay cierto contraste. Por un lado saben que nos necesitan y por otro, no quieren reconocerlo".

Javier Eguren no es capaz de quedarse con ningún destino porque, según dice, con todos ha desarrollado "un vínculo especial", ahora bien si tiene que destacar uno, ése uno es Siria. "Me quedó grabado porque, antes de la guerra, Siria era un país con un nivel de vida parecido al de España. Y eso lo notabas cuando atendías a la población en los hospitales de campaña. Te preguntaban: ¿No tenéis escáner? O a lo mejor les dabas un medicamento genérico y te decían: "No, es que mi médico me daba este fármaco". Te indicaban hasta la marca...", relata.

En Médicos Sin Fronteras entró por mediación de un amigo en 1996. "De aquella vivía en Madrid. Tenía ganas de marchar de allí y mi amigo me pidió una entrevista con la ONG en Barcelona. 'Pero si yo no soy médico', fue lo primero que dije. Nunca pensé que pudiese entrar en la organización", explica Eguren. En ella trabajan en la actualidad unas 400 personas gestionados desde Barcelona -el resto de sedes están en Ginebra, París, Amsterdam y Bruselas-. Algunas, como el ovetense, están activas años tras años y otras, marchan y vuelven, se casan, tienen hijos y vuelven otra vez...

"Como yo, hay pocos", bromea Eguren, que reconoce que compaginar las misiones con una vida en España "no es fácil". Ahora, el cuerpo le pide estar un tiempo en su tierra -"llevo décadas sin pasar un verano en Asturias y me apetece", dice-, así que en mente tiene quedarse una temporada en su patria. "Hacemos actividades de concienciación y a ello me dedicaré un tiempo". Aunque siempre con la intención de salir al mundo y salvar vidas.

-Hay que ser valiente para ir a tantos países en conflicto.

-No, desde fuera se magnifica todo siempre. No somos superhombres ni supermujeres. Somos gente normal. Y lo que yo hago, lo puede hacer cualquiera. Solamente hay que ponerle ganas.

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