Tana es una burra de seis años y medio que se acurruca atemorizada a la sombra de la casa en la aldea de Meruxa, concejo de Grado. De pelo claro y desmadejado, la pollina tiene su grupa teñida de desinfectante azul y no deja acercarse a nadie, salvo a su propietario Jesús Fernández Patallo. "Creí que se moría, ahora ya empezó a comer y a moverse pero fue terrible verla herida".

En la noche del pasado sábado al domingo Tana fue sorprendida en un prao próximo por un animal salvaje. Jesús lo tiene claro: "fue un oso. El veterinario me dijo que la huella de las garras estaban clarísimas".

Roberto Hartasánchez, presidente de la ONG Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (FAPAS) reconoce sus dudas sobre el animal causante del daño pero asegura que "no es nuestra misión distinguir entre el ataque de una u otra especie. Lo que queremos es echar una mano, poder ayudar a los afectados y aportarles información".

A escasos metros del lugar del ataque el FAPAS instala una cámara de control de fauna salvaje. "Hay que buscar bien los sitios, allá donde creamos que el animal tiene más fácil moverse". Un camino, por ejemplo. Una bifurcación de senderos, además.

Hartasánchez elige el lugar e instala el aparato. Cámara con tarjeta, que funciona a pilas y que se activa a través de sensores de movimiento y calor. El FAPAS tiene unas 120 cámaras instaladas en una veintena de concejos del interior de Asturias. La primera fue instalada en 1990. "Nos las prestaron unos investigadores franceses, fue en Somiedo y a las 24 horas ya teníamos la primera foto de un oso", recuerda.

Esta inmensa red de control de fauna aporta medio millón de fotografías al año con algún tipo de fauna en pantalla. Hay cámaras que llevan instaladas en el mismo lugar desde hace cinco años. A través de ellas no se puede saber el número de ejemplares de una determinada especie en la zona, pero sí la evolución de su población. Por lo general, a la baja, incluidos lobos y hasta jabalíes.

- ¿Hay menos jabalíes que hace años en Asturias?

-Hay menos en las zonas donde nosotros controlamos. La presión de caza es enorme. Aquí ya se caza todos los días, cualquier día van a dejar cazar también por la noche.

La cámara de Meruxa quedará instalada durante unos días, a la espera de que aporte imágenes que aclaren la supuesta presencia de osos por el lugar. "La sensación que tienen muchos ganaderos es que, por ejemplo, están rodeados de lobos. Cuando instalamos cámaras los lobos no aparecen", explica Roberto Hartasánchez mientras comprueba que el dispositivo funciona.

No muy lejos de Meruxa, pero ya en el concejo de Candamo, se sitúa la segunda misión del día. En este caso se trata de comprobar los resultados de una cámara instalada a primeros de mes en una zona donde se produjo un ataque a un grupo de cabras. La cámara funcionó durante una semana hasta que se agotaron sus pilas. Decenas de fotografías pueden ser visionadas sobre el terreno mediante una tablet, pero no se ve fauna salvaje. Ratones de campo, palomas torcaces... A veces el movimiento de las plantas del entorno a causa del viento engaña al visor y se capta una imagen inútil. Incluso los cambios bruscos de luz pueden activar el dispositivo. "Nos dijeron en la zona que habían sido lobos, pero no sé... Los lobos vuelven donde encontraron comida fácil. Y no es el caso. Si me pregunta si es razonable que en esta zona haya lobos, la respuesta es no, pero nunca descartamos nada".

Se opta por retirar la cámara. "Pudieron ser lobos, pudieron ser perros. Los lobos matan para comer, los perros para jugar, pero ya digo, no entramos en esas discusiones", dice Hartasánchez, que recuerda las primeras cámaras instaladas: "eran de rollo analógico, tiraban 32 fotos y las llevábamos a revelar". Hoy una cámara puede aportar más de 12.000 fotos en seis meses y las hay hasta con autonomía de un año.

Tercer capítulo de la jornada. Concejo de Teverga. En el Pando de Cuña, a unos 900 metros de altitud, el FAPAS tiene unas seis hectáreas de su propiedad que han dado grandes resultados fotográficos. No es fácil llegar hasta la finca, a través de una pista forestal que cuando llueve se vuelve una laguna. La pista está llena de huellas en el barro resecado por la escasez de lluvias: jabalí, lobo, zorro, ciervo... Excrementos de tejón y, de la empalizada para adentro, un árbol entre otros muchos que es como un libro abierto, sobre todo porque está justo enfrente de una cámara que no para de hacer fotos.

Apenas se ven si el experto no nos guía. Cuatro pequeños clavos sobresalen un par de centímetros del tronco. En este roble se frotan osos, jabalíes y venados. Y entre esos clavos, instalados a unos 150 centímetros del suelo, quedan pelos, valioso material biológico que permite extraer ADN.

La finca del FAPAS es un espacio acotado para que, a lo largo del tiempo, aporte datos de evolución poblacional. El control de las 120 cámaras supone un trabajo intenso. Instalar, desinstalar y reponer. Esta misma semana la ONG ha adquirido cincuenta nuevos aparatos, de fabricación china, alta calidad óptica y bajo consumo. Permiten ráfagas de fotos, el único medio para precisar el paso rápido de determinada fauna. Un grupo familiar de lobos, por ejemplo. "Las cámaras las costeamos nosotros, los 9.000 socios. No queremos un euro de subvención".