"Gordo", "gafotas", "inútil", "zapatones"... Éstos son algunos de los insultos que se convierten en sustantivos con los que dirigirse a un compañero y suelen ser los primeros indicios de acoso escolar. Hay más. Muchos más. Y no se limitan al recinto educativo. Los acosadores persiguen a sus víctimas por las calles, las insultan en público y los bulos corren de boca en boca a la velocidad del rayo. Por si esto fuera poco, las redes sociales son el altavoz preferido por los agresores.

Los especialistas y los docentes más sensibilizados piden que se implanten vigilancia y medidas cautelares en los colegios e institutos, desde el patio hasta en los baños. Pero, sobre todo, reclaman planes educativos de prevención, centrados en "los observadores", aquellos compañeros de clase a los que se les debe inculcar que tienen que actuar con valentía denunciando los hechos.

Pero ¿qué es el acoso escolar? El psicólogo y profesor de la Universidad de Oviedo David Álvarez lo define como aquellas situaciones "muy concretas y con intencionalidad en las que se produce maltrato continuado, rechazo, empujones, insultos, agresiones, amenazas, coacciones, que la víctima sufre provocándole baja autoestima y soledad al carecer de una red de apoyo social". Y advierte del riesgo de las nuevas tecnologías.

En este sentido, destacó que la solución debe ser global, actuando de manera conjunta y coordinada los profesores y las familias. En el primer caso, reclamó implantar en los centros educativos protocolos de prevención, detección y actuación, en los que se ensalce la figura del "observador valiente", para que los compañeros de la víctima actúen y se rompa "la ley del silencio en la que se sustenta el acoso". Un principio que también se debe romper en las redes sociales y para lo que está resultando positiva la cibermediación.

Las familias, por su parte, deben mantener el control sobre el móvil y el ordenador de su hijo, educar en valores y estar atentas a la actitud de los menores para detectar cambios de carácter o de comportamiento.