El sacerdote gijonés José Luis Sánchez Díaz, canónigo de Covadonga, falleció en Oviedo anteayer, a los setenta años y dejando tras de sí las huellas de una extensa trayectoria pastoral expandida a lo largo de casi cuatro decenios. Sánchez (Gijón, 1947) combinaba desde 2012 su destino en el Real Sitio con las ocupaciones de párroco de La Riera y Covadonga, donde culminó una amplia y diversa carrera que también le hizo ser, entre otras ocupaciones, coadjutor en la parroquia gijonesa de San Pedro y le otorgó diversas responsabilidades en otras de Allande y Caso. Los problemas de salud que padecía se agravaron en las últimas semanas y hubo de ser ingresado en el Hospital Universitario Central de Asturias, donde falleció anteayer. La capilla ardiente ha quedado instalada en la Casa Sacerdotal de Oviedo y el funeral se oficiará en la Catedral hoy a las doce y media del mediodía. Tras recibir sepultura en el cementerio gijonés de Ceares -mañana, a las once de la mañana-, será recordado en un funeral programado para mañana a las cinco de la tarde en la Basílica de Covadonga.

Juan José Tuñón, abad de Covadonga y compañero de estudios y promoción sacerdotal de Sánchez, al que retrató como "pastor de entrega relevante y admirable", destacó ayer la "laboriosidad", la "generosidad" y el "entusiasmo" como las guías de su actividad pastoral, así como su disposición por reavivar las tradiciones eclesiásticas, entre otras la de la devoción por la Semana Santa de Gijón, de la que fue uno de los grandes impulsores. Formado con los Jesuitas, José Luis Sánchez ejerció nada más ser ordenado sacerdote, en 1979, como coadjutor en San Pedro, ocupación que desempeñó hasta 1982 y a la que volvería en una segunda etapa, entre 1993 y 2000. En los once años que las separan, el sacerdote cultivó la actividad pastoral "en zonas difíciles del ámbito rural" como ecónomo y encargado de varias parroquias del Valledor y Berducedo, en Allande, y repitió la experiencia después, de 2000 a 2012, como párroco en Caso, entre otras parroquias en las de Campo de Caso y Caleao. Desde hace más de cuatro años ejercía su magisterio en Covadonga.

En todos sus destinos dejó, según la semblanza de Tuñón, el sello de "su sentido sacerdotal, su laboriosidad pastoral y su preocupación por las parroquias en las que estuvo destinado". Fue además "un trabajador generoso" y un sacerdote al que siempre le gustó cultivar la relación cordial con sus fieles. De su última etapa en Covadonga, el abad recordará a un "gran devoto de la Santina" que desarrolló "una labor más que positiva en el confesionario y la atención a los peregrinos".