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VICENTE DÍAZ GONZÁLEZ | Cantante

"Tán quitando de cantar hasta en las sidrerías, yo más gorda nunca la vi"

"Volviendo de un concierto de madrugada me dormí al volante y tuve un buen susto; medité si merecía la pena seguir actuando y decidí que no"

El día en que Vicente Díaz cambió el oficio de chapista por el de siderúrgico, en Ensidesa, pensó que le había tocado la lotería. Pero no era oro todo lo que relucía: destinado a las baterías de coque de Avilés, la agresividad de ese entorno laboral truncó su futuro como cantante de tonada. Años después logró el traslado a un almacén de maquinaria y más tarde completó su vida laboral en el departamento de mantenimiento informático de la gran siderúrgica, pero entre medias el Vicente Díaz cantante había cambiado de género y animaba las romerías y los bailes al son de "Asturias de mi querer", "La payariega", "La Santina", "Sentí una gaita sonar" y otras piezas de parecido tenor.

Carretera y manta. "Empecé con la guitarra y mi voz. No había más, ni equipo de sonido tenía de aquélla; iba a cantar donde me llamaban y me adaptaba a lo que encontraba, ya fuera la instalación del local o el amplificador de una orquesta. La compra de material fue una de mis primeras inversiones. ¡Los kilómetros que me metí, madre mía! No debe haber sala de fiestas en la que no cantara: el Bohemios de Piedras Blancas, el Maijeco de Grao, La Escalera de Tineo, el D'Angelo de Gijón, el Nessy de Oviedo... Por el invierno actuaba en salas de fiestas -que por cierto, ya no queda ni una abierta, ¿qué pena, eh?- y por el verano hacía bolos en romerías. No paraba, ni vacaciones tenía. Cuando llegaba el verano, cogía el mes de vacaciones y otro de permiso para atender los compromisos. El 'llenapraos' me llegaron a llamar, todo por una ocurrencia que tuvo un día 'El Rucu' (José del Río Secades, el guitarrista de la orquesta 'Dominó')".

Llegan los vástagos. "Tuve cuatro hijos que, de momento, me han dado un solo nieto, Hugo. Son Carmen, que vive en Piedras Blancas; Elena, casada con un músico del grupo 'Dixebra'; Javier, que está metido en el mundo de los vídeos y la programación, y Laura, que compartió escenarios conmigo y al retirarme del espectáculo marchó para Canarias porque aquí no encontró manera de abrirse camino. Ye que, además de cantar bien, hay que tener suerte".

Rumbo a América. "Joaquín García, del grupo de gaitas del Centro Asturiano de Caracas, me abrió la puerta de América. A Venezuela fui cinco veces, aprovechando casi siempre para hacer turismo con mi mujer porque ya digo que no tenía vacaciones. También actué en Santo Domingo, Argentina y México. Por Europa fui a Berna, Bruselas y París. Era tremendo cantar en esos sitios: me recibían como si fuera Julio Iglesias, tenían mis casetes y pasaba igual una hora firmándolos y, sobre todo, ¡cómo lloraban con las canciones, oye! Qué cosa más grande ye el amor a la tierra y qué felicidad el haber podido llevar un cachín de Asturias hasta América en forma de canciones. Porque ni mucho menos todos los emigrantes pueden permitirse pagar el viaje para venir a Asturias, ¡eh! Hubo uno, amigo mío, que volvió al morir para ser enterrado en La Mortera (Candamo) y dejó dicho que quería que yo le cantase "Asturias, patria querida" cuando lo metieran en el nicho... Y se la canté, claro, aunque no sé ni cómo me salió la voz del cuerpo aquel día".

"¿Qué tien esta sidrina?". "Puede que haya sido la canción que más veces me pidieron y ojalá se siga cantando cuando yo no esté; por lo menos gustaríame que se cantase mientras en Asturias sigamos bebiendo sidra. De todo mi repertorio sólo compuse tres canciones y ésta es una de ellas; las otras apenas se conocen: una tonada y un villancico. ¿Que cómo surgió? Pues fue un día que estaba con la mujer tomando algo en Casa Lin (popular sidrería avilesina) y de aquélla eran novedad esos carteles que todavía se ven por ahí con las expresiones que usa la gente para opinar sobre cómo está la sidra. Fue empezar ella a leerme el cartel y yo ya estaba poniéndole música a la letra: 'Ta sabrosona y cantarina / ta pistonuda y bébese bien. / A mí gústame, fai la voz agua / fai rebelguinos, tien estrellín". Fue un pelotazo, desde luego, hasta la tengo oída de tono de llamada en los teléfonos móviles".

El declive de las romerías. "Lo ve cualquiera: las romerías ya no son lo que eran. Y es una pena porque forman parte de la identidad de Asturias. Pero ye lo que hay. La gente no bebe porque sabe que camino de casa te para la Guardia Civil, te pone el soplímetro y la tienes liada. Y si la gente no bebe, pues tampoco se anima tanto a bailar. Luego está lo de estas orquestas de ahora, que son todo luces, aparatos electrónicos y canciones en inglés; sólo tocan temas para los chavales. ¿Y la gente mayor, qué? ¿Qué fue de aquellas orquestas como 'Los Satélites' y 'Compostela'? Hace unos días fui en Avilés a ver a 'París de Noia' y aguanté tres canciones: mucho espectáculo, pero nadie bailando. Yo sigo escuchando a Jorge Negrete, Vicente Fernández y Nino Bravo; me gusta la gente que canta, no la música de ordenador".

Fin de trayecto. "En 2014 tuve una actuación en Salas y esa noche dormí mal. Al día siguiente, otra en Cangas del Narcea y volviendo para casa a eso de las cinco de la mañana, a la altura de Pravia, me dormí al volante. Pegué cinco veces contra el quitamiedos, que si no llega a estar allí no lo cuento. Ese accidente me hizo cavilar mucho, llegué hasta a caer en depresión. En 2015 noté que iba muy forzado en las actuaciones; yo soy de dar el 100 por ciento, o por lo menos el ochenta, y no estaba a gusto. Ese no era yo. O sea que le di vueltas al tema, consulté con la almohada, me pregunté qué hacía cantando si gracias a Dios no me falta dinero para comer ni una caña para pescar. Y decidí dejarlo, por eso de que una retirada a tiempo es una victoria. No me arrepentí de esa decisión ni un día. Ahora soy un hombre feliz: tengo una pomarada, hago sidra, siego y atiendo la finca, salgo a pescar xargos siempre que puedo, de vez en cuando montamos una comida los amigos y canto si me apetece para ellos y para la familia. También a veces echo un cantarín en la sidrería El Collaciu del Carbayedo, que debe ser la única de Avilés donde dejan cantar. Yo más gorda nunca la vi: ahora tán quitando de cantar hasta en las sidrerías. ¿A qué vamos llegar?".

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