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ANÁLISIS

Un millón de minutos para el Consejero de Educación y Cultura, Genaro Alonso

Las asignaturas pendientes de la Educación asturiana

El tiempo vuela, pero ojo al dato: lo dicen quienes lo pasan bien. Se habla estos días de David Eagleman, neurocientífico de la Universidad de Stanford, padre de la teoría de la percepción del tiempo, concepto que varía -explica- según marquen la pauta los cinco sentidos y el mayor o menor estado de bienestar mental. El tiempo pasa lento en situaciones de susto y cuando estamos sometidos a descargas de adrenalina, y se ralentiza hasta la parálisis en situaciones de aburrimiento; a mayor confusión, más lento corre el reloj (es un decir).

Quizá el consejero de Educación y Cultura, Genaro Alonso, se sorprenda de estar llegando ya al ecuador de su mandato. Dos años, que se cumplirán en junio, al frente de un sector -el educativo- que, dicho con todos los respetos, se parece a veces a una gigantesca jaula de grillos. ¿Le han pasado rápido o lento estos casi 23 meses de gestión al Consejero? Habrá que preguntárselo. Alonso lleva dos años contestando en la Junta General del Principado a idénticas preguntas de la oposición (a veces incluso en la misma sesión parlamentaria), lo cual nos conduce a otra variable del problema: la pérdida de tiempo. Seguro que también contesta a esto.

En política funciona el presente, que es tiempo real. El pasado y el futuro no dejan de ser ilusiones temporales que construimos a base de recuerdos (cuando echamos una ojeada al retrovisor) y proyectos (cuando encendemos las luces largas para atisbar en la oscuridad de lo no ocurrido).

Hasta aquí el rollo filosófico, y felicidades al lector que, superado el mar de reflexiones, ha llegado hasta estas líneas. Ha perdido o ganado, según se mire, un minuto justo de su vida. Si quiere comprobar que es así, eche un vistazo al minutero y vuelva a empezar la lectura. Y en todo caso no se preocupe demasiado por ese minuto que se fue al limbo: le quedan 1.439 en las próximas 24 horas y 43.200 de aquí a un mes. Parecen mucho y no son nada, así que no pierda el tiempo.

De hecho, y no es por apurar, al Consejero Genaro Alonso sólo le restan exactamente 1.040.000 minutos para solucionar los más que numerosos asuntos que tiene sobre su mesa y que tienden a enquistarse ad infinitum. El enquistamiento no tiene nada que ver con el titular de la cartera, según nos dicta la voz de la experiencia. Viene de fábrica.

Queda por resolver el contrato programa con la Universidad, concretar el Plan de Ciencia en el que nos jugamos mucho, el reconocimiento de la especialidad del Asturiano (el Gobierno central lleva vergonzosamente jugando al trile desde hace años y ninguneando una lengua que para algunos parece que apesta), dar un empujón al nuevo mapa escolar del Principado -asumo que da pereza, por lo de los grillos de los que hablábamos antes-, solucionar de una vez por todas los incumplimientos con los profesores de la concertada, bajar ya las dos horas extra de carga lectiva que el decreto Wert de 2012 endosó a los profesores de la red pública en Secundaria (otras comunidades ya lo han hecho), y quitarse del medio asuntos que parecen banales pero se vuelven crónicos hasta la extenuación: los pagos por itinerancias a los docentes interinos o esta absurda polémica de prohibición de conciertos a los profesores de los Conservatorios. Parapetados en las lecciones y cicatrices del "caso Marea" nos vamos a volver todos de la Liga Higienista en materia administrativa.

Quedan dos años y más de un millón de minutos. Alonso, buen gestor y hombre de palabra hasta donde el que suscribe alcanza a ver y entender, también puede poner sobre el tapete logros que lucen: unas oposiciones con más de 400 plazas en Secundaria, un impulso a la Formación Profesional Dual que en principio suena muy bien y, aunque haya sido por imperativo legal, la universalización del cobro del plus de productividad, abierto ahora a los interinos que cumplan con las condiciones. A la fuerza, pero sin hacer el papelón de un recurso judicial inútil.

Medallas aparte, al equipo de gobierno de la Consejería de Educación le queda un mundo por recorrer. La relatividad del tiempo se hace palapable en un sector, el educativo, donde los deberes nunca terminan. El mito de Sísifo en la plaza de España.

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