Justo antes de terminar su discurso, ardoroso y vehemente, a veces vociferante, Susana Díaz se acordó de reivindicar para sí la voz de un PSOE "rebelde, de un partido que lleva 140 años siendo de izquierdas". La candidata a secretaria general no mencionó a Pedro Sánchez, el adversario que a diario le afea la abstención ante el PP, el aspirante cuyos seguidores visten camisetas que dicen "soy rojo y de izquierdas", pero enfiló la recta final hacia las primarias disputándole ese espacio donde residen, aseguró ayer Díaz, las esencias del "PSOE de siempre". La presidenta de Andalucía terminó su arenga en Gijón, alrededor del millar de personas en el polideportivo de El Llano -1.200 según los organizadores-, dirigiendo directamente a la emotividad de su auditorio la historia de la socialista que aprendió a serlo "en aquella Casa del Pueblo pequeñita, de la mano de militantes veteranos que me enseñaron a ser de izquierdas en lo privado y en lo público".

Díaz, que de paso dijo también que vive "en la misma casa y en el mismo barrio que cuando no era presidenta", tampoco había pronunciado expresamente Podemos cuando dirigió la carga hacia "ésos que pasean en autobús" y gritó que "no nos van a acomplejar los que dicen ser más de izquierdas que nosotros, los que tratan de intimidar a los socialistas". "Os digo que no voy a dejar que nadie arrodille al PSOE, que nadie lo humille", bramó. "Que nuestra hoja de servicios a este país está llena de derechos y libertades". Así remató la semana en la que el senador de Compromís Carles Mulet rompió una foto de la candidata en la Cámara Alta y agitó desde fuera y por dentro las vísperas de las primarias del PSOE.

A siete días de la elección, en la tierra del presidente de la gestora socialista, Susana Díaz elevó la voz, pidió "respeto", "ni un insulto, ni una mala palabra", y prometió ser "la secretaria general de todos los socialistas, hayan avalado a quien hayan avalado". A sus pies, literal y figuradamente, en la mitad de la pista del polideportivo de El Llano escuchaban alrededor de un millar de seguidores entregados, muchos de ellos con cargo vigente o pasado en los distintos niveles de las administraciones socialistas. Estaba todo el gobierno del Principado a excepción de un consejero -el de Empleo, Francisco Blanco, que en este proceso ha acudido a los actos de la candidatura de Patxi López- y del jefe del Ejecutivo autonómico, Javier Fernández, que guardaba con su ausencia la apariencia de neutralidad que le exige su cargo al frente de la gestora. Estaba todo el grupo parlamentario socialista en la Junta salvo el propio Fernández y Jesús Gutiérrez, a la sazón secretario de organización de la Federación Socialista Asturiana. Había algunos alcaldes -36 de los 49 regidores del PSOE han apostado por Susana Díaz, se encargó de recordar la secretaria general de Juventudes Socialistas de Asturias, María Vallina, en una de las intervenciones previas a la de Díaz- y dos expresidentes del Principado, Vicente Álvarez Areces y Antonio Trevín, además un rosario de concejales y exconcejales, consejeros y exconsejeros, directores generales de ahora y de antes, y así sucesivamente hasta completar el paisaje humano de lo que sus adversarios llaman "el aparato".

Escucharon a la candidata desgranar en más de media hora de parlamento un discurso enviado a las emociones del auditorio, con una recopilación de los grandes éxitos de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, con unos cuantos "somos el PSOE de siempre", con otro "somos el PSOE, y el PSOE es mucho PSOE", y un arranque a mayor gloria del ausente que para empezar glosó a Javier Fernández como "un maestro al que admiro, al que quiero, del que me siento orgullosa, un gran socialista". Gritaba, y saturaba a veces la megafonía. La voz le aguantó el mitin entero y ella misma hizo ademán de limpiarse alguna lágrima después de hacer de su arenga una reivindicación recurrente de la sustancia de un PSOE de izquierdas. De "una izquierda útil", matizó en un momento, "aunque haya a quien le moleste que lo diga" -Mulet criticó a Díaz por llamar a Podemos "izquierda inútil".

En el polideportivo de El Llano, con el escenario colocado a media pista para achicar el espacio, el "Color esperanza" que escupe la megafonía de los actos de Pedro Sánchez se sustituye aquí por un bucle del himno del PSOE. Se venden a seis euros rosas para prender en la solapa que dicen "Susana ilusiona" y el auditorio, a diferencia de lo que ocurre allí, está plagado de caras conocidas. En un comunicado, el grupo asturiano de apoyo a Susana Díaz agradece la asistencia de "militantes y simpatizantes de todas las agrupaciones de Asturias" y se enorgullece de que "al contrario de lo que sucedió en el acto convocado en Gijón por otro de los candidatos, no acudieron militantes llegados en autobuses de otras regiones".

A los que sí asistieron les invitó la aspirante a "dejar de lamentarse y mirarse el ombligo" para pasar a "explicar a este país que tenemos un proyecto para volver a hacernos cargo de España". Y al entrar en la parte de ese plan donde con más intensidad se va a librar el resto de su batalla con Pedro Sánchez, Susana Díaz blande la Declaración de Granada y el traslado del federalismo a la Constitución antes de dejar constancia de que su idea sobre la articulación territorial del Estado prefiere llevar el debate hacia la certeza de que "las personas están por encima del territorio". "La única bandera que me emociona es la de la igualdad", remarca Díaz.

Consciente de que el reparto de avales la obliga sobre todo a tratar de enjugar la distancia que Pedro Sánchez le saca en Cataluña, persuadida de que allí su adversario ha optado por apuntarse a una "nación de naciones con una sola soberanía", Díaz perseveró ayer en su intención de desviar la discusión hacia la defensa de una España "moderna, federal y plural, pero también solidaria y sensible, que garantice la igualdad" en la prestación de los servicios. "La diversidad nos hace ricos", remata, "pero lo que nos hace dignos es la igualdad".