"Siempre me he sentido parte de un hermoso grupo de audaces atrevidos, visionarios de un mundo mejor, empoderados para un territorio, una naturaleza y una ciudadanía que impulsaba a echar horas y horas ajenos a relojes y fichajes de entrada". Quien escribe con esa pasión sobre su profesión, la del funcionariado público, es el director general de Desarrollo Rural y Agroalimentación del Principado de Asturias, Jesús Casas. Sale a cuento su defensa (en un artículo publicado en un medio digital nacional) al trabajo desempeñado en la Administración por las recientes declaraciones que hizo Antonio Banderas en un programa de televisión. El actor dijo, en resumen, que qué se podía esperar de una sociedad en la que sus jóvenes solo aspiraban a ser funcionarios, algo que en su opinión implicaba no tener ideas. "Yo que llevo 34 años en esto, me sentí dolido", afirma a LA NUEVA ESPAÑA Casas.

Y por eso estas palabras: "Me hice funcionario porque quería hacer cosas, cambiar el mundo, no porque no tuviera otra salida profesional". Aunque reconoce que a lo largo de su carrera no siempre fue fácil cumplir el objetivo. "En ese camino aprendimos a codearnos con esa clase política que a veces impulsa y no pocas veces, digámoslo claro, bloquea. Descubrimos que los gobernantes lamentables son mucho más abundantes que los dignos, y que de vez en cuando un miserable llega al poder". Y lamenta: "Sentimos en nuestras carnes el etiquetaje político, los marcajes y los encasillamientos...".

Casas, madrileño e ingeniero superior de montes, sabe de lo que habla. Trabajó con el PP y con el PSOE, pero él insiste en que es solo "un profesional de la Administración al servicio del gobierno de turno". "Es un trabajo extraordinario el mío. Todos los días me pregunto en qué puedo, desde mi pequeño rincón, ayudar a que el país sea mejor". En eso consiste ser funcionario, dice Casas. "Y si hay un compañero apagado es porque alguien mató sus ilusiones".