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La explicación de la renuncia del consejero Francisco Blanco

Choques con el resto del Gobierno, algún roce en la actividad de su área y un fondo de tensión política por las primarias

La explicación de la renuncia del consejero Francisco Blanco tiene dos niveles: el primero, el interno, de puertas adentro del gobierno y de su consejería, que justifica el desafecto; el segundo, el de las tensiones en el PSOE y sus primarias, a modo de telón de fondo no determinante pero que establece un contexto que sí influyó.

Francisco Blanco ha tenido tropiezos en el área que gestiona: no tanto con sus principales colaboradores (los directores generales), sino más bien con todo lo demás. La relación con sindicatos y patronal ha sido correcta y cordial, pero sin más ampatías que las justas, aunque algunas decisiones como la destitución de Alfonso del Río en Asturex no gustó a los empresarios. Los recortes presupuestarios, limitaciones jurídicas para impulsar algunas de sus propuestas y algún que otro encontronazo han hecho calar en el hasta ayer consejero cierto desánimo. Pero a ello se suma el contexto: Francisco Blanco expresó sus afinidades con Pedro Sánchez cuando los barones, entre ellos Javier Fernández, andaban en plena batalla para forzar la abstención que permitiese la investidura de Rajoy. Jugó a tirar la piedra y esconder la mano. En su cuenta de Facebook, por ejemplo, publicó tras la caída de Pedro Sanchez la imagen de una portada de "Julio César" de Shakespeare en la que se ve al romano apuñalado por su hijo. Negó que tuviera relación con las cuestiones internas del PSOE sino con las lecturas de clásicos que le ocupaban en el momento. Cuando los socialistas se abstuvieron en la investidura de Rajoy utilizó esta vez su cuenta de Twitter para publicar una viñeta humorística en la que se veía a Rajoy y, tras él, celebrando su investidura a Felipe González y Susana Díaz. Aquello despertó críticas de socialistas que él trató de atenuar con un "a ver si no nos podemos reír del PP".

Cuestiones como éstas fueron creando una creciente distancia entre Blanco y el resto de consejeros: especialmente con Dolores Carcedo. Ya en la campaña de las primarias, la Federación Socialista Asturiana (FSA) recibió con sorpresa la confidencia de los socialistas vascos de que Francisco Blanco sería el abanderado de Patxi López en Asturias. Y aunque se vio al hasta ahora consejero de Empleo en un mitin de López, luego acudió a otro organizado por los sanchistas. Otro juego al despiste.

Pero quizás el incidente que desencadenó la marcha de Blanco tuvo que ver con las ayudas para la Fundación de las Comarcas Mineras (Fucomi). Blanco defendió la imposibilidad de conceder subvenciones directas para cursos a la Fundación ya que la ley exigía que concursase a ellos. Aquello fue la puntilla para Fucomi, que apenas consiguió financiación y Francisco Blanco recibió el pasado febrero las críticas airadas de la gestora del PSOE de Mieres, controlada por el secretario de organización de la FSA Jesús Gutiérrez. Aquella "zancadilla" interna exasperó a Blanco, según las fuentes consultadas, quien no recibió de Javier Fernández el amparo que deseaba. Más o menos, la sensación que obtuvo fue la de que el resto del gobierno le decía que no podía esperar otra cosa dada su posición "sanchista" a la contra en un gobierno férreamente "susanista".

Ya en febrero Francisco Blanco trasladó a Javier Fernández su deseo de abandonar, y el presidente del Principado le pidió aguardar a que pasasen las primarias. Blanco aceptó, porque de hecho su relación con Fernández no es mala. En su despedida, Blanco recalcó que se ha sentido siempre "respaldado" por el Presidente.

Dicho y hecho, el lunes se formalizó la decisión que el gobierno regional tenía previsto anunciar hoy viernes, pero que anticipó LA NUEVA ESPAÑA.

Francisco Blanco volverá a sus clases en la Universidad de Oviedo y aunque él mismo ha asegurado que ni las desavenencias internas ni las políticas son la causa, constituyen el marco que explica su marcha: el de un desafecto creciente que quizás haya dejado en el consejero cierto regusto a decepción.

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