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La guía secreta de Asturias

La vida detenida

La "casa del marco" en Villarquille, San Martín de Oscos, muestra al viajero cómo era el día a día de quienes habitaban las aldeas hasta mediados del siglo XX

La vida detenida

A primeras horas de la mañana, en buena parte de los Oscos hay ocasiones en las que un mar de niebla precede a la salida del sol. Ese proceso de la luz abriendo el cielo y poniendo a brillar los tejados de pizarra y las lajas que cierran las fincas resulta espectacular para quien no está acostumbrado a este paisaje, tan único y diferente pero no por ello menos asturiano que el resto de la provincia, que define tan bien su personalidad y la de quien allí habita.

Tierra de ferreros, de pueblos plateados con casas de piedra y ríos y cascadas que reverdecen sus prados y colinas, creando pequeños paraísos a los que se llega por sus carreteras comarcales, los Oscos sufre también en sus carnes, más en unos sitios que otros, la partida de quienes habitaron sus pueblos, dejando como legado el lugar donde nacieron, crecieron y tomaron decisiones. Para contar su historia, su forma de vida, los oficios ejercidos y las situaciones vividas en la aldea nació hace años en la localidad de Villarquille, en el concejo de San Martín de Oscos, el Museo de la Casa Campesina, que se muestra en la que se conoce como "casa del marco". Debe este nombre a que bajo uno de los bancos de madera del viejo llar existe un marco que determinaba la división, antaño, entre Grandas de Salime (a la que pertenecía una parte de la casa) y San Martín (el resto), algo peculiar, sin duda, y que nadie sospecharía si no se lo cuentan.

La vida del campo que aquí se muestra es la referida a la sociedad rural hasta mediados del siglo XX. Si bien es cierto que en ella se muestran los oficios, el trabajo diario y los recuerdos -en forma de varios retratos que pueblan su sala principal-, se trata de una casa poderosa y grande, cosa que no sucedía con buena parte del resto de las casas, que eran en general más pequeñas y humildes.

Aunque existe un centro de interpretación de la misma, además de un área recreativa, lo que más impone es el momento en que se traspasa el umbral de esta casa y una vez dentro se percibe, tras el primer golpe de oscuridad que pronto se disipa, un silencio sólo alterado por el aire que pasa entre las estancias, así como el piar de los pájaros y los mugidos de alguna vaca en el exterior.

Allí está la vida detenida, la que fue, la que nos invita a imaginar a sus habitantes cuando nos van enseñando cada una de las estancias: el viejo llar, la cocina nueva (la de carbón), la lavadora de ceniza, ese pasillo pedregoso de la entrada y de cuyas paredes cuelgan los aperos y donde al final se adivina una especie de establo y ese hórreo donde cuelgan las panoyas. No faltan la vajilla de madera y la otra, el telar en una estancia exterior, el gran horno, la prensa donde se hacía el vino y su bodega o las habitaciones principales con sus camas pequeñas y esa cuna que parece invitar a que alguien la mueva. Como no está abierta a diario, los que quieran visitarla deben ponerse en contacto con el Ayuntamiento en el 985626000, que organiza las visitas guiadas.

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