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La Covadonga que Asturias perdió

Sin cueva, con la Santina tras un cristal y Pelayo como eje: así era el proyecto concebido por el arquitecto Ventura Rodríguez a finales del siglo XVIII

Covadonga sería hoy radicalmente distinta de haberse ejecutado por completo el audaz proyecto concebido por el arquitecto Ventura Rodríguez a finales del siglo XVIII. No existiría la basílica levantada en el cerro del Cueto. El peregrino no vería la santa cueva. Se toparía de bruces, al llegar al santuario, con un enorme y singular edificio: un templo circular, de estilo neoclásico, con un basamento cúbico -el actual del que brota el río Deva tras caer desde la gruta-, y sobre él, una gran estructura de dos pisos, justo delante de la cueva. En el superior, un pórtico de cuatro columnas con un frontón triangular rematado por una gran cúpula, y dentro, junto al altar, un ventanal a la altura de la cueva, un mirador para contemplar a distancia la imagen de la Santina.

Vería el visitante más un monumento a la Corona que un edificio religioso, pues la Virgen estaría relegada en un lugar secundario y el lugar central estaría ocupado por el mausoleo de Pelayo. Y la naturaleza, sometida al ingenio humano, al gusto de la Ilustración. Así, los visitantes contemplarían, según los expertos, un "hito arquitectónico de primera magnitud y de referencia en Europa", pero quizá Covadonga hubiera perdido "buena parte de su esencia", en opinión de religiosos e historiadores. El proyecto de Ventura Rodríguez fue ejecutado solo en parte (poco más que el basamento) y desechado finalmente por su elevadísimo coste, calculado inicialmente en 2,32 millones de reales (3.486 euros, una auténtica fortuna para la época), pero que se disparó hasta más allá de los 4,5 millones de reales, de los cuales ya se habían gastado 1,7 millones cuando, en 1796, se suspendieron definitivamente las obras, muy al estilo de lo que aún sigue sucediendo a menudo en Asturias con un buen número de obras públicas inacabadas.

La sugerente y original idea de Ventura Rodríguez, avalada por el rey Carlos III, chocó con la visión continuista de los canónigos, que aspiraban a rescatar de algún modo el denominado "Milagro de Covadonga", un templo de madera que sobresalía de la cueva, de tal manera que parecía suspendido en el aire, lo que apuntalaba la leyenda que decía que había sido colocado allí por los ángeles, y que quedó destruido en 1777 por un incendio. Sustituirlo por un edificio de sesgo claramente laico, en el que lo religioso quedaba relegado por lo político cosechó un rechazo frontal. No obstante, los canónigos nunca verbalizaron estos recelos y se limitaron a señalar en sus escritos que el proyecto chocaba con la tradición de Covadonga.

¿Fue un error o un acierto desechar el proyecto de Ventura Rodríguez? ¿Habría ganado o perdido Covadonga con aquel monumental edificio? Son dos preguntas en las que los conocedores del santuario no se ponen de acuerdo. Todos comprenden la oposición de los canónigos a un proyecto que para la mentalidad dominante en la época resultaba desmesurado e implicaba una radical transformación de Covadonga, pero mientras algunos consideran que descartar aquel edificio fue "un error garrafal" otros mantienen que fue "un acierto total".

El abad de Covadonga, Juan José Tuñón, señaló que el "gran proyecto" de Ventura Rodríguez respondía a la "concepción política del momento sobre el trato que se debía dar a los edificios", dando prioridad al mausoleo de Pelayo y dejando en segundo plano a la cueva y a la Virgen, lo que provocó el rechazo de los religiosos. "El tiempo ha venido a demostrar que desechar aquel proyecto fue positivo, pues hoy Covadonga solo se entiende como integración de múltiples elementos, entre los que destacan, la Virgen, la montaña, la naturaleza y la gruta", señaló Tuñón, quien lanzó una pregunta: "¿Construiríamos hoy un edificio de esa envergadura delante de la cueva?". Él cree que no y destaca que aquel edificio "hermoso, neoclásico y racional" era a la vez "frío" y "colocaba los sentimientos y la emoción en un segundo plano".

El abad cree que Covadonga hubiera perdido su "esencia" con aquella "especie de gran santuario nacional de la Monarquía", y que "el respeto a la montaña y a la naturaleza posterior fue "acertado", lo cual "no invalida el valor arquitectónico y artístico del proyecto de Ventura Rodríguez". Destacó la "sensibilidad" de los religiosos de la época" y calificó de "injusto" que se los haya calificado en muchas ocasiones de "opuestos al progreso", porque el paso del tiempo ha demostrado que tenían "parte de razón".

El profesor de la Universidad de Oviedo y doctor de Historia del Arte Vidal de la Madrid, uno de los mejores conocedores de la propuesta de Ventura Rodríguez, cree que desecharla fue "un error garrafal". Era un proyecto "ambicioso, extraordinario, revolucionario desde todos los puntos de vista", pero "chocaba con la concepción tradicional de Covadonga" y los canónigos temieron una "crisis devocional". Proponía una "basílica sin imagen", con la cueva tras un gran claristorio. "No se ha construido nada parecido en España" y solo podría compararse con algunos proyectos de los grandes arquitectos franceses de la época. Fue una "idea fantástica" y De la Madrid duda de que hubiera sido negativa para el santuario. Más incluso que la oposición de los canónigos pesó al final a la hora de clausurar las obras "que el presupuesto se quedó muy corto, que el sitio era muy complicado y los precios fluctuantes". La consecuencia negativa fue que Covadonga vivió "un siglo de abandono", hasta que se construyó la basílica, de estilo neorrománico, ideada por Roberto Frassinelli y levantada entre 1877 y 1901 por el arquitecto Federico Aparici.

"El proyecto de Ventura Rodríguez fue mucho más revolucionario para su época que el de Aparici para la suya", señaló De la Madrid, quien cree que Covadonga hubiera ganado "muchísimo" con aquel templo, pues hubiera dado al santuario "una imagen fascinante", con la cueva y la basílica "fundidas". Fue, quizá un proyecto "demasiado revolucionario", que hubiera supuesto un "cambio drástico", de "difícil comprensión" en aquel momento. "Pesó más la tradición", concluyó el profesor.

El subdirector del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) y cronista de Piloña, Andrés Martínez Vega, justificó la oposición de los canónigos, al ser el templo propuesto algo "ajeno" a la mentalidad de la época. "Era un gran proyecto desde el punto de vista de la Historia del Arte, pero no dejaba de desfigurar el santuario, abrazando el empeño de la Casa Real, ya desde el siglo XIII, de afianzar su poder", señaló Martínez Vega. Aquel proyecto venía a convertir Covadonga en un "lugar político", con la Santina "recluida detrás de un cristal", en un monumento "a la Corona, casi laico, que se apartaba del fervor popular". En su opinión, la Monarquía intentó con el proyecto de Ventura Rodríguez "apoderarse de la popularidad, la imagen y la tradición de Covadonga", donde situaba su origen.

Según Martínez Vega, el santuario hubiera perdido "muchísimo" si se hubiera ejecutado en su integridad el proyecto de Ventura Rodríguez, pues "aquel mamotreto desvinculaba a Asturias y al pueblo de lo que era Covadonga". De hecho, cree que hubiera caído la devoción y el número de peregrinos, que en su mayoría acuden al santuario para "disfrutar de su atmósfera", mientras "imaginan los hechos históricos y las tradiciones populares que conforman la esencia del lugar".

Una opinión contraria expresó el arquitecto Cosme Cuenca, quien comprende la oposición de los canónigos ante una obra "ambiciosísima" y "que los superaba". El proyecto era "el sueño de un arquitecto" y el edificio proyectado "impactante y singular". Destacó que el actual "carácter natural" de Covadonga, con dos polos, la cueva y la basílica "está bien", pero a él le hubiera gustado ver construido el edificio de Ventura Rodríguez, cuyo intento calificó de "audaz y voluntarista", al no haberse "arredrado ante la naturaleza" y haberse atrevido a colocar el templo "delante del elemento sagrado". Todo ello demuestra la "tremenda convicción" del arquitecto madrileño, y también que el cabildo viniera a decirle: "el protagonista no eres tú", señaló Cuenca.

El arquitecto prefirió no pronunciarse sobre si fue un acierto o un error descartar el proyecto, pero si destacó que su ejecución hubiera significado "un hito" y hubiera "enriquecido" el santuario, mientras que en su opinión el peregrinaje no se habría resentido. "Mucha gente dirá ahora que aquel armatroste, delante de la cueva, hubiera robado protagonismo a lo religioso, pero si se hubiera construido en el siglo XVIII quizá nuestra visión sería diferente. Sería como el Vaticano, donde nadie echa de menos la tumba o la capilla que quizá hubo antiguamente", añadió.

La ejecución del proyecto de Ventura Rodríguez hubiera transformado Covadonga, que hoy sería un santuario "más concentrado, con un foco muy potente, la basílica y la cueva unidas, y el resto un parque, quizá con algún edificio, pero sin la actual basílica". Más: el edificio de Ventura Rodríguez hubiera hecho que Covadonga pasara "de lo pintoresco, de donde surge la milagrería, a lo culto, lo iluminista, vinculado a la Ilustración". Y lamentó que, en vez de aquel monumental templo se haya construido "una basílica que cae muy bien y está bien hecha, pero es pura retórica, y una capilla en la cueva muy ramplona y mediocre, obra de un arquitecto malo".

El cronista oficial de Parres, Francisco José Rozada, que ha publicado varios artículos sobre los proyectos arquitectónicos ideados para Covadonga, señaló que los canónigos "acertaron por casualidad" y "el futuro les dio la razón, sin ellos saberlo", pues también era "extravagante", como el de Ventura Rodríguez, su proyecto de 1780, que proponía "volver a cerrar la cueva, agrandándola hacia el exterior". Los canónigos tenían "otra idea no menos polémica, que consistía en levantar un nuevo estribo frente al que sostiene la escalera exterior de acceso, y apoyar en ambos un gran arco sobre el que se edificase la iglesia, en la misma cueva y sitio que ocupó la desaparecida en el incendio". Rozada añadió: "nosotros lo vemos 237 años después, con el acierto de levantar la basílica sobre el truncado pico Cueto, pero en 1780 los dos proyectos eran muy polémicos. Total, casualidades, contingencias varias, chiripas, destinos, azares, errores y mil circunstancias más... que han desembocado en la Covadonga actual".

Rozada calificó de "totalmente inapropiado" el proyecto de Ventura Rodríguez, sobre todo por su propuesta de tapar la cueva. Era, además, "un proyecto más laico que religioso". Que a su juicio "sí hubiera afectado al fervor popular", pues tener que ver a la Santina desde una ventana y detrás de un cristal hubiera generado una imagen de la Virgen "muy lejana", totalmente contraria a la actual, "tan cercana". "Menos mal que no se llevó a cabo. Fue una suerte", opinó Rozada.

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