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JUAN CARLOS IZPISÚA | Líder investigador en la elaboración de células, dejó de colaborar con España por la falta de interés científico

"El envejecimiento tiene marcha atrás"

"Hemos logrado modificar el genoma de células que no se están dividiendo, con lo que abrimos la puerta a curar más de 10.000 enfermedades raras"

Juan Carlos Izpisúa, en su laboratorio de California. SALK INSTITUTE

Juan Carlos Izpisúa Belmonte (Hellín, 1960), toda una eminencia en la regeneración celular, acaba de conseguir la modificación del genoma de una célula para devolver la visión a una rata ciega. Otro éxito, y ya van muchos, para un científico que trabaja 25 horas al día sin venirse abajo a pesar de reconocer que el 99 por ciento de sus ensayos en el Laboratorio de Expresión Genética del Instituto Salk de California, donde lleva 20 años, acaba en fracaso. Constante y obsesivo, Izpisúa está convencido de que el envejecimiento, el principal factor de riesgo de la enfermedad, tiene marcha atrás. Pero de la inmortalidad que buscan en Silicon Valley no quiere ni hablar. Director hasta hace cuatro años del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, decidió dar por finalizada su aventura española tras sufrir en sus propias carnes la incomprensión de los políticos y de la sociedad con el trabajo de los investigadores. "No nos damos cuenta de que invertir en investigación es vital para la salud porque es donde empieza la curación", subraya con contundencia, tras participar en un congreso organizado por la Fundación Ramón Areces de Madrid, donde recordó su pasado como jugador del Hércules FC. "Me lo pasaba muy bien porque era más joven y estaba mucho mejor que ahora", rememora el líder en los estudios y ensayos de regeneración celular, embarcado ahora en un proyecto para crear quimeras de embriones de varias especies, con la finalidad de que, por ejemplo, un cerdo haga de incubadora de órganos trasplantables a seres humanos. De todo esto habló con exquisita amabilidad con Epipress, pocos días antes de la concesión del premio "Princesa de Asturias" de Investigación, que se falla el próximo miércoles, y al que aspira en una candidatura conjunta con el catedrático asturiano Carlos López Otín y con el hispano-austriaco Guido Kroemer.

-¿Hay alguna esperanza para pensar que no estamos condenados a envejecer y a morir?

-No tiene ningún sentido que un organismo viva más allá de su etapa reproductiva. El resto de tiempo de vida es un regalo. Es absurdo pensar en la inmortalidad. Lo importante es que podamos vivir más tiempo y mejor los últimos años de nuestra vida.

-Y sus trabajos de regeneración celular abren la puerta a esa esperanza de vivir libres de enfermedades, ¿no?

-El animal campeón en este área de la regeneración es el ajolote mexicano, capaz de generar cualquier órgano que se le ampute o se le dañe, pero aun así tiene, como todos, un reloj biológico programado y acaba muriéndose.

-¿En qué consiste la reprogramación celular para revertir el envejecimiento en la que su equipo ha obtenido resultados alentadores en ratones?

-Se trata de rejuvenecer nuestras células. Cuando están formándose en el embrión son prístinas, pero con el tiempo añadimos a nuestro genoma unas marcas que son el epigenoma. Eso se ve muy bien en los gemelos que tienen el mismo ADN, vienen de fábrica idénticos, pero cuando llegan a los 50 años, cada uno tiene una enfermedad y eso depende de su epigenoma, responsable del envejecimiento y la enfermedad.

-Así que el epigenoma lo desarrollamos con nuestros hábitos a lo largo de la vida.

-Exacto. Por eso la interacción con el medio ambiente es fundamental. La reprogramación consiste en eliminar todas esas marcas que hemos acumulado a lo largo de la vida para volver el reloj atrás y conseguir el rejuvenecimiento de las células. Todo tiene marcha atrás, incluso el envejecimiento, y si podemos darle un poco de marcha atrás, obviamente retrasaremos la aparición de la enfermedad y tendremos más calidad de vida.

-¿Qué pesa más en el proceso del envejecimiento: el ADN o la carga epigenética?

-Eso es difícil de saber. Hemos revertido el envejecimiento en un ratón curando un gen que le hacía envejecer rápido y ha funcionado, pero también hemos experimentado con éxito en otros ratones sin tocar el ADN y cambiando el epigenoma. La forma de vivir es lo que hace cambiar nuestro epigenoma, pero aún desconocemos las reglas.

-Parece que, según las conclusiones de sus estudios, enfermamos porque envejecemos, pero también los jóvenes enferman.

-No es exactamente así. El envejecimiento es el mayor factor de riesgo de cualquier enfermedad. Eso no quiere decir que los jóvenes no enfermen ni que los niños ni que algunos no nazcan con mutaciones, por ejemplo, en la visión. A partir de cierta edad, entre 40 y 50 años, incrementamos ese factor de riesgo a perder la visión, la audición o los reflejos, y eso se debe al envejecimiento.

-¿Tiene también el envejecimiento la culpa del cáncer?

-También. Y de padecer enfermedades del corazón. De cualquier enfermedad, pero fíjese, si pudiésemos curar el cáncer viviríamos tres años más de media. Si lográsemos retrasar el envejecimiento viviríamos muchísimo más de tres años al protegernos de todas las enfermedades. Los niños y jóvenes, eso sí, tienen mayor capacidad de regeneración, pues esa capacidad se va perdiendo con el tiempo.

-¿Qué hay que hacer para envejecer mejor?

-Lo que todos sabemos: cuidarse, comer bien y hacer ejercicio. En el laboratorio tendríamos que entender cómo esas cosas tan buenas que sabemos que nos ayudan podemos aplicarlas para cambiar nuestra epigenética. Sabemos que hay mutaciones en nuestros genes que son malas porque generan enfermedades, pero desconocemos mucho el epigenoma y es lo que tratamos de entender.

-Ustedes ya regeneran células con éxito. ¿Qué ha supuesto el descubrimiento del Nobel japonés de Medicina de 2012, Shinya Yamanaka, que es uno de sus avalistas para el premio Príncipe?

-Nos ha permitido soñar en la posibilidad de cultivar células, tejidos y órganos con los que sustituir los que fallan. Sus descubrimientos nos han permitido experimentar el rejuvenecimiento de un ratón.

-¿Cómo lo consiguen?

-Tomamos una célula adulta, como por ejemplo un pelo, una célula unipotente, y la devolvemos a su juventud, como si fuese un niño al que podemos convertir en lo que queramos. Al añadirle cuatro genes pasa a ser pluripotente y, por lo tanto, capaz de convertirse en cualquier cosa: pelo, cardomiocito o neurona, por ejemplo. Así que una célula adulta puede ser transformada en una célula pluripotente que vale para actuar en cualquier parte del organismo.

-Pero al acelerar la división celular se facilita el camino al desarrollo de tumores, ¿no?

-Exacto. Durante el desarrollo embrionario, esa célula pluripotente está en un nicho adecuado y lo hace de forma natural. Está en la escuela en la que le enseñan a ser un pelo o lo que sea. Cuando lo hacemos en el laboratorio, la educación no es la misma, el niño no está en la escuela y a algunos les irá bien, y a otros, no tanto. A veces las órdenes que damos no son buenas y entonces las convertimos en células cancerosas. Le reconozco que fracasamos en el 99 por ciento de los intentos. Este trabajo requiere paciencia y una dedicación plena de 25 horas al día.

-Pero también tienen éxitos que les compensan.

-Sí. El último, de hace un par de meses, nos ha permitido modificar el genoma de una célula que no se dividía de la retina de una rata y le hemos devuelto la visión. Hemos sido capaces, por primera vez, de modificar el genoma de células que no están en proceso de división y que en los adultos son la mayoría.

-Así que se puede llegar a controlar la evolución de la especie humana.

-Sí. Durante miles de años y, sobre todo a partir de Darwin, pensábamos que la evolución estaba regida por mutaciones del azar y la selección natural de esas mutaciones. Hemos pasado del azar a controlar la evolución, con lo que podríamos llegar a curar más de 10.000 enfermedades de las denominadas raras.

-¿Hasta qué punto conocemos las causas reales del envejecimiento?

-No las conocemos. Hay teorías como las de las alteraciones mitocondriales, en los telómeros y en el epigenoma que están relacionadas con el envejecimiento, pero aún sabemos muy poco.

-¿Podremos llegar a rejuvenecer y recuperar los rasgos de la juventud después de viejos?

-¿Para qué? Lo importante es rejuvenecer las células, no la apariencia, para vivir más sanos y retrasar enfermedades cardiovasculares u otras tan devastadoras como el alzhéimer o el párkinson. Queremos retrasar la aparición de esas dolencias, pero mientras no lo logremos, la mejor recomendación es llevar una vida saludable. Y una cosa es la salud, y otra, la apariencia.

-¿Sirven para algo las cremas antiedad que nos ofrecen en abundancia?

-Que yo sepa, para nada. Si nosotros viésemos que alguno de sus componentes funciona ya los habríamos estudiado para aplicarlos a neuronas o cardiomiocitos. Vivimos siguiendo modas poco científicas, como por ejemplo la que ahora dice que hay que tomar antioxidantes.

-¿No hay que tomarlos?

-Todo tiene que hacerse de forma equilibrada porque si bloqueamos la oxidación natural vamos a tener problemas con las células. Todo viene del desconocimiento que da lugar a que ciertas marcas hagan negocios ingentes.

-Profesor, hábleme por favor del proyecto defendido recientemente por usted y otros cinco destacados científicos consistente en crear quimeras de embriones de varias especies para combatir nuestras enfermedades, convirtiendo por ejemplo un cerdo en una incubadora de órganos para trasplantarlos a seres humanos.

-Es un ensayo prometedor y lo hemos hecho imitando a la naturaleza, que es tan sabia que es capaz de crear cada día las células que se necesitan en todos los organismos. Lo intentamos en el laboratorio, pero la verdad es que somos muy malos.

-Pero no les va mal con este experimento.

-Hemos puesto células dentro de organismos incubadora para que eduquen a esas células y lleguen a ser cardiomiocitos o neuronas. Ese es el argumento de este proyecto.

-¿Qué han sacado en limpio?

-Cuando lo hacemos entre una rata y un ratón el éxito está garantizado porque son animales que evolutivamente están muy cercanos. Podemos obtener corazones y páncreas de ratas creciendo dentro de un ratón y son funcionales cuando los trasplantamos de nuevo a la rata. El problema fundamental es conseguir órganos humanos en un animal, como el cerdo, que está separado evolutivamente del ser humano 100.000 millones de años. Un ser humano tarda nueve meses en desarrollarse, y un cerdo, tres. Esa distinta velocidad en la proliferación celular nos está creando problemas porque, aunque el tamaño de los órganos sea similar, la función y fisiología de cada célula es distinta.

-Lo veo pesimista. ¿Van a rendirse?

-No. Hemos visto ya células humanas creciendo en el cerdo, pero nos falta mucho para educar a esas células para que sepan cómo tienen que desarrollarse. Estoy muy esperanzado, pero nos va a llevar mucho tiempo lograr el éxito si es que lo logramos.

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