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"Las redes son imparables y hay que aprender a manejarlas", dicen los expertos

Resistir el aburrimiento, buscar un uso saludable y propiciar la "desconexión consciente", retos que plantean los psicólogos y pedagogos asturianos

Dos niños manejan el Whatsapp en su teléfono móvil. LNE

"El teléfono móvil no es un juego más, un fenómeno ocasional como pudo ser la peonza, sino una nueva forma de vivir, con sus ventajas e inconvenientes; un apéndice del cuerpo más pegado al cuerpo que algunas prótesis que hay que aprender a manejar adecuadamente". Así define José Errasti, profesor titular de Psicología de la Universidad de Oviedo, la irrupción de las redes sociales en la vida de las personas. Un alud "imparable" -a juicio del profesor Errasti- cuyas dimensiones han sido puestas de relieve por la noticia publicada ayer por LA NUEVA ESPAÑA: una madre ovetense que denunciaba que su hijo de trece años había recibido unos 14.000 wasaps de sus amigos en tan sólo tres días que permaneció castigado sin usar al móvil.

"Es muy prematuro hablar de las redes sociales como fuente de adicciones, pero es verdad que apuntan algunas características propias de las conductas adictivas", señala Roberto Secades Villa, también profesor titular de Psicología de la Universidad de Oviedo y experto en adicciones, quien apunta que, según la poca literatura científica disponible hasta la fecha, "el uso excesivo de las redes sociales está asociado a personas con un carácter solitario, algo contradictorio con lo que se supone que buscamos en esas herramientas".

En la información que ayer ofreció este periódico, Marta A. M., madre del adolescente que recibió el torbellino de mensajes, sostiene sin estridencias que "con esta historia de los teléfonos estamos instalados en una locura y muchas veces no nos damos cuenta. Ni los hijos ni, lo que es peor, los padres", explica. Un dato: su hijo forma parte de 110 grupos de WhatsApp.

Los especialistas apuestan por buscar un uso equilibrado de las redes sociales, un objetivo que se convierte en particularmente perentorio en el caso de los adolescentes. "Tienen algunas ventajas innegables. Ayudan a ejercitar los reflejos y la rapidez de pensamiento; en paralelo, dispersan la atención y van en detrimento de la reflexión y la capacidad de análisis", afirma José Errasti. Y agrega: "Los jóvenes de ahora son los que más leen y escriben de toda la Historia, pero leen y escriben porquería". El desafío se centra, según el profesor Errasti, en "enseñar a los niños y jóvenes, y también a los mayores, a resistir el aburrimiento, a saber mantener la atención y a no buscar una gratificación en forma de mensaje cada 30 segundos". Otro reto lo plantea Roberto Secades: "Analizar los perfiles de riesgo, que distinga entre la adicción y lo que es un uso normalizado, funcional y positivo de las redes sociales".

Esther del Moral, catedrática de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Oviedo, hace hincapié en la necesidad de "una formación que ayude, en concreto, a los más jóvenes aunque no sólo a ellos, a calibrar las consecuencias de sus actos en los contextos virtuales y les dote de habilidades prosociales que les permitan regular su comportamiento a través de los dispositivos tecnológicos". Esta experta en el uso de las tecnologías de la comunicación (TIC) parte de la base de que la llegada de la comunicación en red "ha contribuido a convertirnos en seres multitareas, hiperconectados y capaces de superar todo tipo de fronteras". Pero la profesora Del Moral también pone sobre la mesa que algunas voces autorizadas consideran llegada la hora de "propiciar 'la desconexión consciente', recortanto el aluvión de mensajes diarios que recibimos en nuestros dispositivos por salud mental".

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