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Padre e hijo cumplen diez años

Marcos Álvarez nació el 5 de julio de 2007, y llegó a su casa de Grado el mismo día que su padre ingresaba en el HUCA para un trasplante de corazón

Javier y su hijo Marcos cumplen 10 años

Javier y su hijo Marcos cumplen 10 años

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Javier y su hijo Marcos cumplen 10 años Grado, Pablo ÁLVAREZ / Amor DOMÍNGUEZ

-Imagínate que en el mejor momento de tu vida te dan un hachazo y te rompen. Es una sensación que no le deseo a nadie... ni a Bin Laden.

Javier Álvarez del Rosal se emociona al relatarlo. Tiene motivos. Un 5 de julio nació su hijo Marcos. A los tres días, el bebé y la madre llegaron a casa. Horas después, Javier se sintió morir e ingresó en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde le fue diagnosticada una grave enfermedad del corazón. Tan grave como que el 18 de octubre de ese mismo año recibió un trasplante cardiaco. Todo ello sucedió en el año 2007. Así que el pequeño Marcos Álvarez Suárez cumple diez años el próximo día 5, y su padre cumplirá en octubre... también diez años.

"Si me lo hubieran dicho en aquellas semanas tan terribles que pasé en el HUCA no me lo habría creído", subraya Javier Álvarez del Rosal, ganadero jubilado que vive en Grado con su mujer, Belén Suárez Cuendias, y su hijo. "No pude disfrutar de mi hijo durante meses. No pude tenerlo en mis brazos hasta que tenía ocho meses. Antes de ese momento, yo no tenía fuerzas, era incapaz de sujetar a Marcos", explica a LA NUEVA ESPAÑA.

A su lado, Marcos y Belén asienten. Marcos acaba de terminar cuarto de Primaria. Le gustan la arqueología y la mitología griega, "sobre todo Aquiles". Belén trabaja como auxiliar de enfermería en una residencia geriátrica. Hoy la vida les sonríe, pero tienen muy vivos los recuerdos de 2007.

¿Qué sucedió en 2007? Javier tenía 34 años. Se casó con Belén, después de tres años de relación. Trabajaba como ganadero -"vocacional", enfatiza- y llevaba tiempo sintiéndose mal, pero no sabía muy bien la causa. Tampoco se había esforzado mucho en buscar ayuda médica. Esperaban su primer hijo. A Belén incluso le extrañaba que en pleno parto, y en las horas posteriores, su marido mostrara un aparente desinterés por ella y por su hijo. "Venía a verme al hospital y al cabo de un rato bajaba a la calle y tardaba en volver. Yo le decía: 'Pero Javi, ¿por qué no estás conmigo'", rememora su mujer.

Javier llevaba el calvario por dentro. Se encontraba mal: ansiedad, decaimiento físico... Por eso necesitaba salir del hospital, sencillamente para respirar. "Además, fumaba dos cajetillas de tabaco diarias". El 8 de julio, Belén y Marcos llegaron a casa. Javier estaba fundido. Ese mismo día, por la noche, ya no pudo más, y acudió al servicio de urgencias del HUCA. Los médicos le diagnosticaron una miocardiopatía dilatada, alteración que debilita el músculo cardíaco e impide al corazón bombear suficiente sangre al organismo. "Luego supe que era un problema que me venía de familia", explica.

Saber lo que tenía no le resolvió gran cosa. Dos meses estuvo ingresado en el centro sanitario ovetense. Sólo había podido disfrutar de su hijo unas horas, y de muy mala manera, porque no estaba para fiestas. Marcos no podía visitarlo en el HUCA. Belén lo llevaba a Oviedo, para que él pudiera verlo desde la ventana de su habitación, en la octava planta. "Era tan pequeñín que no podía ver nada", testimonia.

Llegó a pasársele por la cabeza la idea de no poder ejercer nunca de padre; incluso de no sobrevivir. Sentía que la vida le había dado un zarpazo descomunal. "Estaba insoportable. El personal sanitario me aguantó muchísimo. De verdad, no le deseo a nadie algo así", reitera. Belén tuvo que dejar su trabajo en una floristería. Llevaba su propio calvario, plasmado en un contraste abrumador: "Sentía la alegría inmensa de tener un bebé y la angustia de estar perdiendo a mi marido", confiesa.

En septiembre, Javier recibió el alta, pero los médicos ya le habían comunicado que necesitaba un corazón ajeno. En las semanas que siguieron tuvo que acudir al hospital varias veces. Su situación llegó a ser tan delicada que fue catalogado como "urgencia cero": el primer corazón compatible que apareciese en cualquier punto de España sería para él.

El 18 de octubre llegó la llamada más esperada: había un corazón para él. Venía del sur de España: nada más sabe del donante. Le trasplantaron. Fue como una solución mágica. "Cuando me desperté, todo había cambiado. De repente, me sentía genial. Pedí agua, tenía hambre", explica Javier. A partir de ahí, la evolución fue positiva. Diez años después, intenta vivir al día, no comerse la cabeza. Por ejemplo, "ni mi mujer ni yo hemos buscado nunca en Google sobre el trasplante de corazón".

Javier Álvarez del Rosal ha accedido a contar su historia "por gratitud a mi donante y a todos los donantes". Y gratitud al personal sanitario, entre otros "a los cardiólogos José Luis Lambert, Beatriz Díaz Molina y María Martín, al cirujano José María Valle, a la enfermera María José Bernardo y a todo el personal de Cardiología de la planta octava oeste del antiguo Hospital General".

Se acercan las fechas de celebrar una efeméride redonda de aquel accidentado de 2007 "Hace diez años nacieron los dos", sentencia Belén Suárez Cuendias. "Estos diez años han sido un regalo, podía estar criando ortigas", apostilla Javier Álvarez del Rosal. Y los dos, junto a Marcos, soplan las velas del cumpleaños.

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