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JOSÉ MARÍA LASSALLE | Secretario de Estado para la Sociedad de la Información y Agenda Digital, publica "Contra los populismos"

"El populismo pretende instaurar dictaduras blandas"

"El 15-M de la Puerta del Sol ha condicionado desde entonces la vida política de nuestro país"

El santanderino José María Lassalle. JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ

De la cabeza de José María Lassalle (Santander, 1966), un torbellino permanente de ideas, lo mismo surgen ensayos de fuste que hay que masticar con calma, que organiza maratones en los que corre para descargar adrenalina, pero, eso sí, sin descuidar a Adriana y a Valeria, las mellizas, fruto de su matrimonio con Meritxell Batet, dirigente del PSC, de la que se divorció el año pasado. Doctor en Derecho y exsecretario de Cultura con el polémico José Ignacio Wert, lleva ahora la Secretaría de Estado de la Sociedad de la Información y Agenda Digital y acaba de publicar "Contra los populismos" (Debate). "No me puede la ansiedad", presume Lassalle en una entrevista con Epipress en la que defiende sin titubear que si la política ha fracasado en el conflicto por el independentismo catalán habrá que aplicar la legalidad que nunca puede fracasar. En su opinión, el nacionalismo catalán ha evolucionado hacia un populismo, una fiebre del momento que trata de pervertir la esencia de la democracia. Lassalle ve 'Juego de Tronos' en HBO, películas clásicas españolas en Filmin y escucha música con Spotify, pero sigue leyendo los libros en papel, "porque así puedo subrayar y hacer anotaciones que se quedan grabadas en mi memoria", justifica este político del PP que se declara liberal y firme partidario de recuperar la virtud y los valores de Occidente.

-Señor Lassalle, ¿estamos a tiempo de impedir el triunfo del populismo en nuestras sociedades?

-Sí, pero tenemos que adoptar medidas y concienciarnos de que éste es un problema real y acuciante que ha llegado para quedarse.

-Pero ¿cuál es exactamente el problema?

-Que hay una decepción generalizada de importantes segmentos de la sociedad hacia todo lo que representa el Estado del bienestar y la democracia representativa. Esa decepción se ha traducido en malestar y resentimiento, experiencias que no se tenían en Occidente desde el periodo de entreguerras.

-¿Qué busca el populismo?

-Instaurar mayorías permanentes que perviertan la esencia de la democracia y den sostén a liderazgos también permanentes para instaurar dictaduras blandas adaptadas a los tiempos posmodernos que vivimos.

-¿Cómo ha surgido esa fórmula posmoderna de sociedad cerrada, de la que han brotado el odio y el resentimiento?

-Ha surgido de una sentimentalización de la vida política que tiene su origen en el romanticismo neocon y que es la experiencia política nacida tras el 11-S.

-Que supuso la irrupción del miedo como experiencia colectiva, ¿no?

-Exacto, y a escala global. Ese miedo ha condicionado las respuestas políticas de las democracias occidentales incapaces de restablecer un clima de confortabilidad emocional.

-¿Por qué falla la democracia?

-Porque no se ha comprendido que la democracia está para enfriar las pasiones, no para agudizar las contradicciones y las tensiones que generan las emociones. La política no es emoción sino racionalidad.

-¿En qué se diferencian los humillados y ofendidos que hoy quieren cargarse la casta de los protagonistas de la Revolución Francesa o de los bolcheviques que asaltaron el Palacio de Invierno de los zares?

-En que los humillados y ofendidos actuales, el proletariado emocional, son un movimiento transversal que trasciende todo tipo de fronteras y proyecta malestares individuales a los que la política no ha dado respuesta.

-¿Qué ocurrió en la acampada del 15-M en la Puerta del Sol para que nada fuera igual desde entonces?

-Se llevó a cabo una primera experiencia con éxito de un diseño populista que ha condicionado desde entonces la vida política de nuestro país porque ha fijado un marco de referencia dentro del que todavía de un modo reactivo nos movemos los actores políticos.

-El populismo es un fenómeno universal que en el caso de España trata de desacreditar la Transición democrática. ¿Por qué?

-El populismo tiene que ver con el colapso del discurso de la Ilustración a nivel económico y político y eso se extiende a Occidente. En el caso español, la crítica comienza con el 15-M y acaba consolidándose mediante el desarrollo de un programa político alternativo a los principios en los que se fundamenta la Transición. Una de las ideas del 15-M es que nuestra Constitución fue de punto y final, donde los vencedores de la guerra no fueron los perdedores de la democracia y viceversa. Se ha deslegitimado una parte muy importante de los fundamentos sobre los que se construyó la Transición.

-¿Se refiere a la idea de reconciliación?

-Sí. La reconciliación no forma parte del lenguaje del populismo porque se sustenta siempre en el conflicto con los enemigos.

-¿En qué se parecen los populismos de Pablo Iglesias, Trump, Chávez o Le Pen?

-Todos tienen la misma longitud de onda: el desprecio inconsciente a lo que representa la sociedad abierta y articulada a través de una democracia representativa y de un modelo de pluralismo partidista. Ninguno de ellos cree que haya que ser tolerante con el contrario.

-¿Hay alguna diferencia entre el populismo de Iglesias y el de Errejón?

-Errejón encarna a una socialdemocracia decepcionada, y Pablo Iglesias, al comunismo de siempre necesitado de ideas, actitudes y de una visión más posmoderna y actual.

-¿Por qué es usted contrario a regenerar la democracia y se conforma con cuidarla?

-Regenerarla es imposible porque supondría aceptar que la democracia es un absoluto, algo que por sí mismo tiene una esencia. Lo que hay que hacer es cuidarla. La democracia es el producto de lo que hacemos los hombres que somos imperfectos y corruptibles. Lo que sí es posible es cuidarla y abrazarla en su fragilidad y contribuir a hacerla creíble a través de la ejemplaridad de quienes son sus actores. Aun siendo frágil, débil y llena de defectos, la democracia es el menos malo de los modelos de gobierno que conocemos.

-Cuando aborda en su libro el tema de la corrupción parece que sangra por la herida de su partido, pues viene a decir, como el presidente Rajoy, que es un mal inherente a la condición humana y no aporta soluciones para evitarla.

-La corrupción es una desgracia para la democracia, pero no la principal razón de su crisis. La corrupción se combate con las mismas medidas que han acompañado la teoría del pensamiento republicano desde sus orígenes en la Roma clásica: con virtud, ejemplaridad, transparencia y capacidad de convicción.

-¿Cómo encaja usted todos los casos de corrupción con los que nos desayunamos cada día y que afectan a su partido?

-Con desagrado, pero creo que la corrupción tiene más que ver con una práctica política asociada a mayorías absolutas que se hacen permanentes en el tiempo que con unas siglas. No es casual que los problemas de corrupción hayan emergido en comunidades autónomas como Cataluña, Andalucía y Madrid, donde ha habido mayorías absolutas.

-El caso es que el PP no consigue liberarse del estigma de la corrupción...

-En la actualidad no hay escándalos de corrupción. Todo lo que aparecen son casos del pasado que salen ahora a la luz pública por demoras en las instrucciones. Se solapan los tiempos y se vive desgraciadamente con una sensación de corrupción que no se corresponde con la realidad.

-¿Cómo valora usted en el giro dado por Pedro Sánchez al PSOE tras su triunfo en las primarias?

-Supone alejar al PSOE de ser un partido reconocible como alternativa que defienda la institucionalidad democrática tal y como la entendemos en los países que quieren vencer la amenaza del populismo.

-Parece que trata de atraer a los votantes de Podemos. ¿Es el camino correcto?

-Lo que debería de hacer es liderar a la izquierda desde posiciones que actualicen el ideario de la socialdemocracia y desactivar la desconfianza de muchos de sus votantes. No debería tratar de podemizarse.

-Hábleme de la democracia, situada al borde del abismo de la poshumanidad que impone la revolución digital.

-Existe el riesgo de que se produzca un ciberpopulismo en el que los rasgos del populismo se entremezclen con el tecnonihilismo, que es todo ese proceso de transformación moral que el contacto con la tecnología está generando en mucha gente. No han entendido que la tecnología no es buena ni mala, pero tampoco es neutra, y esa falta de neutralidad está modelando comportamientos y afectando nuestra capacidad para delimitar lo que está bien y lo que está mal, y puede tener una repercusión política si se vincula con tendencias ciberpopulistas.

-¿Azota el populismo una rebelión de multitudes digitales contra la casta?

-Las smart mobs están ahí. Se trata de movimientos de masas que ya tienen poder pero que aún no han sido capaces de organizarse. Es un poder que puede transformar a las multitudes digitales en masas digitales, y las masas que son poder pueden rebelarse, como ya dijo Ortega.

-¿Cómo habría que alumbrar una nueva generación de derechos fundamentales 5G, basados en la dignidad humana, cuando nuestros datos son utilizados para cosificarnos y clasificarnos mediante algoritmos mientras pertenecemos pasivos ante esa invasión de nuestra intimidad?

-El Big Data no debe de ser un Gran Hermano sino un Big Deal, un gran pacto social que permita crear derechos, hacer algoritmos más humanos y sobre todo que la ética forme parte del flujo que circula a través de las redes.

-Señor Lassalle, ¿qué tiene de populista el nacionalismo independentista catalán?

-El habernos llevado al escenario desquiciado del próximo 1 de octubre. El nacionalismo catalán fue decisivo para construir la Transición, el proceso constitucional y parte muy importante de la estabilidad política de España. Ese nacionalismo que podía estar ligado al "seny", a la razón, ha evolucionado hacia unos planteamientos populistas en los que los sentimientos y la "rauxa", la pasión, lo dominan todo. Ésa es la esencia de todo el proceso independentista desde hace tres años.

-¿Cómo va resolver el PP el conflicto de Cataluña?

-Con la legalidad y el respeto de nuestro Estado de derecho. No sé si ha fracasado o no la política en lo que hemos vivido, pero lo que no puede fracasar nunca es la legalidad. Si ha fracasado la política, como algunos sostienen, hoy más que nunca debe garantizarse la legalidad porque es la respuesta al fracaso de la política. Después del 1 de octubre hará falta muchísima prudencia, especialmente entre los que no la han practicado durante estos tres años de "rauxa" institucionalizada a través de un populismo en el que no es reconocible el nacionalismo catalán.

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