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"En Asturias hay un sentido especial de la solidaridad"

Jesús Otero se jubila tras 31 años como coordinador regional de trasplantes: "Al principio, pedir una donación era una obra de arte; ahora, la gente no se plantea mayores problemas"

Jesús Otero, ayer por la mañana en Oviedo, con la maleta del equipo que le proporciona oxígeno. JULIÁN RUS

- Un recuerdo emotivo de sus 31 años como coordinador autonómico de trasplantes.

-Tengo varios, pero hay uno que me dejó mucha huella. Hace años, se ahogó en el mar una señora joven que estaba en un camping. Falleció en la uvi del HUCA. Tenía marido y dos hijos adolescentes. Yo les hice la entrevista, y el padre quiso que los chavales estuvieran delante. Me sorprendió. Cuando terminé de explicarles y les pregunté si querían donar los órganos, los primeros en responder fueron los hijos, antes que el padre: "Por supuesto". Me quedé parado. Resultó que unos meses antes había ido alguien a su colegio a dar una charla sobre donación. Me impactó una respuesta tan contundente después de escuchar respuestas negativas de hombres hechos y derechos.

Jesús Otero Hernández, zaragozano de nacimiento, cumplió 70 años el pasado 17 de junio. Ese día pasó a la condición de jubilado. Atrás quedan 45 años dedicados a la medicina, de ellos 31 como coordinador de trasplantes de Asturias. Por las manos suyas y de su equipo han pasado unas 1.300 conversaciones similares a las que abren estas líneas.

Se marcha uno de los grandes protagonistas de la sanidad regional de las últimas décadas. "No he querido despedidas ni homenajes, esas cosas me ponen nervioso. Llevaba casi un año de baja. Habría querido trabajar hasta el último momento, pero ir al hospital en silla de ruedas ya me parecía excesivo. Llegué a ir con oxígeno, pero no salía del despacho", explicó a LA NUEVA ESPAÑA en la mañana de ayer, poco antes de partir con su mujer, Dolores Escudero, jefa de la uvi del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), hacia la costa almeriense para pasar unos días de descanso. "Cada uno hace su trabajo, llega al final y se va", señala, para justificar su rechazo a los homenajes que se le han ofrecido.

El doctor Otero se ha pasado media vida de guardia presencial o localizada. Decenas de miles de horas en el hospital o pendiente del teléfono o el busca. Centenares de llamadas que aportaban una nueva esperanza a quien veía como se le escurría la vida entre las manos. Mucha adrenalina. "Lo echaré de menos. Hombre, si estuviera sano lo extrañaría más, pero debo reconocer que ya soy un poco mayor", señala.

La emoción aflora en algunos pasajes de la conversación. Jesús Otero habla y se mueve con cierta dificultad. Le acompaña una maleta con el equipo generador de oxígeno. No elude fotografiarse con ella: "Es la realidad que he visto en cientos de pacientes, y es mi realidad; no tengo por qué avergonzarme de ella".

Una enfermedad pulmonar provocó que la robustez del doctor Otero se tornara en fragilidad. De manera que cuando llevaba 25 años pidiendo órganos para los demás, él mismo necesitó un pulmón ajeno. El trasplante se llevó a cabo en el Hospital de Valdecilla, de Santander, en enero de 2011.

"Nunca pensé que me tocaría ser receptor de un órgano. Cambia de verdad tu escala de valores. No sabes lo que se agradece el factor humano, el trato de las personas. Fíjate que me considero una persona dura, y resulta que me enternecía que un médico o una enfermera me dieran una caricia o una simple palmada. No me extrañaría que esa empatía contribuyera, al menos un poco, a aliviar el dolor", señala. Y prosigue: "Te sientes muy deudor del donante. Supe que mi donante era portugués. Lo único que pude hacer por él fue ir a Lisboa con mi mujer y mi hija pequeña, y en una ceremonia muy sencilla echar unas flores al Tajo. Lo vivimos como homenaje a todos los donantes portugueses". La emoción humedece los ojos de un hombre que se autodefine como "duro", pero que quizá tenga que revisar este dictamen. "Debemos mucho a los donantes", reitera.

Jesús Otero llegó a Asturias con 24 años, en 1971. "El Hospital General de Asturias era uno de los cinco hospitales de España que tenía formación MIR. Tenía mucha fama en Zaragoza, porque iba gente de aquí a la Facultad de Medicina de Zaragoza a explicar la formación que se daba en el Hospital General. Aquí no había Facultad de Medicina", evoca.

Pronto surgieron dificultades. "Estuve seis meses con Amalio Telenti, pero por culpa de otras personas no me dieron plaza. En la entrevista de selección tuvimos nuestros más y nuestros menos por cuestiones políticas. Yo militaba en el Movimiento Comunista (MC). Me habían advertido de que no entrara al trapo, pero entré. Entonces sacaron algo parecido a un MIR en la Residencia Sanitaria Covadonga, y me incorporé a medicina interna. Fui uno de los residentes que hizo huelga, cuando eso suponía que te echasen del hospital, como así fue. Me marché a Santander, a Valdecilla, estuve allí seis meses y volví a Oviedo. Había un director que me había dicho que mientras estuviera él no volviera por aquí. Pero volví, y llamé: 'He vuelto'. Y a él lo echaron al mes siguiente. Me incorporé a la uvi".

Luego, todo fue mucho más fácil. Llegaron los socialistas con el cambio. "Estuve un tiempo en urgencias, pero por desavenencias me marché y empecé a dedicarme a trasplantes, que me parecía muy interesante. Veías morir a gente joven y te daba una pena tremenda". Le nombraron coordinador de trasplantes del hospital en 1986. En 1989, fue designado coordinador autonómico, aunque todos los trasplantes de Asturias se llevan a cabo en el HUCA.

En treinta años ha sido testigo de lo que denomina "un avance espectacular" en materia de donación y trasplante. "Al principio, pedir una donación era una obra de arte. Había muy poca información, rechazos bruscos... La gente no entendía el concepto de muerte cerebral. Se ha hecho mucha pedagogía. Ahora la gente no se plantea mayores problemas cuando le solicitan los órganos de un familiar. Lo conocen, lo entienden. ¿Quién no tiene alguien cercano al que hayan trasplantado?", indica.

Año tras año, las cifras sitúan al Principado como una de las comunidades autónomas del país con mayores tasas de donación de órganos. "Tengo que decir que aquí en Asturias, y lo digo sin ser asturiano, siempre ha habido un sentido especial de la solidaridad que no existe en otros lugares".

En su última etapa, Jesús Otero se centró en la terapia celular: "Estoy muy orgulloso. Hicimos cosas novedosas, algunos ensayos con células de médula ósea para traumatología, vascular, cardiología, cirugía plástica, maxilofacial... La terapia celular no va a curar nada hoy ni mañana, pero puede aliviar ya muchas cosas", asevera.

Jesús Otero tiene tres hijos: Jorge, el mayor, de 42 años, es músico; Javier, de 39, músico y artista; y Macarena, de 25 años, acaba de empezar una especialidad médica. Con la jubilación llega el momento de hacer balance: "No puedo quejarme. He hecho lo que me gusta. Encima, me han pagado por ello. Tuve suerte de encontrar a gente como mi mujer. Luego, la Administración me lo puso todo fácil; los compañeros, también; los donantes, lo mismo".

Se abre una nueva fase en la vida del doctor Otero: "Es una etapa complicada, pero no distinta a la que tienen millones de personas, y muchas de ellas están peor que yo. Hay días mejores y peores: con niebla, mal; con sol, mejor". Quien ha conocido de cerca tantos "milagros" de vidas que parecían extinguirse y se han reanimado, no puede perder la esperanza: "A lo mejor nos queda algún cartucho que quemar, quizá alguna cirugía que pueda mejorar la situación...".

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