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Cinco compañías asturianas, en el primer proyecto de fusión nuclear a gran escala

Las empresas participan en la construcción de un reactor experimental en Francia

Cinco compañías asturianas, en el primer proyecto de fusión nuclear a gran escala

En algo más de ocho años, la energía del Sol brillará en la Tierra. Y es que si todo sale según lo previsto, para 2025 en Cadarache, un pequeño pueblo de la Costa Azul francesa, tendrá lugar la primera fusión nuclear a gran escala de la humanidad. Es decir, la reacción que produce constantemente el corazón del astro rey pasará a estar controlada por el ser humano. Para comprender las asombrosas dimensiones de este fenómeno basta un dato: el Sol genera en un segundo el equivalente a 760.000 veces la producción energética anual a nivel mundial.

El de Cadarache es un sueño ya tangible, enmarcado dentro de un macroproyecto científico de millonaria inversión y factura internacional que lleva por nombre ITER (reactor internacional termonuclear experimental). Para diseñar y construir el reactor que abrigará la colisión atómica colaboran unos 300 españoles de forma directa y participan más de 60 empresas con vínculos nacionales. Cinco son asturianas.

"Si se lleva a la práctica, será la energía del futuro", afirma Iván Vázquez, ingeniero industrial gijonés nacido en Bruselas que trabaja en la compañía avilesina IDESA. Según Vázquez, la nueva fórmula que se está buscando en Francia posee grandes ventajas frente a los medios tradicionales: "se puede detener a voluntad, y no genera residuos peligrosos".

Sin embargo, lo crucial está en su origen. "El proceso fundamentalmente requiere dos combustibles: deuterio y tritio, ambos isótopos del hidrógeno y obtenibles a partir del agua", dice Vázquez. Eso significa que el líquido base para la vida podrá convertirse también en fuente de energía infinita. Si bien el deuterio es abundante en el agua del mar, el tritio -extraíble del litio- es mucho más escaso, por lo que al ITER se lo suministrará una central canadiense.

El trabajo exacto del ingeniero de IDESA en Francia ha sido el de crear la Base de Criostato del reactor a través de un subproyecto en Japón. Esa "Base" se trata de una vasija de acero inoxidable de más de 300 toneladas "que contribuye a generar las condiciones de vacío y presión necesarias para que se produzca la fusión", cuenta el gijonés. Por eso esta estructura resulta fundamental, al ser la encargada de crear un campo magnético que aisla el fenómeno nuclear, el cual llega a alcanzar temperaturas superiores a los 150 millones de grados centígrados.

Con todo, la entrada de la compañía avilesina en la obra no fue sencilla, dado que todas las empresas colaboradoras "deben pasar pruebas de calificación y contar con el visto bueno de los organismos científicos involucrados", relata Vázquez. Pero "como en cualquier cambio importante a lo largo de la historia, siempre existirán posturas encontradas con respecto a las ventajas e inconvenientes". Por lo que cree que aún queda un largo camino por delante, "realizando un esfuerzo divulgativo en capas más amplias de la sociedad".

Asturfeito es otra de las empresas asturianas ligadas a la faraónica creación. Su director comercial, el ovetense Ricardo Rodríguez, habla del ITER como "una actuación que nos obliga a mejorar, a ser más competitivos y que nos proyecta internacionalmente, no sólo como empresa, sino también como región". La compañía avilesina dispone desde 2013 con casi 100 personas dedicadas por completo a labores relacionadas con este proyecto internacional.

Su actuación se orienta a tres frentes. Por un lado, han trabajado con IDESA en la fabricación de la Base de Criostato, "encargándonos del mecanizado y del montaje", declara Rodríguez. Por otro, "el año pasado fabricamos las grandes grúas que ahora colocan el resto de piezas en Francia", de las que dice que "son las estructuras más grandes hasta ahora".Y por último, "hemos reproducido varios de los sectores del reactor a escala con el fin de hacer pruebas de soldadura". Una actuación "crucial" asegura, teniendo en cuenta que la instalación requiere un cierre hermético que no puede dar pie a fallo alguno. Desde su clausura, nadie volverá al interior del aparato, únicamente controlado mediante cámaras hasta el día en que sea desmantelado hacia el año 2050. Tal es el detalle necesario a la hora de instalar cada pieza, "que las uniones y futuras operaciones serán efectuadas mediante robots", detalla Rodríguez.

Toda la intervención asturiana está relacionada con el reactor, el "Tokamak". Este aparato de orígenes soviéticos es el centro del proyecto y funciona en base a un principio similar al de los microondas domésticos, el "calentamiento óhmico". Gracias a corrientes eléctricas generadas por la inducción de 10 toneladas de electroimanes, el plasma se comprime, gira a gran velocidad y los átomos colisionan.

El fenómeno es simple: el átomo de deuterio tiene un protón y un neutrón; el de tritio, un protón y dos neutrones. Al unirse, forman un átomo de helio, con dos protones y dos electrones, liberando un neutrón y generando la "energía del futuro".

Javier Ordieres es un asturiano más de los participantes en el ITER. Nacido en Argüero (Villaviciosa), Ordieres es ingeniero. Tras un periplo por tierras burgalesas, donde llegó a ser jefe de una planta de templado de vidrio, regresó al Principado para ingresar en Natec, una joven empresa gijonesa de diseño industrial.

"Los costes de cualquier error ahora mismo son descomunales, pues el proyecto está en fase intensiva de fabricación", dice el ingeniero maliayo. Desde 2008, Natec, que a día de hoy cuenta con 10 empleados, está trabajando sobre el reactor francés. Cuenta para eso con parte de la plantilla desplazada "in situ" y con el resto trabajando de apoyo desde España. Así, mientras que Asturfeito se encargó de crear las bases del Tokamak para hacer pruebas de soldadura, Natec realizó análisis prediciendo las distorsiones en la suelda, en una especie de simbiosis entre asturianos para un fin global.

"Hemos proporcionado ingeniería de cálculo para los componentes electromagnéticos, térmicos y mecánicos del aparato", asegura Ordieres. Todo ello trabajando "en el corazón de la máquina", al generar componentes capaces de medir el fenómeno interno, porque "estudiar y controlar el plasma es el objetivo fundamental del ITER más allá de la producción de energía". Y es que, recuerda, la central de Cadarache no se ha creado con el fin de suministrar a la red eléctrica, "es simplemente experimental".

Un experimento con una única meta: que el Tokamak produzca 10 veces más de la energía que consume, algo que aún no se ha logrado alcanzar en la Tierra. Partiendo del principio einsteniano que dice que una mínima cantidad de materia puede convertirse en una enorme cantidad de energía (E=mc2), 250 kilogramos de combustible (tritio y deuterio) serían suficientes para producir la energía de todo un año en una hipotética planta de fusión nuclear.

Según Ordieres, la sociedad mundial no es consciente de la importancia del proyecto, lo que ha hecho "decaer su interés frente a cosas más cercanas". Prueba de lo que dice es que desde su empresa, Natec, pusieron en marcha colaboraciones con otras entidades asturianas "para promocionar la ingeniería asturiana en ITER", las cuales no llegaron a cuajar.

Después de todo, hay quien puede preguntarse si es seguro. La humanidad debe estar tranquila: la radiación generada en el proceso es tán débil que una hoja de papel bastaría para protegerse de ella.

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