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Una tesis doctoral explica las causas de 2.245 argayos documentados en Asturias

El geólogo Pablo Valenzuela lee su trabajo, en el que se recopilan todos los desprendimientos de tierras durante 25 años en la región

Valenzuela -izquierda-, a su llegada a la sala donde leyó su tesis, en la Facultad de Geología, en Oviedo. MIKI LÓPEZ

Una muestra de 2.245 argayos, de todas las características y tamaños, y en toda Asturias, da para sacar conclusiones. Son los producidos y documentados en la región desde el año 1980 hasta 2016 y forman la materia prima de la tesis doctoral defendida ayer con éxito por el investigador contratado de la Universidad de Oviedo, Pablo Valenzuela (León, 1987).

Son los que el nuevo doctor ha podido encontrar en las fuentes documentales, entre ellas y de forma muy notoria el periódico LA NUEVA ESPAÑA, pero también de fuentes institucionales (desde el Gobierno regional a los ayuntamientos), guardería de Medio Ambiente y Guardia Civil, entre otros. Valenzuela tiene claro que a lo largo de estos más de 25 años hubo muchos más desprendimientos de tierras en la región "pero los que se producen en lugares no poblados y no generan problemas a personas o vías de comunicación, ni aparecen en las estadísticas".

La tesis busca argumentos para predecir los argayos, que es una buena forma de ahorrar dinero. Los factores que influyen, explicaba ayer Pablo Valenzuela tras la lectura de su tesis doctoral, "tienen que ver con la Geología, con la pendiente de las laderas y con la vegetación existente en la zona".

Las talas desestabilizan, y también los incendios. En general, todos los vaivenes en la vegetación dejan terrenos descubiertos" y aumentan la vulnerabilidad.

Pero nada más vulnerable que las zonas de pastos, que tienen raíces poco profundas. "Un alto porcentaje de argayos en Asturias se dan precisamente en áreas de pastizal".

"Pero la gota que colma el vaso", añade Valenzuela, "suele ser la lluvia, o la erosión de los ríos o los embates de las olas en zonas de litoral". El agua, en resumidas cuentas. La lluvia genera humedades en el suelo, y eso aumenta el riesgo. Más en Asturias que en el páramo castellano, como se podrá suponer.

La tesis de Pablo Valenzuela está dirigida por la profesora de Geodinámica Externa de la Universidad de Oviedo, María José Domínguez, iniciadora de este trabajo de recopilación de datos para predecir los deslizamientos de tierra en función de la cantidad de lluvia.

Y no solo eso: en función también del tipo de lluvia. En los argayos no solo importa el volumen de agua, sino también cómo caen esas lluvias.

María José Domínguez puso en marcha una web para que los ciudadanos informen sobre la aparición de nuevos argayos. Es tan fácil como teclear en internet la palabra BAPA (que responde a Base de Datos de Argayos del Principado de Asturias). Una ventana lleva al usuario a la página donde puede aportar información necesaria para localizar el argayo y concretar la fecha lo más aproximada posible en la que se produjo.

Cuando el argayo surge, el mal está hecho y no es fácil arreglarlo. "Es difícil prever dónde se puede producir un desprendimiento, pero también son muy complicados de solucionar. A veces se tardan meses e incluso años".

Como ejemplos, los argayos de Campomanes o el de Porciles, en el Occidente. Cada desprendimiento de tierra tiene sus características, no hay dos argayos iguales.

Pablo Valenzuela trabaja en el proyecto Geocantábrica, financiado por el Principado y fondos Feder europeos, es licenciado en Geológicas por la Universidad de Oviedo (premio fin de carrera en 2011) y máster en Recursos e Ingeniería Geológica, apunta a zonas de mayor riesgo de argayos en Asturias: las cuencas carboníferas, la zona central y en general en tierras al este del Cabo Peñas.

El tribunal de la tesis doctoral, que lleva por título "Desencadenamiento de inestabilidades de ladera en Asturias: modelización de condiciones de lluvia y humedad del suelo", estuvo formado por la profesora titular de Geológicas, Montserrat Jiménez, el investigador del Instituto Geológico y Minero de España, Gerardo Herrera, y la profesora de Geografía de la Universidad de Lisboa, Susana Pereira.

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