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SERGIO RÍOS | Arqueólogo

"Las legiones que vigilaban las minas de Asturias trajeron los baños termales"

"No hay ni la más mínima prueba para relacionar el termalismo castreño con rituales religiosos o de culto al agua"

Sergio Ríos, en la presentación de su libro. IRMA COLLÍN

El arqueólogo Sergio Ríos firma el volumen "Los baños castreños del noroeste de la península ibérica" (Ménsula Ediciones), donde analiza pormenorizadamente estas estructuras termales y sostiene que, en realidad, son una adaptación de la tradición termal clásica que arranca en Grecia y que llega a Asturias con las legiones romanas, cuyo objetivo era la explotación de las minas del entorno.

- ¿Qué fue lo que le atrajo a la hora de investigar sobre los baños castreños?

-A mediados de la década de los noventa del pasado siglo tenía ya cierta difusión la hipótesis de que el termalismo castreño podría tener connotaciones rituales y religiosas. Fernando Acuña, catedrático de Arqueología de la Universidad de Santiago y director de mi tesis doctoral, me animó a que abordara la cuestión en mi investigación, que en origen contemplaba el estudio de la generalidad de las manifestaciones religiosas del noroeste peninsular relacionadas con el agua durante la Antigüedad; lo que de forma general, y un tanto inapropiada, se conoce como "culto a las aguas". Poco a poco el análisis de sus múltiples derivaciones fue adquiriendo mayor entidad, hasta el punto en el que el termalismo castreño pasó de simple capítulo a convertirse en el objeto central de mi investigación.

- ¿Dónde están situados estos baños?

-Se distribuyen en dos sectores. Por el número de construcciones, coherencia, conservación y calidad constructiva, el meridional, que yo denomino Bracarense, es el más importante. La mayoría se concentra en el entorno de la Bracara Augusta -la actual Braga-, capital del antiguo conventus Bracaraugustanus. Por su parte el septentrional, o lucense, se localiza en el territorio del antiguo conventus lucensis, cuya capital era Lucus Asturum, la actual Lugo. Casi todos los ejemplos conocidos hasta este momento se asientan en castros de las cuencas de los valles Navia y Eo, entre Asturias y Lugo, con una única excepción en el castro de Punta dos Prados, en la margen derecha de la ría de Ortigueira, en la actual provincia de La Coruña.

- ¿A qué nos referimos cuando hablamos de baños castreños?

-Se trata de construcciones adaptadas a prácticas de tipo termal, por lo que cabe considerarlas con toda propiedad termas, baños o incluso balnearios. Definirlas como saunas con un criterio general resulta en cambio excesivamente reduccionista y en muchos casos impropio.

- ¿Qué aspecto tenían?

-Sus dimensiones son modestas y su morfología depende en gran medida del tipo de piedra empleado. Las del ámbito bracarense son hipogeas; es decir, están enterradas total o en su mayor parte. En su construcción se usó un aparejo de granito de gran tamaño, con bloques que alcanzan proporciones ciclópeas. El más espectacular es el monolito en el que se abre el acceso de entrada a la cámara -pequeño espacio destinado a la sudoración en un ambiente seco-, que por extensión se conoce como "pedra formosa" debido a que el primero en ser descubierto -y varios de los que aparecerían después- aparece recubierto de decoración. Los baños lucenses son menos llamativos. Son exentos o semihipogeos y están levantados con lajas de pizarra.

- ¿En qué se diferencia el termalismo de uno y otro sector?

-Las termas bracarenses replican un único tipo constructivo, que se ajusta con precisión a una práctica termal de los lusitanos que conocemos gracias a la obra de Estrabón y que combinaba el baño de inmersión en agua fría, la toma de baños de vapor y las unciones con aceite. En las lucenses hay una mayor variabilidad, aunque con un modelo preponderante, marcado por la presencia de una dependencia asociada a un ambiente cálido y húmedo. Otro aspecto destacable de las termas norteñas es que aquí estuvo ausente el baño en agua fría.

- Una de las tesis fundamentales del libro es que no hay datos objetivos para avalar un origen prerromano del termalismo castreño.

-Una síntesis de la interpretación unánimemente aceptada del origen del termalismo europeo es la siguiente: surgió en las ciudades estado griegas, en torno a mediados del siglo V a. C. De ahí se expandió por las colonias helenas con las conquistas de Alejandro Magno, llegando a la península italiana a través de la Magna Grecia. Los romanos y otros pueblos itálicos generaron sus propios modelos termales a partir de finales del siglo III, que la República romana difundiría por los territorios bajo su dominio a lo largo de los siglos II-I a. C. Hasta hoy carecemos de datos objetivos que permitan presumir la existencia en Europa occidental de una tradición termal desvinculada de la grecolatina, sea en Iberia, Galia, Britania o cualquier otro lugar. Eso precisaría del aval de contextos arqueológicos coherentes, claros e inequívocos.

- Pero hay quien defiende esa tesis...

-Se ha llegado a defender que el origen del termalismo en el occidente asturiano se remonta a finales del siglo V o principios del IV a. C., fechas prácticamente parejas de las fases II y III de las termas de Olimpia, que es el edificio termal conocido por el momento en el Mediterráneo. La aparición del termalismo en Grecia es coherente tanto con la evolución y desarrollo de las costumbres helenas ligadas al baño, cuyo origen lo tenemos en la obra de Homero, como con la estructura social y política de las ciudades estado. Lo que sabemos de la sociedad castreña de los inicios de la segunda Edad del Hierro no permite por el contrario adivinar cuál pudo ser el desencadenante de la aparición espontánea de edificios termales en castros tan periféricos como Pendia, en un momento histórico en el que Iberia y el resto de Europa occidental, incluida Italia, estaban aún lejos de conocer lo que era el termalismo.

- ¿Y tenían alguna función religiosa o ritual o estaban relacionados con ritos iniciáticos de carácter guerrero?

-Ésta es una idea hermanada con la defensa del origen prerromano del termalismo castreño que ha tenido una amplia repercusión en la historiografía. Si, como hemos visto, carecemos de datos objetivos para sostener la existencia de un termalismo anterior a la llegada de Roma, más inverosímil resulta aún rastrear su carácter ritual o religioso. El registro arqueológico se muestra completamente mudo al respecto. La literatura irlandesa o nórdica tampoco aporta indicio alguno y las fuentes grecolatinas, las más expresivas a la hora de documentar los ritos iniciáticos o de paso en la Antigüedad, no dejan entrever conexiones entre rituales guerreros y el termalismo. De hecho la obra de autores como Plutarco y Aristófanes proporciona expresivos testimonios en un sentido contrario, desligando las prácticas termales de las costumbres guerreras.

- ¿Y conexión religiosa?

-No hay ni la más mínima prueba al respecto, por lo que asociar el termalismo castreño con el culto a Navia resulta tan gratuito como vincularlo con la devoción a Júpiter, Taranis, Coso, Diana o cualquier otra divinidad. Lo mismo cabe decir en relación con el culto a las ninfas, que por otra parte nada tienen de divinidades guerreras. Quienes sostienen esta idea olvidan además que los cultos acuáticos se asocian por norma a los manantiales, los lugares en los que el agua surge incontaminada de la tierra.

- ¿Cuáles serían entonces a su juicio las principales conexiones que explican el termalismo castreño?

-El testimonio de Estrabón citado anteriormente relaciona el termalismo lusitano con las costumbres termales de los lacedemonios, que conocemos bien gracias a hallazgos arqueológicos y diversas fuentes escritas. Los baños bracarenses se ajustan de hecho con bastante fidelidad a modelos termales reproducidos en los espacios termales de las palestras y gimnasios griegos. Esta conexión con lo griego puede sorprender a priori, pero lo cierto es que en la obra de varios autores clásicos (Estrabón, Justino,...) se recogen expresivos testimonios que afirman que los habitantes del Noroeste se consideraban descendientes de héroes griegos, una leyenda de origen que hay que sospechar que debió de ser difundida por Roma con un afán ennoblecedor. Por su parte los baños lucenses reproducen modelos termales de la época republicana, marcados por la presencia una dependencia asociada a un ambiente cálido asimilable a un caldarium. La promoción y el disfrute de estas estructuras hay que relacionarlos sin duda alguna con los contingentes militares presentes en los castros con funciones administrativas y de tutela de la explotación de las minas.

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