Este martes por la noche recibimos la triste noticia del fallecimiento, en Argentina, de mi suegro.

El funeral se celebraría al día siguiente, miércoles, a la una de la tarde hora de allí, las seis de la tarde hora española.

Durante la mañana del miércoles, durante toda la mañana del miércoles, me afané en encontrar una iglesia, una capilla, una parroquia que estuviera dispuesta a celebrar una misa funeral por su eterno descanso a las seis de la tarde, haciendo que, por un corto espacio de tiempo, dos naciones estuvieran unidas por el dolor y en el corazón.

Pues bien. Esta tarea, en principio de fácil realización, no ha podido ser más difícil. Me he puesto en contacto con nueve parroquias y las nueve me han dicho que no. "El párroco está de vacaciones y el que lo sustituye no se encuentra"; "el párroco ya da tres misas en el día de hoy"; "puede usted venir a las 7.30, no hay problema, pero a las seis imposible". Y la más adusta de todas: "Las misas ya tienen un horario".

Pero quiso Dios que finalmente, y antes de darme por vencida y terminar renegando de la Iglesia, hiciera una llamada a una pequeña parroquia con una pequeña capilla, pero con un párroco de gran corazón. "Por supuesto, no hay ningún problema"... Pido perdón de nuevo desde aquí a ese sacerdote, por haberme puesto a llorar desconsoladamente al encontrar a alguien que por fin entendiera que para nosotros, su familia de España, era importante. Muy importante. Dios lo bendiga, J. L. M.