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Cuando la enfermedad mental golpea a un menor

Los padres de una adolescente con trastorno de personalidad denuncian que la sanidad asturiana no brinda el tratamiento que necesita su hija

Los padres de la menor, junto al informe médico que diagnostica que su hija tiene un TLP. IRMA COLLÍN

"¿Qué va a ser de ella?". Tan sólo una pregunta puede encerrar en seis palabras un fuerte sentimiento de desesperación: la situación de unos padres ovetenses cuya su hija, aquejada de una enfermedad mental severa no encuentra espacio en la sanidad asturiana, según denuncian.

N.L.B. tiene dieciséis años y en los últimos ocho meses ya ha sido ingresada seis veces. La joven sufre un Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), un desorden que le impide regular sus emociones, le genera inestabilidad anímica y desemboca en autolesiones o comportamientos destructivos. "Sus impulsos se ven multiplicados por mil, no tiene filtro, se frustra ante cualquier circunstancia, por nimia que sea, y comienza a gritar, a morderse, o incluso a atacar a los demás", relata con tristeza J. L. A., su padre.

Todo comenzó a los 14 años de edad. Entonces se produjo un cambio radical. El relato es el de una niña que llevaba una vida normal: "Le gustaba la lectura, las películas y jugaba al bádminton. Era tranquila, educada, cuidadosa imaginativa y muy sensible, la envidia de la familia", cuenta B. B., su madre. Sin embargo, tras varios episodios de acoso escolar comenzó a suspender y a mostrar depresiones agresivas. Desde entonces ha experimentado diferentes episodios por culpa de la enfermedad: "Sobreactúa y finge que se encuentra bien para abandonar el hospital. Llegó a presentar una denuncia falsa por malos tratos contra nosotros, e incluso creó a la vez cinco amigas imaginarias", relatan los padres.

Los progenitores indican que tampoco puede relacionarse con otras personas, pues se ve influida por cualquier historia que le cuenten, de la que se hace a sí misma protagonista. De esto ha ido en aumento, aseguran, hasta el punto de que durante su último brote, los padres precisaron una ambulancia y policía para que redujesen a la menor. "Para una enfermedad así no te prepara nada, menos siendo tu hija", dice su padre, seriamente afectado por la situación de la menor

Ahora, N.L.B. lleva quince días en una habitación del HUCA, aislada de cualquier estímulo externo y bajo una fuerte medicación analgésica ante la que ha llegado a inmunizarse: "Las enfermeras tienen orden de no hablar con ella, tiene restringido el acceso a las visitas, y para verla tengo que ir a las puertas del hospital para saludarla asomada a la ventana. De todas formas, esto no me va a quitar mi trabajo de padre", cuenta el progenitor.

Los padres aseguran que en Asturias no hay sitio para la menor. Denuncian que la unidad de psiquiatría infanto-juvenil del HUCA únicamente cuenta con cinco camas, una sola terapeuta para toda la planta y que está orientada a enfermos de corta estancia, es decir, para diagnóstico y estabilización. "No hay pastillas milagrosas, lo que mi hija necesita es un tratamiento prolongado de varios meses, un reseteo, un trabajo continuo. Su problema se cura con terapia, con palabras, no con fármacos, y eso no nos lo proporciona la Sanidad", afirma su padre.

Los padres aseguran que "no se le están brindando ni los medios ni la atención personalizada que ella necesita, a pesar de que médicos y enfermeras hacen todo lo que está en sus manos". Según la pareja, hay lista de espera para ocupar las camas. "Parece que los enfermos mentales son enfermos de segunda", lamenta J. L. A." La gente no entiende lo que hay detrás, lo que nos ocurre no es tan visible como en el caso de otras enfermedades". Aseguran que denuncian públicamente su situación "para que nadie vuelva a sufrir esto".

Los padres ya han buscado soluciones por sus propios medios, como estudiar la posibilidad de trasladar a la menor a otra clínica fuera de la región. Hallaron centros en Madrid o en Santander, pero no pueden asumirlo económicamente. "Es triste tener que marcharme con mi hija fuera cuando sólo precisamos una terapia y medios al alcance de la Consejería, no una receta única que sólo puede existir en una consulta concreta de Houston".

La atención de la menor ya está suponiendo un sobreesfuerzo monetario para la familia, ya que la sanidad pública no sufraga su tratamiento, denuncian. "Llevamos pagado todo de nuestro propio bolsillo con mi salario de soldador. Teniendo en cuenta que una sesión con la psicóloga cuesta ochenta euros y que mi hija necesitaría varias a la semana, no nos salen las cuentas", se lamenta el padre.

El martes tienen una reunión con la Jefa de Salud Mental del Principado. Suponen que les dará dos opciones: que la menor salga de Asturias o a que la ingresen en la planta de adultos, algo que los padres rechazan tajantemente. "Una niña no puede compartir espacio ni tutela con gente mayor con otras afecciones graves y peligrosas".

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