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Muniain surfeó El Faro de Lastres

El cazador de olas gigantes logra ser el primero en surcar la asturiana: "Es una locura"

Cuando Axier Muniain oyó hablar de una ola en Lastres que nadie había conseguido surfear se propuso ir en su caza. El deportista vasco ha dedicado los últimos diez años de su trayectoria a cabalgar sobre las mayores tormentas en el mar y a descubrir "nuevos desafíos" en el terreno de las olas gigantes, que se dan sobre todo con los temporales del otoño y el invierno. La ola lastrina estrenada por Muniain ha de tener entre ocho y diez metros para que pueda ser cogida lejos de la costa escarpada y se produce a la altura del faro de Luces, del que toma su nombre.

Este cazador de olas gigantes ha recorrido todo el Cantábrico buscando los lugares idóneos y abre nuevas olas como los escaladores lo hacen con vías de ascenso. Esto mismo fue lo que hizo en Lastres: organizó a su equipo (en el que incluye los efectivos de rescate) para enfrentarse a una ola que reconoce peligrosa. Conocía otra cercana, La Verdad, que está "a media altura del acantilado tirando hacia el Este, antes de bordear el cabo para entrar al puerto de Lastres" y que va de los tres a los ocho metros. Requiere "forma física y conocimientos, pero es algo más asequible, más realista", apunta el deportista antes de describir El Faro como "un desafío, una locura. No sé cómo catalogarla".

Esta osadía podría suponer, asegura el vasco, "una parada muy golosa para gente que está de paso, sobre todo en invierno, cuando los días de temporales y oleaje reducen las alternativas de cosas que puedes hacer". Con todo, advierte que no es apta "para todo el mundo, es más bien peligrosa" y viable "para gente con una experiencia dilatada en la disciplina de las olas grandes, gran conocedor del mar y de sí mismo". La de El Faro es una ola "peligrosa debido a la cercanía de las rocas, donde se adentra", pues dependiendo de dónde caiga el surfista no podrá ser rescatado "ni por los mayores expertos", apunta Muniain, para quien "aun sabiendo lo que haces, es un riesgo importante".

Llevan coordinado el equipo de rescate porque "ni siquiera los efectivos de salvamento entran en esas situaciones", pues las hay tan arriesgadas que "es imposible. Puedes escapar a una ola gigantesca, pero no puedes entrar a rescatar entre las olas a una persona cercana a una que a pocos metros revienta y estalla en las rocas", describe el surfista. Más que al ciclo de turbulencias que les pueda mantener bajo el agua temen que la ola les acerque a las rocas.

Pese a que elude dar parámetros fijos, explica que se considera una ola grande o gigante a partir de los cuatro metros. "A medida que va subiendo el tamaño vas disminuyendo un poco el grupo de la gente cualificada. Hay un intervalo importante entre los cinco y los seis metros, cuando desaparece la inmensa mayoría de los surfistas", un selecto club que se puede enfrentar al mar en su expresión más enérgica.

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