Plácido Arango se siente "afortunado". "Sin ser merecedor del galardón" que había recibido, el empresario asturmexicano levantó la Medalla de Oro de Asturias dejando testimonio de su conciencia de la "fortuna" en una versión muy particular. Se ve a sí mismo "afortunado", repitió varias veces en su intervención, por "las oportunidades que se me han dado para servir a la sociedad de la que formo parte". Mencionó su etapa al frente de la Fundación Príncipe de Asturias e incluyó entre los motivos de su regocijo la suerte "de haber podido contribuir con una donación a esa magnífica joya cultural que es el Museo de Bellas Artes, un centro que justifica el máximo apoyo que puedan darle las instituciones representadas en su patronato".

Agradeció en este punto "la cálida acogida" del patronato y la dirección del museo y de la Administración regional para subrayar que en la donación "no bastaba sólo la voluntad del donante. Fue necesario un cuidadoso trabajo preparatorio, armonizando conveniencias y pareceres hasta alcanzar el consenso necesario para un proyecto de esta naturaleza". Lo encontró y se siente afortunado, reiteró, "de modo muy especial porque esa oportunidad se haya presentado en la tierra donde están todas mis raíces, la tierra de mis mayores. Al poder hacerlo con la aceptación y el beneplácito social, soy yo el que está en deuda con Asturias".

En el intercambio de agradecimientos, el empresario había recibido del presidente del Principado la gratitud de quien reconoce en el coleccionista de "pasión obsesiva" a un filántropo que "ha querido convertir algo suyo y querido, algo más valioso que caro, en patrimonio común". Javier Fernández quiso responder a la pregunta por los motivos de la donación. Con la leve polémica política que desató la entrega de las obras como lejano ruido de fondo, el Presidente quiso descartar "la sospecha" que a veces engendran "los ejercicios de generosidad". La respuesta a por qué lo ha hecho está, se cuestionó y se respondió Javier Fernández, en la propia biografía del premiado, en la trayectoria vital de "un mexicano de Tampico y asturiano de genealogía, entraña y corazón" que ha asumido "el cariño y el compromiso con España y con Asturias" como "una constante tan innegable y tan acentuada como su discreción, que es otra de sus señas indelebles". "Plácido, no dudes sobre tus méritos", concluyó, "este galardón es de justicia".