La ciencia, además de salvar vidas, también puede convertirse en un instrumento útil en la lucha contra operaciones delictivas. Lo que para el joven biólogo asturiano Pelayo Salinas se anunciaba como una misión de exploración en uno de los mayores santuarios de tiburones del mundo, en plenas islas Galápagos, acabó por convertirse en la pieza clave para destapar la mayor trama mundial en el tráfico de estos escualos.

El joven, de raíces ovetenses, lucha en su día a día, desde que fue fichado por National Geographic, por la conservación de los océanos más vírgenes de la tierra. Con sus investigaciones trata de que se mejore el conocimiento del medio marino y fue en una de esas misiones, fijada para doce días -entre las islas de Darwin y Wolf, al norte del archipiélago-, cuando descubrió, casi por casualidad, un barco chino que navegaba por Galápagos con 6.623 tiburones a bordo. El cargamento más grande retenido en la zona. ¿Su destino? El barco pesquero industrial chino "Fu Yuan Yu Leng 999" viajaba con 300 toneladas de diferentes especies marinas en sus bodegas que iban destinadas, previsiblemente, al mercado negro. Entre esas capturas -altamente apreciadas en la gastronomía asiática- había una mayoría de tiburones silky y martillo. De ellos, gran parte eran neonatos y también aletas de tiburón mutiladas y puestas en sacos de yute. Además, el tiburón martillo figura en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza por su riesgo de extinción. "El mar no es un recurso infinito, nos hemos cargado el 90% de su riqueza", declaraba el joven biólogo asturiano antes de partir a principios de año para su última misión.

Pelayo Salinas viajaba a bordo de la embarcación cuyo radar ha sido determinante para atrapar el furtivo barco chino. Al no obtener respuesta en las comunicaciones con el "Fu Yuan Yu Leng 999", el asturiano y otros tres compañeros se lanzaron al agua en una zódiac para perseguirlos. Pero el mar estaba bravo y se hacía imposible alcanzarlos, así que optaron por dar aviso a la Armada, que interceptó al buque chino a 34 millas de la isla de San Cristóbal, la más oriental de Galápagos, donde los tiburones se encuentran amenazados por la pesca ilegal. Su probable extinción puede acarrear graves consecuencias para otras especies, dado que estos animales son de vital importancia para mantener los ecosistemas marinos sanos, pues consumen animales débiles, ancianos y enfermos.

Cada año se capturan un promedio de 800.000 toneladas de tiburones, pero se estima que esta suma se duplicaría, ya que la mayoría de los casos no se conocen. En China el comercio de aleta de tiburón ha crecido de forma exponencial en los últimos años: de tres a siete mil toneladas en apenas una década. Con la operación en la que participó el asturiano Pelayo Salinas se ha podido frenar lo que amenazaba con convertirse en la mayor trama mundial de tráfico de tiburones. "A nadie le importa que mueran, la televisión nos la vendió como una especie mala", sostiene el joven.