El intento de golpe de Estado en Cataluña y el terrorismo yihadista sobrevolaron ayer Covadonga en los actos de la festividad del Día de Asturias. En los corrillos y en las declaraciones, algunas de ellas desde el púlpito.

El presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, presidió la misa solemne en la basílica y en su homilía recurrió a la negra actualidad: "Hace unas semanas hemos sufrido un zarpazo terrible del terrorismo, cuyos autores pretendían apoyarse en Dios para eliminar a los que a su modo de juzgar serían "infieles" ¡Cuántas confusiones mortales se ocultan en esta forma de proceder y en la motivación que aducen! Solo la paz está en consonancia con la voluntad de Dios. Pretender matar inocentes en nombre de Dios es profanar su nombre", dijo Blázquez, quien se refirió al libro "España inteligible", de Julián Marías, para explicar la deriva del Islam: "El Islam, nutrido del Judaísmo y más aún del Cristianismo, cambia en cierto momento de actitud. Y esa actitud cerrada, exclusivista, del Islam, que llega hasta nuestros días, polariza al otro, al ajeno".

Menos fieles en Covadonga y un aparato de seguridad que incluía una veintena de guardias civiles especialmente pertrechados y muy visibles, además de perros para la detección de posibles explosivos. El único ruido que se escuchó, no obstante, fueron decenas de voladoras que inundaron el valle al final de la ceremonia y con La Santina en procesión camino de la Cueva.

No fue el de ayer un Día de Covadonga al uso. Fue el comienzo del Año Jubilar Mariano para conmemorar el primer centenario de la coronación canónica de la patrona de Asturias. "En estas montañas nació un pueblo que tuvo y tiene latidos cristianos", dijo en su alocución el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes. El 8 de septiembre fue una fecha para reinvidicar la españolidad.

Cataluña apareció en los últimos compases de la celebración. En la Cueva -acto final de la jornada institucional religiosa- el arzobispo Sanz Montes se dirigió al presidente del Principado, Javier Fernández, para felicitarle por sus "valientes palabras" del día anterior, en la ceremonia de entrega de las Medallas de Asturias. "Las hago mías", proclamó el arzobispo. Palabras de reafirmación de la "identidad inclusiva de Asturias" frente a "las huidas hacia adelante de las ensoñaciones independentistas". Sanz Montes reclamó "unidad, que no es uniformidad" y deseó que "todos sepamos entendernos".

Entre la nutrida representación política asturiana, la diputada regional de Foro Cristina Coto ejerció de facto de portavoz oficioso para dar su "apoyo total" al Gobierno de la nación frente al secesionismo "y el incumplimiento de todo el ordenamiento jurídico español".

La jornada en Covadonga sirvió de estreno y puesta de largo -valga el simil- del nuevo abad del santuario, Adolfo Mariño (63 años, avilesino, vicario de Gijón y el Oriente astur). No podía faltar a la festividad, y no faltó, el anterior abad Juan José Tuñón, esta vez disfrutando de un papel mucho más secundario.

La misa solemne en la Basílica, a los sones del órgano del templo y las voces de la Escolanía, duró más de una hora y media, con algún sofoco y bajada de azúcar entre los feligreses, que obligó a la intervención del personal sanitario. El presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Ricardo Blázquez, que es también arzobispo de Valladolid, recordó frente al micrófono que "la fe no se impone por la fuerza. La fe en Dios no se impone ni se impide... La fe y el reconocimiento de Dios crea condiciones para la convivencia sin discriminación de hombres y mujeres, en la pluralidad de pueblos, lenguas, culturas, razas, condición social y religiones. Las diferencias deben promover el enriquecimiento mutuo, no la discriminación ni la confrontación".

Blázquez apostó por "la cultura del encuentro" frente al "choque de civilizaciones". Un respeto desde "la inteligencia y el corazón".