"Fuera del agua, no soy nada". Hay para quienes el deporte no es una profesión, ni tan siquiera un hobby; es, sencillamente, un modo de vida que, en el caso del surf, pasa necesariamente por aprender a desenvolverse en el medio acuático. Para los apasionados de esta disciplina, como el nadador y jugador de waterpolo Duke Kahanamoku, precursor del surf moderno y cabeza pensante de la cita con la que comienza este artículo, ser un surfista implica no solo ser capaz de moverse en el mar como pez en el agua, sino que requiere convertirse en una criatura marina. Para ello, hace falta saber interpretar los movimientos de la marea, el viento y otros factores meteorológicos que condicionan el estado del medio.

"La gente que hace surf ya conoce las playas y es capaz de identificar si habrá marejada, algo indispensable para la seguridad", explica uno de los organizadores del campeonato de surf de Tapia, José Alonso. Este especialista incide, no obstante, en que conviene atender a las previsiones meteorológicas antes de lanzarse a la caza de olas. "Las flechas que suelen aparecer en los mapas del tiempo indican la potencia del viento; para hacer surf, cuantas menos señales aparezcan mejor", indica. Pero, por supuesto, estas premisas solo adquieren sentido en playas con un cierto oleaje. Y, en el caso de Asturias, desde Tapia hasta Llanes, pasando por Gijón y Villaviciosa, una de las mecas del surf en el Cantábrico, la región puede presumir de olas surfeables.

Por otro lado, existe en el Principado un buen número de escuelas centradas en encaminar a los aficionados de esta disciplina hacia el más adecuado equilibrio entre el dominio de la técnica y el disfrute del riesgo, pero siempre con prudencia. "Se aconseja acudir a escuelas oficiales que cuentan con profesionales titulados del sector", indica el presidente de la Federación de Surf del Principado, Jesús J. Espina. En efecto, cada ola tiene su índice de peligrosidad y, por tanto, requiere distinto nivel de conocimiento de la disciplina. En estas páginas, se presenta una selección de las mejores olas para poder presumir de haber surcado la cresta del Cantábrico asturiano.

Así, de acuerdo con la Federación Asturiana de Surf, las playas de San Lorenzo, en Gijón; la de San Antolín, en Llanes o la de Aguilar, en Muros del Nalón, son "de las mejores para iniciarse en el deporte". Todas ellas tienen oleaje propicio para lanzar la tabla de surf al mar. En Aguilar, por ejemplo, reina "Caballar", una ola que se origina a la izquierda de la peña de la que toma el nombre, y que funciona cuando hay pleamar.

Por su parte, en el occidente asturiano, la playa de Tapia de Casariego es también muy buena para tomar contacto con el surf. En este caso se trata de "una playa no muy abierta, que tiene buenas olas cuando hay viento de sureste y nordeste", explica José Alonso, quien apunta a las corrientes de aire como uno de los aspectos que determinan que el oleaje sea óptimo para surfear, ya que marcan la dirección de las olas. Eso sí: "En realidad, para hacer surf, es mejor que no haya viento y, si lo hay, que sea una brisa suave, moderada".

Otro aspecto a tener en cuenta es el peligro de rocas y corrientes. En la playa de Peñarrubia, en Gijón, "las olas son largas y flojas, pero el nivel de conocimiento requerido es medio-alto para poder reaccionar a posibles problemas como consecuencia de la presencia de esas rocas y corrientes", advierte Espina.