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Paisajes en riesgo de extinción

La ambientóloga Elia Palop idea un sistema para medir la conservación del bosque asturiano y compatibilizarlo con la actividad agrícola y ganadera

Tres vacas pastan en Brañagallones, en el parque natural de Redes. LNE

"Los paisajes naturales de la cordillera asturiana no se conservan tanto como se espera". Así lo corrobora la tesis doctoral que la licenciada en Ciencias Ambientales Elia Palop (Murcia, 1985) acaba de presentar en la Universidad de Oviedo. "Incluso en la vertiente asturiana del parque nacional de los Picos de Europa, donde esperaríamos que se conservase mucho mejor la vegetación, detectamos un alto porcentaje de la superficie en niveles de preservación intermedios/bajos", asegura la recién doctorada.

Una situación que se repite en mayor o menor medida, según corrobora el trabajo de Palop, en el resto de espacios protegidos de la cordillera asturiana, "a excepción de la reserva de Muniellos, que sí cumple con unos objetivos más estrictos", matiza Palop. Según sus estudios, "la confluencia de dos objetivos conflictivos" es el principal motivo de esta falta de conservación: por un lado, la intención de mantener la integridad de los ecosistemas y, por otro, la necesidad de fomentar el desarrollo económico. Por ejemplo, en el caso del parque nacional de los Picos de Europa, "nos encontramos ante el reflejo de una gestión encaminada a conservar paisajes culturales", esto es, "prados para mantener las actividades agrarias y ganaderas". Entre ellas cabría destacar, apunta la doctora, "las quemas controladas como herramienta para gestionar el desbroce; en su mayoría, relacionadas también con los subsidios de la política agraria común". Más aún, "hemos visto zonas donde se elimina el matorral sin que aparentemente tenga un uso agrario, simplemente porque existe la tradición de conservar paisajes culturales", asegura Palop, que llegó a Asturias atraída por la posibilidad de "conocer otro tipo de ecosistemas", diferentes a los del Mediterráneo que la vio nacer.

Su trabajo, titulado "Bases cuantitativas para evaluar el estado de conservación en el ecosistema forestal cantábrico", dirigido por los doctores Mario Quevedo de Anta y María José Bañuelos Martínez, desarrolla medidas cuantitativas para evaluar el estado de conservación de los espacios protegidos. El estudio propone la aplicación de la técnica LIDAR, que permite obtener mediante una luz láser la estructura tridimensional de la vegetación. Así podría garantizarse "la conservación de los bosques respecto a su potencialidad, para que la intención de protegerlos no quedara en simples palabras". Dichas medidas podrían aplicarse también a los terrenos en etapas previas del desarrollo del bosque (como matorrales).

Cambio climático

"En el caso más optimista, sólo un cuarto de la superficie forestal de Asturias presentaba características compatibles con las de bosques viejos", revela Elia Palop, que subraya la necesidad de preservarlos por "el papel que desempeñan en la conservación de las especies forestales". Por ejemplo, los saproxílicos, "que se alimentan de madera muerta y abundan, por tanto, en los bosques viejos". Asimismo, también se consideran los ecosistemas forestales "una pieza clave en la mitigación del cambio climático".

La tesis plantea "compatibilizar la preservación de las zonas naturales con el desarrollo de actividades agrarias y ganaderas". Considerando que los espacios deben estar más dirigidos a conservar la naturaleza, "proponemos un área adecuada para restaurarla", que se localizaría en "zonas con matorral, alejadas de las carreteras, que permitirían los procesos de sucesión para bosques", concluye.

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