La eterna espera de 14 años sin derbi asturiano llegó a su fin este sábado, 9 de septiembre de 2017. Catorce años durante los cuales el oviedismo ha sido objeto de burlas, vejaciones y todo tipo de agravios por parte de los queridos vecinos de la Costa Verde.

Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, pues esta travesía de tantos años lejos de nuestro eterno rival nos ha hecho fuertes, muy fuertes y nos ha demostrado que remando todos en la misma dirección somos invencibles.

Llegamos a este partido de víctimas, con piel de cordero y rezando para que, en el peor de los casos, no encajáramos una goleada que siguiera alimentando las mofas sportinguistas. El inicio del partido fue un "vía crucis" para nosotros y una bendición para los vecinos: juego combativo, claridad de ideas, balones divididos, gol al cuarto de hora... una pesadilla, lo mejor al descanso era el corto marcador que mantenía a nuestro equipo capitalino con opciones de meterse en el encuentro.

Comenzó la segunda parte y la cosa cambió como por arte de magia. El Oviedo empezó a recordar que sabe jugar al fútbol, que no le tiene miedo a nadie se llame como se llame, que lo de los presupuestos se demuestra en el césped y que, como muy bien reza su himno, va sobrado de orgullo, valor y garra.

Y por fin llegó, sí, el minuto 85. Toché se hace con un rechace de Mariño y mete el balón en el fondo de la red. Lo que vino después fue un cúmulo de gritos, alegrías, brincos, abrazos, liberación de tensiones... que se me quedarán grabados en la mente para siempre. De repente vi pasar por mi mente todo lo vivido durante estos 14 años, todo lo sufrido y procedí a expulsarlo al exterior como buenamente pude, pues quería hacer muchas cosas a la vez.

Ese gol, aunque a 30 km no entiendan el motivo de tanta euforia, significaba borrar de un plumazo todo lo sufrido, demostrar a la gente que habíamos vuelto, que no sólo había un equipo en Asturias (por más que alguno se empeñase), que lo mejor todavía está por llegar.

Nos quisieron enterrar antes de tiempo, pero la realidad les hizo ver que "esti muertu ta muy vivu", como diría Miguel Ferrandi.