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JAVIER VILLANUEVA | Dramaturgo

"Fui a ver el castillo de Macbeth y pasé el día más triste de mi vida entre niebla y llovizna"

"De la mina me gustan los inicios, lo más duro del trabajo de la primera época, sobre todo para las mujeres; prefiero el teatro social al teatro político"

Javier Villanueva, en el salón de actos del Casino de Lieres. M. NOVAL MORO

Uno de los días que recuerda con más emoción el dramaturgo Javier Villanueva es el del estreno de su obra "¿Qué más te ha contado Donald?" en el Ateneo de Madrid. Fue a finales de los años 90, cuando Carlos Pinilla era el presidente de la institución.

"La había presentado para ver si la podía representar allí y lo cierto es que tuve que esperar mucho tiempo a que la seleccionaran. Finalmente, la representamos. Recuerdo que fue un lunes y hubo un lleno impresionante; yo no era muy conocido en Madrid, salvo en algunos círculos, y me sorprendió muchísimo ver aquello a rebosar".

Pero no sólo lo sorprendió la asistencia masiva de público, sino el éxito que cosechó la obra. "Tuve un éxito tan grande que salí a saludar y estaba toda la gente de pie, dándonos una ovación tremenda. Yo estaba allí y no me lo creía. Me emocioné tanto que me empapicé y no pude decir nada. Pero nada. Empecé una frase y al poco tiempo tuve que parar porque no podía hablar. Y me caían unos lagrimones impresionantes de la emoción, y la gente al verlos, aplaudía más todavía; fue impresionante".

Otro de los hitos en su carrera como dramaturgo fue cuando ganó el prestigioso Premio de Teatro "Ciudad de Guadalajara Antonio Buero Vallejo" por su obra "Yo no quiero ser Macbeth".

Lo ganó por encima de su propia reticencia, ya que no acostumbraba a presentar sus obras a certámenes. "Estaba el secretario del centro dramático nacional, Antonio Joven, en mi casa, yo había terminado de escribir la obra y se la pasé; cuando la leyó me dijo esta obra es de concurso, tienes que presentarla. Yo le pregunté adónde, y el me dijo que al 'Buero Vallejo', que tenía mucho prestigio, y lo gané; yo siempre había sido enemigo de mandar nada, no me gustaba hacerlo, de hecho cuando gané el premio 'Jovellanos' en 1988 con 'La princesa de las noches blancas' ni siquiera lo envié yo, lo envió la gente que trabajaba conmigo".

"Antes de que me dieran el premio 'Buero Vallejo' ya estaba dirigiendo la obra Antonio Joven. La estaba ensayando en casa, en el Casino de Lieres. En el teatro Palacio Valdés de Avilés nos habían llamado antes para hacer "La princesa de las noches blancas", y ésa es la que pensábamos representar, pero un día me llamó Ripoll para preguntarme si me interesaría estrenar esta nueva obra; ya se sabe que en Avilés hay siempre muchos estrenos; yo se lo pregunté al director, y Antonio dijo que sí, que le gustaría verla representada antes de irse para Madrid".

Y el premio llegó en el momento preciso. "Justo el día antes de la representación me dieron el premio, y cuando la estrenamos comunicamos que le habían dado el 'Buero Vallejo'". A pesar de todo, cree que no tuvo la repercusión que solía tener un premio de estas características.

La idea de esta obra había nacido unas décadas antes en Escocia. Fue al festival de Edimburgo, y quería visitar Inverness, que fue donde estaban las ruinas del castillo de Macbeth.

"Fue el día más triste de mi vida. Llegué allí a ver el castillo y había una niebla tremenda y una llovizna que era como si el mundo terminara. Estuve metido en el hotel y se me alargó la tarde y la noche que parecía que no iba a acabar".

Había llevado la obra de "Macbeth" y entonces fue cuando comenzó a bosquejar su versión premiada. "Allí fue donde nació la idea de que un día escribiría algo sobre ella, porque es la que más me gusta de Shakespeare. Pero no olvido nunca aquellos días. Era el mes de agosto y me dijeron que llevara algún jersey porque podía hacer frío. No podía hablar con nadie porque apenas sabía inglés, estaba en la cafetería, tomaba una cerveza, miraba la tele como si me estuviera enterando de algo, pero no me enteraba de nada; si al menos hubiera fútbol habría visto algo, pero ni eso. Hasta me dio pena por aquella gente".

Estuvo trabajando en aquella obra mucho tiempo. "Porque era un reto difícil, ya que se trataba de trasladar 'Macbeth' a los tiempos modernos y a cuatro personajes; fue complicado".

Después de aquel premio, siguió escribiendo, porque nunca deja de insistir en que la escritura siempre ha sido lo suyo, y con el tiempo acabó por regresar a sus raíces, al ambiente minero del pueblo de Lieres que lo vio nacer, y en cuyo apogeo le tocó crecer.

A principios de la presente década comenzó a involucrarse en la actividad que lo tiene enganchado hoy todavía: el encuentro en la mina, una representación teatral que se hace en Solvay, al pie de los castilletes de la antigua explotación minera, cerrada la pasada década y hoy convertida en polígono industrial. Allí pone en escena cada año una obra escrita por él. Es en el mes de agosto, coincidiendo con las fiestas de Nuestra Señora de la Salud.

"Hace unos años me dijo Paca Ojea: 'Tú que siempre estás con lo de la mina, ¿por qué no escribes sobre ello? Me lo recomendó ya cuando dirigió 'La princesa de las noches blancas', a finales de los años ochenta, y con el tiempo acabé haciéndole caso".

El caso es que empezó a escribir historias ambientadas en la mina. Pero no en la mina de su infancia y juventud, sino de las etapas anteriores. "Un abuelo de mi madre abrió la bocamina de Lieres. Toda mi familia estuvo ahí, mi padre trabajó allí, voy mucho al sitio donde estaba; él les daba la herramienta a los picadores, voy a menudo al atardecer, tiene un paisaje impresionante; verlo me trae muchos recuerdos y me pedía escribir algo".

"Desde entonces, es mi ilusión del verano, ni Broadway me hace tanta ilusión; hasta el punto de que cada vez que acabo me da una tristeza tremenda, y en enero vuelvo a estar contento otra vez porque ya comenzamos a preparar la siguiente".

La primera obra que representó fue "Raíces negras", escrita por él, y la segunda, "Teresa", de Clarín, la única de otro autor que escenificó desde entonces.

"Suele ser siempre de tema minero, y las protagonistas, las mujeres. Hablo de las primeras mujeres mineras. Querían llamarse carboneras, para distinguirse de los mineros, que tenían un gran desprestigio social. Cogí la etapa de Jovellanos y llegué hasta el socialismo utópico".

"Me gustan los inicios, lo primitivo, lo más duro del trabajo de la mina, y, sobre todo, para estas mujeres a las que nadie respetaba, que hasta tenían un vigilante que las iba a buscar a casa para llevarlas al trabajo, y del trabajo, a casa".

"En la última obra, 'La vagoneta', cogí la protesta que hicieron las mujeres en Ciaño que tiraron una vagoneta al río. Yo la trasladé más atrás. Al principio, las minas eran de los que tenían las tierras, después del pueblo, luego se metió la Iglesia y luego el Ayuntamiento; fue Jovellanos quien primero quiso que pertenecieran al Estado; por cierto, que pasó mucho por Siero, tuvo mucha importancia aquí y no hay nada que lo recuerde; me gustaría que hubiera una placa en alguna parte".

Cronológicamente no quiere entrar en la Guerra Civil y todo lo que vino después. "A partir de esta época ya tienes que entrar en lo político, y yo no quiero hacer teatro político, a mí me gusta el teatro social. Yo no creo que la gente quiera hoy en día teatro político, creo que les interesan otro tipo de historias, al menos son las que me interesan a mí".

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