La historia de la emigración asturiana está llena de llantos, como los que echaron muchos de los integrantes de la delegación del Centro Asturiano de Comodoro Rivadavia, en el corazón de la Patagonia argentina, cuando el pasado lunes cruzaron el puerto de Pajares. Hijos y nietos de los pioneros pisaban por primera vez la tierra de sus mayores.

De Olloniego y Mieres habían salido la mayoría de ellos hacia la Argentina; muchos, mineros que buscaban un futuro mejor en las lejanas explotaciones de la Patagonia, sobre todo en la posguerra. Algunos de sus familiares y vecinos lo habían hecho décadas antes y ellos fueron los que al llegar los acogieron en el Centro Asturiano más austral del mundo, fundado en el año 1922.

Así lo recordaba a este periódico, con lógico orgullo, su actual presidente, Roberto Fueyo. Su abuelo era de Mieres, y su padre, de Olloniego. Es la primera vez que viene a Asturias y respira sensaciones que le son difíciles de explicar. "Siento una tremenda emoción desde que cruzamos el puerto de Pajares en tren. Empezamos a cantar 'Asturias, patria querida' y se sumaron todas las personas que había en el vagón, aunque no tenían nada que ver con nosotros".

Conocía Asturias sólo por internet. "Pero pisar esta tierra es otra cosa porque afloran muchas emociones y muchos recuerdos", subraya. Cuando visitó Mieres y Olloniego para reencontrarse con sus raíces le costaba tragar saliva.

En Oviedo, el grupo astur-argentino tuvo una recepción oficial con el consejero de Presidencia, Guillermo Martínez, y con la directora general de Emigración, Begoña Serrano, "que nos echó una mano muy grande en este viaje".

Junto a Fueyo viajó Silvia Martínez, con orígenes en Valmurián (Mieres) y en Pola de Lena. Para ella, también era la primera vez que pisa esta tierra, y resultaba una visita dura en parte. "Mis padres y mis abuelos ya murieron, y esto añade algo muy especial, muy intimo, porque puedo ver con mis ojos todo lo que ellos me habían contado mil veces con mucho cariño y nostalgia cuando era niña". La visita a Covadonga los sumió entre la sorpresa y la admiración. "No nos creíamos que podíamos estar delante de la Santina. Esta semana transcurrió de emoción en emoción. No podemos estar más felices", remarcó.

María Laura Estrada, otra de las expedicionarias, es nieta de uno de los presidentes históricos del Centro Asturiano, José Estrada, y no podía quedarse en el hemisferio sur. Otro Estrada, Raúl, vicepresidente de la institución, recordaba que durante treinta años jugaron a los bolos, lo que ahora no pueden hacer por falta de espacio. "Eso sí, el día de Covadonga hay fabada para medio millar de personas, que prepara muy bien José Antonio Marco, igual que los frixuelos y casadielles; y aunque en Argentina también hay sidra, no es ni parecida a la de aquí", recordaba.

Pero en la Patagonia sí se baila el pericote, el corri-corri y también la danza prima, que enseñan en el grupo de baile "Covadonga" de este singular Centro, del que forman parte una veintena de jóvenes que desde pequeños abrazaron el folclore asturiano. Una de ellos es Camila Fueyo, que comenzó a bailar a los 15 años, y que dice una y otra vez que se quiere quedar en Asturias, "la tierra más linda del mundo". Ésta es una de las miles de historias de la dura emigración asturiana, de la que siempre quedarán capítulos por escribir.