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El PSOE marca un antes y un después

Decisiones como enarbolar la defensa de la cooficialidad del asturiano o matizar el modelo de Estado dejan claro que la FSA abre nuevo ciclo

El nuevo curso político y lo que queda de legislatura estarán marcados, pese a quien pese, por el tono que adopte la nueva dirección de la Federación Socialista Asturiana. A partir de hoy, Adrián Barbón tendrá en sus manos el control total del partido, incluyendo la materia sensible que suponen las relaciones con un Gobierno regional presidido por el que hasta ahora fue secretario general del PSOE asturiano y al que el congreso regional del partido acaba de despachar con un aprobado justo.

Una frase de Antonio Gramsci, en ocasiones deficientemente traducida, establece: "La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer; en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados". La reflexión viene al pelo para muchos de los acontecimientos políticos que estamos viviendo con una salvedad: lo nuevo ya está participando de las decisiones, asumiendo posiciones y, por tanto, convirtiéndose en agente corresponsable de lo que venga a partir de ahora.

El PSOE asturiano vive, en cierto modo, sus propios fenómenos morbosos. La decisión ayer (anunciada, anticipada, prevista a la luz del nuevo reparto de las mayorías) de que el partido asuma la reivindicación de la cooficialidad del asturiano desata algunos monstruos entre dirigentes de trayectoria consolidada. En cierto modo entra dentro de la lógica. ¿No fue Vicente Álvarez Areces, presidente socialista, objeto de persecución infatigable por la "pita" asturianista? Pero esas materias espinosas terminarán por ser cosa del pasado. Los socialistas han sufrido, a la fuerza, una sacudida, principalmente causada por aquellos que declararon llegar para "dar una patada al tablero", pero que ahora han de recoger las fichas y sumarse a la partida, aceptando que es imposible jugar si no hay unas reglas admitidas.

En la FSA ya no caben monstruos por la indefinición del cambio de ciclo, porque ese quedará instaurado a partir de hoy mismo. Sólo cabrá aceptar lo que de manera democrática han decidido sus bases y el sistema de representación que supone un congreso. Y la vieja guardia deberá hacer un ejercicio para acomodarse.

Ahora bien, algunas cautelas no son poco juiciosas. Es cierto que la mayoría política asturiana ha mantenido una situación ambigua con el asturiano: el estatuto autonómico del Principado es el único que fija una protección para la Llingua, pero sin proclamarla oficial, como sí ocurrió en los estatutos gallego, catalán y vasco.

La Constitución Española no establece límites para la declaración de lenguas oficiales, tarea que deja exclusivamente en manos de las autonomías con la simple condición de que las reconozcan o regulen en sus estatutos. En cierto modo, para la Carta Magna, toda lengua alternativa al castellano es oficial, aunque el debate en algunos ámbitos jurídicos está en si ya las reconoce como tales o simplemente delega.

Pero no hay que olvidar que el Estatuto del Principado se estableció en base a los criterios políticos que radiografiaban el sentir de la sociedad asturiana en el momento de su aprobación. Y que sigue siendo susceptible de modificación si esos criterios cambian.

La nueva posición del PSOE asturiano abre la puerta a abordar un debate parlamentario sobre la conveniencia de cambiar el Estatuto para declarar la cooficialidad: una hipótesis factible, ya que no resultaría complicado alcanzar una mayoría de la cámara. El pulso estaría, seguramente, en la letra pequeña que regularía la cooficialidad.

¿Dónde residen pues los monstruos si se trata simplemente de permitir el uso del asturiano sin imposición y sin restar derechos al castellano? El riesgo está en que se dé alas al discurso victimista: al que alimenta la idea de que existe una opresión o una limitación de derechos de un colectivo por su idioma.

Asturias es una de las comunidades autónomas españolas que mejor sabe conjugar un sentimiento profundamente apegado a la tierra y sus tradiciones sin que resulte excluyente de su pertenencia a la organización política, jurídica y consensuada que representa España. Las encuestas del CIS avalan ese argumento: el porcentaje de asturianos que se sienten al mismo tiempo asturianos y españoles es de los más altos, sólo superado por andaluces, murcianos y gallegos en su respectiva dualidad. Y esa confluencia de visiones se produce de forma mayoritaria entre los asturianos en lo que se refiere a su lengua autóctona. Lo que más reticencias políticas ha causado es que la Llingua haya tratado de utilizarse como arma ideológica, con sectores tratando de patrimonializarla.

Otro tanto ocurre con el concepto de la España plurinacional, bendecido por la dirección federal y que no ha hecho más que entrar en el ideario de la FSA desbancando el concepto de Estado que hasta ahora había ido tejiendo Javier Fernández, el secretario general saliente y aún presidente autonómico. ¿Implicará eso un giro perceptible en algunas posiciones vertebrales que hasta ahora han mantenido los socialistas asturianos?

A partir de hoy se abre un tiempo nuevo, no exento de interrogantes. Resolverlos de la forma más diáfana será la mejor estrategia para el PSOE de Adrián Barbón y así evitar que aniden bestias en las sombras. El entorno más fiel a Adrián Barbón ha actuado para que el "castigo medido" a la gestión de Javier Fernández no se les escapase de las manos. La propia Adriana Lastra tuvo que tirar de teléfono para evitar un suspenso que, tal vez, habría activado el botón nuclear de la incertidumbre en el Ejecutivo autonómico. Y es que alimentar animales salvajes siempre tiene el riesgo de que terminen por arrancarte el brazo.

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